Una pregunta abierta es una pregunta que no se puede responder con un "sí" o un "no", ni con una respuesta estática (es decirː la contestación a una pregunta abierta puede variar dependiendo del momento en que se plantea). Lo opuesto son las preguntas cerradas, que exigen un “sí”/“no” o una respuesta breve.[1]
A veces se emplea la locución "pregunta abierta" o "cuestión abierta" para referirse a algo que está sin resolver (acepción 6 que da la RAE al adjetivo abierto),[2] ya sea un problema científico (por ejemplo, el problema del viajante) o político.[3] Pero aunque "cuestión" es sinónimo de "pregunta", la expresión "cuestión abierta" se suele utilizar con un significado distinto a la de "pregunta abierta".
Algunos ejemplos de preguntas abiertas son:
La opinión generalizada en educación es que las preguntas abiertas son, en términos generales, "buenas" preguntas. Invitan a los estudiantes a dar respuestas más largas que demuestren que comprenden lo que se les pregunta (a una pregunta cerrada se puede contestar de memoria, sin entenderla). Son académicamente preferibles a las preguntas cerradas porque son mejores para discusiones o consultas, mientras que las preguntas cerradas sólo sirven para realizar pruebas.
Peter Worley sostiene que se trata de una suposición falsa. Basa esto en los argumentos centrales de que hay 2 tipos diferentes de preguntas abiertas y cerradas: gramaticales y conceptuales. Sostiene que los profesionales de la educación deberían plantear preguntas «gramaticalmente cerradas, pero conceptualmente abiertas».[4] Por ejemplo, en el lenguaje normal, «¿Es correcto mentir alguna vez?» se consideraría una pregunta cerrada: suscita una respuesta de sí o no. Es significativo, sin embargo, que sea conceptualmente abiertaː cualquier respuesta inicial de sí o no puede ser "abierta" por quien la planteó («¿Por qué piensas eso?», «¿Podría haber un ejemplo en el que ese no fuera el caso?»), invitando a dar detalles.
Este estilo de preguntas gramaticalmente cerradas pero cognitivamente abiertas, sostiene Worley, «les da [a los educadores] lo mejor de ambos mundos: la especificidad de una pregunta cerrada (esta, después de todo, es la razón por la que los profesores las usan) y el carácter atractivo y elaborador de las preguntas abiertas».[5]Las preguntas cerradas simplemente requieren estrategias de "apertura" para garantizar que las preguntas conceptualmente abiertas puedan alcanzar su potencial educativo.
La distinción estructural y semántica de Worley entre preguntas abiertas y cerradas es parte integral de su invención pedagógica Open Questioning Mindset (estado mental de preguntas abiertas), u OQM. El OQM se refiere al desarrollo, en los educadores, de una actitud abierta hacia el proceso de aprendizaje y las preguntas en el centro de ese proceso (como en el método socrático). Es una mentalidad aplicable a todas las áreas temáticas y a todos los entornos pedagógicos. Los profesores que desarrollan una mentalidad de preguntas abiertas escuchan el contenido cognitivo de las contribuciones de los estudiantes y buscan formas de utilizar lo que se les responde (ya sea correcto, incorrecto, relevante o aparentemente irrelevante) para enseñar, tanto al alumno que ha respondido como a sus compañeros. El OQM fomenta un estilo de pedagogía que valora la investigación genuina en el aula. Proporciona a los profesores las herramientas para ir más allá de lo que Worley llama enseñanza de «adivina en qué estoy pensando», que se basa en preguntas cerradas y capciosas.[6] [7]