Paola Yannielli Kaufmann (General Roca, 8 de marzo de 1969-Buenos Aires, 24 de septiembre de 2006) fue una escritora y científica argentina.[1][2] Después de que participó del taller de Abelardo Castillo, publicó el libro de cuentos El campo de golf del diablo (2003), y las novelas La hermana (2003) y El lago (2005), que recibieron los premios Fondo Nacional de las Artes, Casa de las Américas y Planeta.[3] Además, se desempeñó como investigadora científica para la Universidad Nacional de Quilmes y el Conicet.[4][5] En 2006, falleció a los 37 años debido a una enfermedad terminal.[3]
Paola Kaufmann | ||
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Paola Yannielli Kaufmann | |
Nacimiento |
8 de marzo de 1969 General Roca (Argentina) | |
Fallecimiento |
24 de septiembre de 2006 Buenos Aires (Argentina) | (37 años)|
Sepultura | General Roca | |
Nacionalidad | Argentina | |
Lengua materna | Español | |
Educación | ||
Educada en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Escritora, científica y bióloga | |
Área | Literatura, biología, neurociencia y física | |
Años activa | 1998-2006 | |
Empleador | ||
Seudónimo | Paola Kaufmann y Ana Mullin | |
Lengua literaria | Español | |
Obras notables |
La hermana (2003) El lago (2005) | |
Artistas relacionados | Abelardo Castillo | |
Sitio web | paolakaufmann.com | |
Distinciones |
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Paola Kaufmann nació el 8 de marzo del año 1969 en la ciudad de General Roca, Argentina.[6] En 1974, su madre falleció en un accidente.[7] En 1979, se trasladó a Brinkmann, un pueblo de la provincia de Córdoba, donde concluyó su educación primaria y secundaria.[8]
En 1986, se mudó a la ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina, donde se licenció en Biología por la Universidad de Buenos Aires.[8][9] En 1993, se doctoró en Neurociencia.[9] En 1995, se inscribió al taller literario del escritor argentino Abelardo Castillo, al que asistió hasta el año 2000.[10][11] En 1998, recibió una mención del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos La noche descalza.[12]
Entre los años 1999 y 2003, Kaufmann residió en el Smith College de Northampton, donde se doctoró en Física y escribió su primera novela, La hermana.[9][13] El libro, acerca de la vida de Lavinia Dickinson, la hermana de la poeta estadounidense Emily Dickinson, fue publicado en 2003 y obtuvo el Premio Casa de las Américas.[14][15]
En 2002, recibió el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes por su segundo libro de cuentos, El campo de golf del diablo, que publicó en 2003.[16][17] Ese mismo año, regresó a la Argentina, donde comenzó a desempeñarse como investigadora científica para la Universidad Nacional de Quilmes y el Conicet.[5][6]
En 2005, recibió el Premio Planeta por su segunda novela, El lago.[18][19] El libro, una alegoría de la última dictadura militar argentina, fue publicado ese mismo año.[20] Alejandro Alonso lo llamó «una novela excepcional» acerca de «uno de los grandes temas de nuestro tiempo».[21]
Kaufmann falleció en la ciudad de Buenos Aires el 24 de septiembre de 2006, debido a una enfermedad terminal.[22] Al respecto, el científico y biólogo Diego Golombek expresó que su muerte significó la pérdida de «una excelente científica y escritora».[12] Por su parte, Abelardo Castillo dijo que ella «parecía destinada a ser una de las grandes escritoras argentinas».[23]
En 2007, el Concejo Deliberante de General Roca renombró una plaza del barrio de la escritora con su nombre.[24] En 2012, la familia de Kaufmann publicó El salto, un libro de cuentos inéditos.[23] La periodista Sofía Di Scala destacó la escritura del texto, y dijo que sus personajes «llegaron a nuestra mejor literarura para quedarse».[25] Ese mismo año, la escritora Silvia Renée Arias publicó Paola Kaufmann. Una vida iluminada, un libro de homenaje.[26] En 2021, se representó una adaptación teatral de su cuento «Kanashibari».[27][28]
Para sus investigaciones científicas, la escritora utilizó su apellido paterno, «Yannielli», y, para sus publicaciones literarias, el materno, «Kaufmann».[2]
Respecto a la relación entre la literatura y la ciencia, expresó: «Siento que escribo y produzco mejor en momentos en que tengo una rutina científica más exigente. Todo parece encajar cuando me someto a rutinas firmes, como pasar largas horas en el laboratorio desde la mañana, y luego, al volver a casa al atardecer, me pongo a escribir».[6]