Siméon era un devoto judío a quien el Espíritu Santo le había prometido que no moriría hasta haber visto al Salvador. Cuando la Virgen María, y San José, llevaban al Niño Jesús al Templo de Jerusalén para realizar la ceremonia de consagración del primogénito, Simeón estaba allí, y tomó a Jesús en sus brazos y recitó el canto siguiente:
Ahora señor puedes dejar que tu siervo muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.
Lord, now lettest thou thy servant depart in peace, according to thy word:
For mine eyes have seen thy salvation,
Which thou hast prepared before the face of all people;
A light to lighten the Gentiles, and the glory of thy people Israel.
Español: (Sagrada Biblia. Versión Oficial de la Conferencia Episcopal Española)[5]
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Adaptaciones musicales
editar
Muchos compositores han puesto música al texto, generalmente emparejado con el Magníficat. Actualmente es usual este cántico (en su versión en inglés) durante los servicios fúnebres anglicanos, con el arreglo musical de Charles Villiers Stanford.[6]
Influencia literaria
editar
El Nunc dimittis ha inspirado a diversos autores; algunos son los siguientes: