Se llamaban logistas[1] a diez magistrados de Atenas elegidos por la suerte, encargados de tomar las cuentas a todos aquellos que cesaban en algún destino.
Desde el Areopago hasta el último de los tribunales estaban obligados a rendir cuentas a los logistas y no podían de ninguna manera excusarse de hacerlo. A sus órdenes tenían a los eutinos, los cuales examinaban detenida y minuciosamente las cuentas y daban parte de los vicios que observaban en ellas a los logistas. Y estos después de decidir si había lugar a declararlos culpables, elevaban la queja al tribunal competente encargado de juzgar y castigar a los malversadores de los intereses públicos.