Philip Richard Lane es un economista irlandés, nacido en Dublín el 27 de agosto de 1969. Desde el 1 de junio de 2019 forma parte del Comité Ejecutivo del BCE como economista jefe en sustitución de Peter Praet.[1][2] Previamente, entre 2015 y 2019, ocupó el cargo de gobernador del Banco Central de Irlanda.[3]
Philip R. Lane | ||
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Gobernador del Banco Central de Irlanda | ||
26 de noviembre de 2015-31 de mayo de 2019 | ||
Predecesor | Patrick Honohan | |
Sucesor | Gabriel Makhlouf | |
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Información personal | ||
Nacimiento |
1969 Dublín (Irlanda) | |
Nacionalidad | Irlandesa | |
Educación | ||
Educado en | Universidad Harvard (Ph.D.; hasta 1995) | |
Supervisor doctoral | Jeffrey Sachs | |
Información profesional | ||
Ocupación | Economista | |
Empleador | Universidad de Columbia | |
Distinciones |
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Estudió en el Trinity College Dublin, donde fue nombrado investigador en Estudios Económicos y Sociales antes de recibir un doctorado en Economía en la Universidad de Harvard en 1995. Posteriormente fue nombrado profesor adjunto en la cátedra de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia y en 1997 regresó al Trinity, donde fue nombrado director del Instituto Internacional de Estudios de Integración. Entre los años 2004 y 2012 fue catedrático de macroeconomía internacional y en 2012 ocupó la cátedra Whately de Economía Política del Trinity College.
Ha sido investigador del Centre for Economic Policy Research, investigador invitado en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, así como asesor de la Comisión Europea. De acuerdo con el proyecto Research Papers in Economics (RePEc/IDEAS), a fecha de julio de 2016, se sitúa en el «Top 5 %» del ranking mundial de autores de investigaciones en Economía.[4]
Sus campos de investigación incluyen economía internacional, crecimiento económico, Unión Económica y Monetaria de la Unión Europea y la evolución económica de Irlanda.[5] Es más conocido por su trabajo sobre el «efecto voracidad», por el cual una perturbación positiva reduce perversamente el crecimiento económico a través de una redistribución fiscal más que proporcional,[6] y por sus mediciones de los stocks de activos y pasivos externos.[7]