Mateo 15 es el decimoquinto capítulo del Evangelio de Mateo de la sección Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Concluye la narración sobre el Ministerio de Jesús en Galilea y puede dividirse en las siguientes subsecciones:.[1]
El texto original fue escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 39 versículos.
Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:
[2]
La mayor parte de los acontecimientos registrados en este capítulo tuvieron lugar en Galilea. El versículo 1 se refiere a escribas y fariseos venidos de Jerusalén. El orden de las palabras es "escribas y fariseos" en el Textus Receptus, pero "fariseos y escribas" en la edición crítica de Westcott y Hort.[3] El teólogo Johann Bengel señala que, por tanto, estos acontecimientos no pudieron tener lugar en la época de la Pascua.[4]
La curación de la hija de la mujer sirofenicia,que está descrita en los Versículos 21 a 28]] se refieren a un viaje a la región de Tiro y Sidón, después de la cual Jesús regresó a Galilea y 'bordeó' o caminó junto al Mar de Galilea hasta una montaña en la orilla oriental del lago.[5] Harold H. Buls señala que "en este momento de la vida de Jesús", éste se encuentra "a menos de un año de su sufrimiento y muerte".[6]
Al final del capítulo, versículo 39, "subió a la barca y llegó a la región de Magdala" o Magadán.[7] Según E. H. Plumptre en el Comentario del obispo anglicano Charles Ellicott, "los mejores [manuscritos] dan la lectura Magadan.[8] La King James Version traduce este texto como "las costas de Magdala".[9] Heinrich Ewald piensa que la referencia puede ser a Megiddo, pero Heinrich Meyer critica esta opinión porque Megiddo está "demasiado lejos tierra adentro". [10] El pasaje paralelo en el Evangelio de Marcos[11] da (en la mayoría de los manuscritos) un nombre de lugar bastante diferente, Dalmanuta, aunque un grupo de manuscritos dan o bien Magdala o Magadan, posiblemente a través de la asimilación con el texto Matthean..[12]
Los dos primeros evangelios narran este episodio que fue tan trascendente en la conducta de los primeros cristianos respecto de las leyes de los escribas y fariseos. Jesús explica que en muchos casos tales tradiciones han llegado a anular el mandato de Dios; por tanto, en esos casos no deben seguirse. Jesús proclama el verdadero sentido de los preceptos morales. El error de algunos escribas escribas consistía en poner la atención exclusivamente en lo externo y abandonar la pureza interior o del corazón. Igual sucedía con otras prescripciones:
Meyer sugiere que la palabra "Jesús" es probablemente un añadido.[10]
Los dos últimos preceptos del Decálogo inciden en este mismo asunto: la lucha sincera contra los pecados internos —los malos pensamientos, los odios, los rencores, los deseos impuros, etc.— es necesaria para tener una conciencia recta y para que esas faltas no degeneren en pecados externos. El pasaje recuerda la sexta bienaventuranza, que invita a la limpieza de corazón para ver a Dios:
Tiro y Sidón son dos ciudades fenicias, en la costa del Mediterráneo, que en la actualidad pertenecen al Líbano. Nunca formaron parte de Galilea, pero se encuentran cerca de su frontera noroeste. Por eso, en tiempos de Jesús caían fuera de los dominios de Herodes Antipas. Allí se retiró Jesús para evitar la persecución de éste y de los judíos, y atender de modo más intenso a la formación de sus Apóstoles. En la región de Tiro y Sidón la mayoría de los habitantes eran paganos. San Mateo llama a esta mujer «cananea» ya que según el Génesis [19] esta zona fue una de las primeras colonias de los cananeos; Marcos la llama «sirofenicia». Ambos evangelios resaltan su condición de pagana, con lo que adquiere mayor relieve su fe en Jesús. Pero esta gran fe se compone de actos puntuales y audaces: la mujer pide aunque parezca inoportuna, insiste aunque se tenga por indigna, persevera ante las dificultades y al fin logra lo que quiere.
Los evangelistas recogen en varias ocasiones, a modo de resumen, las curaciones de Jesús con las que se cumplía lo anunciado por el profeta Isaías para los tiempos mesiánicos: «Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como un ciervo y la lengua del mudo gritará de júbilo»[22][23]
Los milagros de Jesús, además de ser hechos reales, tienen carácter de signos de las realidades sobrenaturales:
Acerca de los milagros, después de admirar su grandeza, nos queda por sondear su profundidad. No debemos quedarnos en la superficie, sino que debemos penetrar en su interior, de modo que, lo que vemos y lo que admiramos, lo leamos y lo entendamos [24]
En este caso, la sobreabundancia del alimento corporal significa la magnitud de los dones divinos, especialmente de la Eucaristía. La ayuda de los discípulos señala la mediación de los ministros de la Iglesia:
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