Pascuas Sangrientas se conoce a una serie de hechos represivos ocurridos en Cuba entre el 23 y el 26 de diciembre de 1956, durante la dictadura de Fulgencio Batista. Tras el desembarco del yate Granma el 2 de diciembre de ese mismo año, y el inicio de la lucha armada por parte del Movimiento 26 de Julio en la Sierra Maestra, las fuerzas gubernamentales emprendieron una amplia ofensiva contra la oposición política y contra personas sospechosas de colaborar con los insurgentes. Como resultado, en la zona nororiental de la isla, se produjeron ejecuciones extrajudiciales, detenciones y torturas, hechos que la memoria popular bautizó como las “Pascuas Sangrientas”.[1]
Pascuas Sangrientas | ||
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Parte de Dictadura de Fulgencio Batista | ||
![]() Víctima de las Pascuas Sangrientas. | ||
Localización | ||
País |
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Lugar | Actuales provincias de Holguín y Las Tunas, en aquel entonces Provincia de Oriente | |
Datos generales | ||
Tipo | Represión política | |
Organizador | Fermín Cowley Gallegos | |
Causa | Desembarco del yate Granma | |
Objetivo | Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular | |
Histórico | ||
Fecha de inicio | 23 de diciembre de 1956 | |
Fecha de fin | 26 de diciembre de 1956 | |
Desenlace | ||
Muertos | 23 | |
En el norte de la entonces provincia de Oriente, actualmente los territorios de Holguín y Las Tunas, se llevaron a cabo, por órdenes del coronel Fermín Cowley Gallegos, una serie de asesinatos de ciudadanos que luchaban clandestinamente o que simplemente se oponían a la dictadura militar instaurada en el país desde el 10 de marzo de 1952. La mayoría de las víctimas pertenecían al Movimiento 26 de Julio y al Partido Socialista Popular.
La masacre comenzó el 23 de diciembre en horas de la noche, a la salida de la entonces Nicaro Nickel Company, y se extendió hasta el día 26. En ese período fueron encontrados en distintos lugares 23 cadáveres, lo que acrecentó el temor de la población a la represión. Algunos de los asesinatos planeados no llegaron a consumarse por diversas razones, y unos pocos perseguidos lograron huir con vida de los asesinos.
Durante estos días fueron asesinados campesinos, trabajadores, estudiantes y dirigentes gremiales, en su mayoría tras ser torturados hasta la muerte en lugares apartados. Muchos fueron sacados de sus hogares acusados de manera presunta de haber participado en acciones contra la dictadura batistiana, sin pruebas ni juicio legal alguno que lo demostrara.
A raíz de estos hechos, el Partido Socialista Popular presentó apelaciones ante el Tribunal Supremo de la isla y denunció la situación ante la Organización de las Naciones Unidas, con el fin de que se tomaran medidas contra los asesinatos que estaban ocurriendo en Cuba por parte del régimen. Sin embargo, dichas gestiones no obtuvieron justicia para las víctimas.
En una reunión efectuada en el Estado Mayor del Ejército, en el campamento militar de Columbia y presidida por Fulgencio Batista, se informó al coronel Fermín Cowley Gallegos, jefe del Regimiento Militar de Holguín, sobre la posibilidad de un desembarco en la zona bajo su jurisdicción. En ese contexto, se le otorgó carta blanca para impedir cualquier acción de apoyo similar al levantamiento ocurrido en Santiago de Cuba.[2]
La respuesta de Cowley fue la organización de la operación denominada “Regalo de Navidad”, nombre que escogió al considerar ese momento como el más propicio para localizar a las víctimas, quienes seguramente estarían reunidas con sus familias durante la celebración de la festividad navideña. La orden dada fue clara: no detener a los revolucionarios, sino eliminarlos.
El operativo debía iniciarse después de la medianoche del 24 de diciembre, pues Cowley no quería que se produjeran muertes durante la Nochebuena. El plazo fijado era concluir antes del amanecer; sin embargo, si no era posible ubicar a todos los revolucionarios incluidos en la lista en ese tiempo, la operación podía extenderse hasta el amanecer del día 26. El objetivo fundamental era asestar un golpe demoledor al Movimiento 26 de Julio y al Partido Socialista Popular mediante el asesinato de los principales dirigentes de ambas organizaciones, consideradas como la oposición activa al régimen de Batista.
La operación Regalo de Navidad comenzó el 23 de diciembre de 1956 y se extendió durante cuatro días, en los cuales fueron asesinados 23 habitantes de las actuales provincias de Holguín y Las Tunas. Entre las víctimas se encontraba Pedro Miguel Díaz Coello, máximo dirigente del Movimiento 26 de Julio en Holguín, así como otras importantes figuras del Movimiento 26 de Julio y del Partido Socialista Popular, además de trabajadores y dirigentes sindicales. También fueron ultimados hombres pertenecientes a otros partidos o sin filiación política. Muchos fueron sacados de sus hogares, sometidos a torturas y luego abandonados sin vida en carreteras, campos, debajo de puentes o incluso colgados de árboles, escenas que conmocionaron profundamente a la población. Su único “delito” había sido oponerse a la dictadura batistiana.[3]
Ese mismo día, en el lugar conocido como La Portada de Nicaro, fue asesinado el joven Rafael Orejón Forment, jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en esa localidad. Su ejecución se adelantó a las órdenes superiores, con el fin de impedir que viajara a Guantánamo para celebrar las Pascuas junto a su familia. La respuesta del coronel Fermín Cowley ante este incumplimiento fue que “ojalá todos los errores fueran como ese”, pues lo peor hubiese sido que no lo ejecutaran. Lo que no pudieron evitar fue que Orejón hubiera entregado previamente en Holguín un importante mensaje de la dirección del Movimiento en Santiago de Cuba: que Fidel Castro estaba vivo y había logrado llegar a la Sierra Maestra.
Entre los días 24, 25 y 26 de diciembre fueron asesinados otros 22 jóvenes en distintos puntos de la geografía oriental, hechos que el pueblo nombró como las “Pascuas Sangrientas”. En total, las víctimas fueron 23: trece holguineros y diez tuneros. Sus cuerpos aparecieron con signos de tortura, ahorcados o acribillados, en una acción destinada a sembrar el terror y a sofocar la creciente insurrección que ya comenzaba a organizarse en la Sierra Maestra.[4]
Las Pascuas Sangrientas tuvieron profundas consecuencias políticas, sociales y simbólicas en la Cuba de Batista. La brutalidad de los asesinatos generó un clima de terror en la población de Holguín y Las Tunas, aunque también provocó indignación y solidaridad hacia las víctimas y sus familias. Si bien la operación buscaba eliminar a los líderes locales del Movimiento 26 de Julio y del Partido Socialista Popular, no logró detener la resistencia; los insurgentes que se encontraban en la Sierra Maestra continuaron con la lucha, reforzando su compromiso.[5] A nivel nacional e internacional, el Partido Socialista Popular y otras agrupaciones denunciaron los hechos ante el Tribunal Supremo de Cuba y la Organización de las Naciones Unidas, aunque sin resultados concretos, evidenciando la impunidad del régimen. Asimismo, la masacre fue utilizada por los revolucionarios como símbolo de la crueldad del gobierno y de la necesidad de continuar la lucha armada, convirtiéndose en un referente de resistencia popular. Con el tiempo, estos hechos quedaron incorporados a la memoria histórica del país, recordando el sacrificio de las víctimas y reforzando la narrativa de represión y lucha que caracterizó los últimos años de la dictadura de Batista. Fermín Cowley Gallegos sería ejecutado meses después, el 23 de noviembre de 1957, por un comando de Movimiento 26 de Julio liderado por Carlos Borjas.[6]