En el seno de la Iglesia católica (también en las tradiciones Anglicanas, Ortodoxas y Metodistas)se denomina oblato a aquel creyente que, sin profesar los votos de una orden religiosa y sin dejar de ser laico, se ofrece a Dios y se compromete a cumplir parte de los compromisos de los religiosos de alguna orden.[1]
Un ejemplo de oblato es el rey santo Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico. Otro es Erico de Auxerre (841-876), escritor, músico y monje oblato, iniciador de la escuela de Auxerre.[2] Escribió sobre san Germano, homilías (Collectaeum), glosas y sumarios.
En la Edad Media el término se utilizaba también para designar a los niños que se entregaban en una comunidad monástica: en el siglo XIV tanto los benedictinos como los franciscanos recurrieron al procedimiento de aceptar niños en sus conventos en calidad de oblatos, con el propósito de formarlos dentro de su convento y en el espíritu de cada orden.[3][4]
Por otra parte, algunas órdenes religiosas han incluido este término en su denominación, a pesar de no estar integradas por laicos. Ejemplo de esto son los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.[5]