Un monstruo (del latín monstrum)[1] es un concepto muy amplio ligado a la mitología y la ficción aplicado a cualquier ser que presente características, por lo general negativas, ajenas al orden regular de la naturaleza. Los monstruos se describen como seres híbridos que pueden combinar elementos humanos, animales y necrológicos, así como tamaño anormal y facultades sobrenaturales. El término se reserva para seres que inspiran miedo o repugnancia. También suele utilizarse como descalificativo, para referirse a personas cuyos actos van en contra de los valores morales propios. Asimismo, puede usarse de modo positivo, para referirse a personas que destacan en alguna disciplina.
Los monstruos de la mitología griega suele combinar algunos elementos realistas de varias criaturas existentes y otras características imaginarias. Generalmente, aparecen en papeles secundarios en las leyendas griegas, siendo un obstáculo para los grandes héroes que deben superar[2]. Son sin duda los más famosos y reconocidos, como:
Los monstruos de la Antigüedad pertenecían al linaje de los dioses, por lo que la diferencia entre un ser divino y otro monstruoso se basaba más en su actitud con los mortales que en sus características inherentes. Los monstruos más famosos son aquellos que se enfrentaron con los dioses y con los héroes. Pueden citarse el Minotauro, la hidra de Lerna, Tifón, las gorgonas, las sirenas, los cíclopes, y Escila. En las fábulas, estas figuras se presentan como antagonistas, representando la opresión, la tiranía, y la fuerza destructiva de la naturaleza.
Los valores negativos están representados por los jotun, monstruos o gigantes muy emparentados con los dioses. Las definiciones son vagas y sus características se confunden. En general, se habla de gigantes de la escarcha, gigantes de las montañas, ogros, y brujas. Los más famosos son aquellos que se enfrentaron con los dioses (Tiazi, Hrungnir) y los que tendrán un papel central en el Ragnarok (Jörmundgander, Fenrir). Poseen muchos saberes relacionados con la magia y la naturaleza, lo que les permite tomar formas de animales.
La cultura celta siempre se mostró temerosa de las fuerzas del mal. Los antiguos celtas tenían a cientos de deidades, pero como sucede con la mayoría de las culturas, también tuvieron a sus demonios. Algunos de los “monstruos” celtas originalmente eran dioses que posteriormente fueron demonizados como criaturas paganas, cuando muchos de los celtas se pasaron al cristianismo[3]. Se destacan como monstruos Banshee, Dullahan, Kelpie.
Se cree que los demonios tienen sus raíces en la religión y mitología mesopotámicas porque tienen rasgos similares a los demonios gallu. Se cree que la conexión proviene de los nómadas de Arabia que interactúan con la civilización mesopotámica y las historias comerciales, como el anticristo. Se sabía que los demonios gallu formaban parte del inframundo y se creía que llevaban a sus víctimas a la tierra de los muertos para devorarlos.[4]
En las Mil y una noches se registran efrits, guls, el ave roc, monos parlantes, además de cierta especie de mujeres serpiente (similares a los nagas del Indostán), entre otros. A lo largo de las narraciones se desarrollan un papel caótico, ayudando a los héroes o causándoles desventuras. No tienen un papel como antihéroes, ya que sus fuerzas están muy por encima de las humanas.
Algunos de los más famosos son: