Maridillo, rejuela y librete se llamaba a los diferentes tipos de braserito que usaban, preferentemente las mujeres, para calentarse los pies, bien bajo las faldas, bien dentro de las camas.[1]
Según Covarrubias, se les dio el nombre de maridillos porque "las calentaban -a las mujeres-, de día en sus estrados, como de noche sus maridos en la cama". Los primitivos braseritos de barro cocido sin vidriar,[2] se convirtieron en cajitas en forma de arquilla, enrejadas por la tapa, y de ahí su otro nombre de rejuelas. La otra denominación de librete describe el modelo más sofisticado de maridillo: en forma de libro, revestido interiormente de hoja de lata, dentro del cual se metía una lámina de hierro muy caliente o incandescente, con la que conservaban el calor sin peligro de prender fuego.[3]
Este pequeño e ingenioso mueble se llamó también la religiosa o la capuchina por el uso frecuente que le daban las monjas, particularmente las de esa orden (capuchinas).[4]