Privilegio masculino

Summary

El privilegio masculino es el sistema de ventajas o derechos sociales, económicos y políticos que tienen los varones en función de su sexo. El acceso de un hombre a estos beneficios puede variar en función de su adecuación a la norma masculina ideal de su sociedad.

Los estudios académicos sobre el concepto de privilegio masculino fueron el foco de atención de las investigaciones feministas y de estudios de la mujer durante la década de 1970. Estos estudios comenzaron examinando las barreras a la equidad entre los sexos. En décadas posteriores, los investigadores comenzaron a centrarse en la interseccionalidad y la naturaleza superpuesta de los privilegios relacionados con el sexo, la raza, la clase social, la orientación sexual y otras formas de clasificación social.

El uso de pronombres masculinos para referirse a ambos sexos en algunos idiomas se cita a menudo como un ejemplo de la posición privilegiada dada al varón, como lo es la preferencia por los hijos sobre las hijas en muchas culturas masculinas y patriarcales.

Descripción general

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Históricamente, los varones han gozado de privilegios y estatus especiales por su sexo.[1][2]​ Se trata de sociedades definidas por la supremacía masculina, en las que el hombre tiene el poder principal y predomina en funciones de liderazgo político, autoridad moral, privilegio social y control de la propiedad. Con la subordinación sistémica de las mujeres al área privada, estas se han visto limitadas en cuestión de derechos humanos. La naturaleza duradera e incuestionable de estos sistemas patriarcales, reforzada a lo largo de generaciones, tiende a hacer que los privilegios sean invisibles para sus titulares; puede llevar a los hombres que se benefician de ellos a atribuir su estatus especial a sus propios méritos y logros individuales, en lugar de a ventajas no merecidas.[1]

En el campo de la sociología, el privilegio masculino se considera arraigado en la estructura de las instituciones sociales, como cuando a los hombres a menudo se les asigna autoridad sobre las mujeres en la fuerza laboral y se benefician del papel tradicional de cuidado de las mujeres.[3]​ Los privilegios se pueden clasificar como positivos o negativos, dependiendo de cómo afecten al resto de la sociedad.[1]​ La académica de estudios de la mujer Peggy McIntosh escribe:

Podríamos al menos empezar por distinguir entre las ventajas positivas que podemos trabajar para difundir, hasta el punto en que no sean ventajas en absoluto sino simplemente parte del tejido cívico y social normal, y los tipos de ventajas negativas que, a menos que se rechacen, siempre reforzarán nuestras jerarquías actuales.[4]

Algunas ventajas negativas que acompañan al privilegio masculino incluyen cosas como la expectativa de que un hombre tendrá una mejor oportunidad que una mujer comparablemente calificada de ser contratado para un trabajo, así como de recibir un salario más alto que una mujer por el mismo trabajo.[1]

Alcance

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El término «privilegio masculino» no se aplica a un caso aislado de uso del poder, sino que describe una de las muchas estructuras sistémicas de poder que son interdependientes y están interconectadas en todas las sociedades y culturas.[5]

Es importante destacar que los privilegios no son compartidos por igual por todos los varones. Quienes más se aproximan a una norma masculina ideal son los que más se benefician de ellos. En las sociedades patriarcales occidentales, este ideal se ha descrito como ser «blanco, heterosexual, estoico, rico, fuerte, duro, competitivo y autónomo».[1]​ En los estudios del hombre, se suele referir a esto como masculinidad hegemónica. Si bien esencialmente todos los hombres se benefician de los privilegios en algún grado, aquellos que difieren visiblemente de la norma pueden no beneficiarse plenamente en ciertas situaciones, especialmente en compañía de otros hombres que se aproximan más a ella.[1]

Los hombres que han sufrido acoso psicológico y violencia doméstica en su juventud, en particular, pueden no aceptar la idea de que son beneficiarios de privilegios. Esas formas de violencia coercitiva están vinculadas a la idea de masculinidad tóxica, un modelo específico de hombría que crea jerarquías de dominio en las que algunos son favorecidos y otros perjudicados.[2]

La invisibilidad del privilegio masculino se puede ver, por ejemplo, en los debates sobre la brecha salarial de género; la brecha se suele mencionar indicando los ingresos de las mujeres como porcentaje de los de los hombres. En el comercio, el porcentaje de varones en la propiedad y el control del capital financiero y otras formas de riqueza ha producido una influencia masculina desproporcionada sobre las clases trabajadoras y la contratación y el despido de empleados. Además, se coloca una carga desproporcionada sobre las mujeres en el empleo cuando se espera que sean las únicas responsables del cuidado de los niños; pueden tener más probabilidades de ser despedidas o de que se les niegue el avance en su profesión.[2]

Respuestas culturales

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Distintos grupos de hombres a menudo aceptan que los roles tradicionales que les asignaron son perjudiciales para ellos, pero niegan que, como grupo, aún tengan poder y privilegios institucionales, y argumentan que en el siglo XXI son ahora víctimas en relación con las mujeres.[6][7]

Algunos han asumido roles activos en el desafío del sexismo opresivo y la misoginia, argumentando que el privilegio masculino está profundamente vinculado a la opresión de las mujeres. Describen las conductas opresivas de muchos hombres como rasgos culturales aprendidos dentro de los sistemas sociales patriarcales, en lugar de rasgos biológicos innatos.

Los defensores dentro del movimiento más amplio de hombres orientados hacia el profeminismo o el antisexismo argumentan que los roles de género tradicionales dañan tanto a los hombres como a las mujeres. El profeminismo «liberal» tiende a enfatizar las formas en que el varón sufre por estos roles tradicionales, mientras que el profeminismo más «radical» tiende a enfatizar el privilegio masculino y la desigualdad sexual.[6][8]

Véase también

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Referencias

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  1. a b c d e f Phillips, Debby A.; Phillips, John R. (2009). «Privilege, Male». En O'Brien, Jodi, ed. Encyclopedia of Gender and Society: Volume 2. Thousand Oaks, Calif.: SAGE Publications. pp. 683-685. ISBN 978-1-4129-0916-7. 
  2. a b c Keith, Thomas (2017). «Patriarchy, Male Privilege, and the Consequences of Living in a Patriarchal Society». Masculinities in Contemporary American Culture: An Intersectional Approach to the Complexities and Challenges of Male Identity (en inglés). Routledge. ISBN 978-1-31-759534-2. 
  3. Rohlinger, Deana A. (2010). «Privilege». En Ritzer, G.; Ryan, J.M., eds. The Concise Encyclopedia of Sociology. John Wiley & Sons. pp. 473-474. ISBN 9781444392647. 
  4. McIntosh, Peggy (1988). «White Privilege and Male Privilege: A Personal Account of Coming to See Correspondences Through Work in Women's Studies». Wellesley, MA: Wellesley College, Center for Research on Women. Working Paper 189. 
  5. Narayan, Uma (1997). Dislocating Cultures: Identities, Traditions, and Third-World Feminism.. London: Routledge. ISBN 978-0-415-91419-2. 
  6. a b Flood, Michael (2007). «Men's movement». En Flood, Michael, ed. International Encyclopedia of Men and Masculinities. London: Routledge. pp. 418–422. ISBN 978-0-415-33343-6. Archivado desde el original el 17 de mayo de 2013. Consultado el October 19, 2013. 
  7. Clatterbaugh, K. (2007). «Anti-feminism». En Flood, Michael, ed. International Encyclopedia of Men and Masculinities. London: Routledge. pp. 21-. ISBN 978-0-415-33343-6. 
  8. Shaw, Susan; Lee, Janet (2015). Women's Voices Feminist Visions (Sixth edición). New York, New York: McGraw-Hill Education. p. 54. ISBN 978-0-07-802700-0. 
  •   Datos: Q6742931