Los Libros de Samuel (I Samuel y II Samuel, que juntos en hebreo forman el "Libro de Samuel" ספר שמואל, Sefer Shmuel ספר שמואל) forman parte de la historia narrativa del Antiguo Israel en la sección Nevi'im o 'profetas' de la Biblia hebrea / Antiguo Testamento, llamada la historia deuteronómica, una serie de libros (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) que constituyen una historia teológica de los israelitas y tienen como objetivo explicar la ley de Dios para Israel bajo la guía de los profetas.[1]
Según la tradición judía, la obra fue escrita por Samuel, con adiciones de los profetas Gad y Natán.[2] El pensamiento académico moderno es que toda la historia deuteronómica se compuso en el período entre c. 630–540 a. C. combinando diversos textos independientes de varias épocas.[3][4]
Los Libros de Samuel comienzan con el nacimiento del profeta Samuel[5] y la llamada que le hizo Dios cuando era niño. Ya adulto, los israelitas son derrotados por los filisteos, que se llevan el Arca de la Alianza como símbolo de opresión de Israel por parte de sus enemigos, lo que terminaría provocando, después de varias vicisitudes, la unción de Saúl por Samuel, como primer rey de Israel. Pero Saúl demostró ser indigno y la elección de Dios se dirigió hacia David, quien derrotó a los enemigos de Israel, incluyendo a Goliath, y compró una era[6] donde su hijo Salomón construyó el templo y llevó el Arca a Jerusalén. Dios prometió a David y a sus sucesores una dinastía eterna.[7]
En la Septuaginta, base de los cánones bíblicos cristianos, el texto se divide en dos libros, ahora llamados Primer y Segundo Libro de Samuel.
Los libros de Samuel ocupan un lugar central dentro de la narrativa histórica bíblica. En la tradición hebrea se ubican inmediatamente después de Josué y Jueces, y antes de los libros de Reyes, formando junto con ellos el bloque de los «profetas anteriores». En cambio, la versión griega de los Setenta introduce ciertas variaciones: sitúa el libro de Rut entre Jueces y Samuel y unifica Samuel y Reyes bajo la denominación de los cuatro libros de los Reinos. Aun así, 1 y 2 Samuel han conservado su título propio debido a su carácter particular dentro del conjunto. Estos libros ofrecen la transición de Israel desde una confederación de tribus con jefes ocasionales hacia un sistema de monarquía estable y hereditaria. La figura de David aparece como el paradigma de este proyecto: un rey elegido y sostenido por Dios, que a pesar de sus debilidades y pecados supo mantener una relación de fidelidad con el Señor, reconociendo sus faltas y buscando siempre el perdón. Frente a él, Saúl encarna la infidelidad y la falta de obediencia, razón por la cual es rechazado.
La narración cubre desde el nacimiento de Samuel, último juez y profeta, hasta la muerte de David, relatando un período decisivo en la consolidación de Israel como nación. El texto combina relatos históricos con composiciones poéticas, como el cántico de Ana al inicio y el salmo de David al final, que enmarcan la obra y resaltan la acción divina. En conjunto, 1 y 2 Samuel presentan cómo Dios guía a su pueblo, elige a sus representantes y mantiene su alianza, incluso en medio de la fragilidad y del pecado humano.[8]
La Biblia de Jerusalén divide los dos libros de Samuel en cinco secciones. Los subtítulos adicionales también se basan en las subdivisiones de esa versión:
1 Samuel 1:1–7:17. Samuel
1 Samuel 8:1–15:35. Samuel y Saúl
1 Samuel 16:1–2 Samuel 1:27. Saúl y David
2 Samuel 2:1–20:26. David
2 Samuel 21:1–24:25. Información complementaria
Un hombre llamado Elcaná, un efraimita de la ciudad de Ramataim-Zofim, tiene dos esposas, Penina y Ana, siendo esta última su esposa favorita. Entre ambas surge una rivalidad basada en el hecho de que Penina tiene hijos y Ana no. Ana, que no tiene hijos, promete a Yahvé, el señor de los ejércitos, que si tiene un hijo, lo dedicará a Dios. Eli, el sacerdote de Silo, donde se encuentra el Arca de la Alianza, cree que está borracha, pero cuando se da cuenta de que está rezando, la bendice. Nace un niño llamado Samuel que es consagrado al Señor como nazareo – el único, además de Sansón, que se identifica en la Biblia. Ana canta un cántico de alabanza al cumplir su promesa.
Los hijos de Elí, Hofni y Fineas, pecan contra las leyes de Dios y contra el pueblo, concretamente al exigir carne cruda en lugar de cocida para el sacrificio y al mantener relaciones sexuales con las mujeres que sirven en el Tabernáculo. Sin embargo, Samuel crece «en presencia del Señor»: su familia lo visita cada año, llevándole un abrigo nuevo, y Ana tiene cinco hijos más. Elí intenta persuadir a sus hijos para que dejen de cometer maldades, pero fracasa. Como castigo por ello, llega un hombre santo que profetiza que la familia de Elí será exterminada y que ninguno de sus descendientes llegará a la vejez.
Una noche, Dios llama a Samuel y, pensando que Eli lo llama tres veces, corre hacia él. Eli le informa de que Dios desea hablar con él, y Dios le comunica a Samuel que la profecía anterior sobre la familia de Eli es correcta. Al principio, Samuel tiene miedo de informar a Eli, pero este le dice que no tema y que Dios hará lo que sea bueno a sus ojos. Con el tiempo, Samuel crece y es reconocido como profeta.
Los filisteos, a pesar de sus preocupaciones iniciales al enterarse del ritual israelita de la entrada del Arca de la Alianza, derrotan a los israelitas en la batalla de Afec, capturan el Arca y matan a Ofni y Finees, cumpliendo así la profecía anterior. Cuando Elí se entera de estos dos acontecimientos, en particular de la captura del Arca, se cae de la silla y muere. Su nuera, a su vez, se pone de parto y llama a su hijo Ichabod («sin gloria») en conmemoración de la captura del Arca.
Mientras tanto, los filisteos llevan el Arca al templo de su dios Dagón, que reconoce la supremacía de Yahvé. Los filisteos son afligidos por plagas, no pueden llevar el Arca a ninguna ciudad debido al temor de las poblaciones de esas ciudades, y devuelven el arca a los israelitas, pero al territorio de la tribu de Benjamín, a la ciudad de Beth Shemesh, en lugar de a Silo, desde donde se traslada a la ciudad de Quiriat-Jearim, donde se nombra a un nuevo sacerdote, Eleazar, para que custodie el arca durante los veinte años que permanece allí. Los filisteos atacan a los israelitas reunidos en Mizpa en Benjamín. Samuel recurre a Dios, los filisteos son derrotados de forma decisiva y los israelitas recuperan el territorio perdido. Samuel erige el Eben-Ezer (la piedra de la ayuda) en recuerdo de la batalla y ocupa su lugar como juez de Israel.
En su vejez, Samuel nombra jueces a sus hijos Joel y Abías, pero, debido a su corrupción, el pueblo pide un rey que los gobierne. Dios ordena a Samuel que conceda al pueblo su deseo a pesar de sus preocupaciones: Dios les da a Saúl de la tribu de Benjamín, a quien Samuel unge durante un intento de Saúl por localizar los asnos perdidos de su padre. Luego invita a Saúl a un banquete, donde le da el mejor trozo de carne, y hablan toda la noche en la azotea de la casa de Samuel. Samuel le dice a Saúl que regrese a casa, diciéndole que han encontrado los asnos y que su padre está preocupado por él, y le describe una serie de señales que Saúl verá en el camino a casa. Saúl comienza a profetizar cuando se encuentra con algunos profetas, lo que confunde a sus vecinos. Finalmente, Samuel anuncia públicamente a Saúl como rey, aunque no sin controversia.
Poco después, Nahash de Amón sitia Jabes de Galaad y exige que a todos los habitantes de la ciudad se les arranque el ojo derecho como parte del tratado de paz. Los jabesitas envían mensajeros en busca de un salvador. Cuando Saúl se entera de la situación, reúne un ejército de 330 000 hombres y lanza un ataque sorpresa por la noche, lo que lleva a Israel a la victoria y salva a Jabes, demostrando así que quienes dudaban de él estaban equivocados. La realeza de Saúl se renueva.
Samuel es consciente de que él es el juez definitivo y de que la era de los reyes está a punto de comenzar, y habla a los israelitas, demostrando su inocencia y recapitulando la historia de Israel. Pide al Señor que envíe truenos y lluvia, y reprende al pueblo por su deseo de tener un rey. No obstante, les dice que mientras se abstengan de adorar ídolos, no perecerán, pero que si lo hacen, la calamidad caerá sobre el reino.
A pesar de sus numerosas victorias militares, Saúl desobedece las instrucciones de Yahvé. En primer lugar, tras una batalla contra los filisteos, no espera a que llegue Samuel antes de ofrecer sacrificios. Mientras tanto, resulta que los filisteos han estado matando y capturando a herreros para asegurarse de que los israelitas no tengan armas, por lo que estos van a la guerra básicamente con herramientas agrícolas afiladas. El hijo de Saúl, Jonatán, lanza un ataque secreto trepando por un paso hacia el campamento filisteo y mata a veinte personas en el proceso. El pánico que esto provoca lleva a la victoria de los israelitas. Jonatán encuentra miel y la come, a pesar de la orden real de no comer hasta la noche.
Jonatán comienza a dudar de su padre, razonando que se podría haber logrado una victoria aún mayor si los hombres hubieran comido. La orden real tiene otros efectos secundarios no deseados, concretamente que los hombres comienzan a matar y comer animales sin drenarles la sangre. Para contrarrestar esto, Saúl establece un altar para que se puedan observar las leyes adecuadas. Cuando un sacerdote sugiere consultar a Dios antes de lanzar otro ataque, Dios permanece en silencio, lo que lleva a Saúl a establecer un procedimiento pseudojurídico para determinar de quién es la culpa de que Dios los haya abandonado. La suerte recae en Jonatán, pero los hombres se niegan a dejar que lo ejecuten, ya que él es la razón de su victoria.
Con el tiempo, Saúl lucha contra los moabitas, los ammonitas, los edomitas, los zobahitas, los filisteos y los amalecitas, obteniendo la victoria sobre todos ellos. Su reino se encuentra en un estado constante de guerra, y recluta continuamente nuevos héroes para su ejército. Sin embargo, desobedece la orden de Dios de destruir a Amalec: Saúl perdona la vida a Agag, el gobernante amalecita, y se queda con la mejor parte de los rebaños amalecitas para ofrecerlos en sacrificio. Samuel reprende a Saúl y le dice que Dios ha elegido a otro hombre para ser rey de Israel. Samuel mata entonces a Agag.
Samuel viaja a Belén para visitar a un hombre llamado Jesé, con la promesa de Dios de que Samuel puede ungir a uno de sus hijos como rey. Sin embargo, mientras inspecciona a los hijos de Isaí, Dios le dice a Samuel que ninguno de ellos será rey. Dios le dice a Samuel que unja a David, el hermano menor, como rey. Saúl enferma y David acude a tocarle el arpa. Saúl toma simpatía por David y este entra en la corte de Saúl como su portador de armadura y arpista.
Comienza una nueva guerra contra los filisteos y surge un campeón filisteo llamado Goliat, que desafía a cualquier israelita a un combate uno contra uno, en el que el pueblo del perdedor quedará sometido al vencedor. David va a llevar comida a sus hermanos al campamento israelita, se entera de la situación y de la recompensa que Saúl está dispuesto a dar a quien lo mate: una gran fortuna, la mano de su hija en matrimonio y la exención de impuestos para la familia del asesino, y le dice a Saúl que matará a Goliat. Saúl quiere que lleve su armadura, pero David descubre que no puede porque no está acostumbrado a ella. Al ver la juventud de David, Goliat comienza a maldecirlo. David lanza una piedra a la frente de Goliat y este muere. David le corta la cabeza a Goliat con su propia espada.
Jonatán se hace amigo de David. Saúl comienza a enviar a David a misiones militares y rápidamente lo asciende debido a sus éxitos, pero comienza a sentir celos de David después de que los israelitas compongan una canción sobre lo mucho más exitoso que es David que Saúl. Un día, Saúl decide matar a David con una lanza, pero David lo evita. Saúl se da cuenta de que Dios ahora está con David y ya no con él, lo que le hace temer a David. Por lo tanto, busca otras formas de apaciguar a David. Primero, lo envía a campañas militares, pero esto solo lo hace más exitoso.
A continuación, intenta casarlo con su hija Merab, pero David se niega, por lo que Merab se casa con el noble Adriel. Sin embargo, Mical, otra de las hijas de Saúl, está enamorada de David. Aunque David sigue sin estar seguro de convertirse en yerno del rey, Saúl solo exige cien prepucios filisteos como dote. Aunque se trata de un plan para que los filisteos capturen a David, este mata a doscientos filisteos y lleva sus prepucios a Saúl. Saúl trama entonces la muerte de David, pero Jonatán le convence de que no lo haga.
Una vez más, Saúl intenta matar a David con su lanza, por lo que David decide huir, bajado por una ventana por Mical, quien luego toma un ídolo, lo cubre con ropa y le coloca pelo de cabra en la cabeza para ocultar la huida de David. David visita a Samuel. Cuando Saúl se entera, envía hombres para capturar a David, pero cuando ven a Samuel comienzan a profetizar, al igual que Saúl cuando intenta capturar a David él mismo.
David visita entonces a Jonatán, y discuten sobre si Saúl realmente quiere matar a David. David propone una prueba: al día siguiente va a cenar con el rey para la fiesta de la luna nueva. Sin embargo, se esconderá en un campo y Jonatán le dirá a Saúl que David ha regresado a Belén para un sacrificio. Si el rey acepta esto, no está tratando de matarlo, pero si se enoja, sí lo está. Jonatán idea un código para transmitir esta información a David: irá a la piedra Ezel, disparará tres flechas contra ella y le dirá a un paje que las busque. Si le dice al paje que las flechas están a su lado de la piedra, David puede acudir a él, pero si le dice que están al otro lado de la piedra, debe huir. Cuando Jonatán pone en marcha el plan, Saúl intenta matarlo con su lanza. Jonatán se lo comunica a David utilizando su código y los dos lloran al separarse.
David llega a Nob, donde se encuentra con el sacerdote Ajimelec, bisnieto de Elí. Fingiendo que está en una misión del rey y que va a reunirse con sus hombres, pide provisiones. Le dan el panes de la proposición y la espada de Goliat. Luego huye a Gat y busca refugio en la corte del rey Aquis, pero finge estar loco porque teme lo que los filisteos puedan hacerle.
David, perseguido por Saúl, encuentra refugio en la cueva de Ádullam, donde lo visitan sus familiares. Más tarde asegura su protección en la corte del rey de Moab, en Mizpa. Durante este tiempo, Doeg el edomita informa a Saúl de que David había estado en Nob, lo que provoca la matanza de los sacerdotes, salvo Abiatar, que logra huir y se une a David, convirtiéndose en su aliado espiritual. Con la ayuda de Dios y de Abiatar, David libera la ciudad de Keila de los filisteos, pero al saber que sus habitantes lo entregarían a Saúl, escapa hacia el desierto de Zif. Allí recibe la visita de Jonatán, quien lo confirma como futuro rey. Sin embargo, los zifitas revelan su ubicación a Saúl, aunque este debe interrumpir la persecución por una invasión filistea.
Posteriormente, Saúl reanuda la búsqueda en En Gadi. En una cueva, David tiene la oportunidad de matarlo, pero en lugar de hacerlo solo corta una parte de su manto, demostrando su inocencia y respeto hacia el ungido del Señor. Conmovido, Saúl reconoce su error y lo declara sucesor, pidiéndole que no extermine a sus descendientes. Tras la muerte de Samuel, David se traslada al desierto de Parán. Allí ocurre el episodio con Nabal, un hombre rico pero insensato, que rechaza compartir sus bienes. Su esposa, Abigail, interviene con generosidad y prudencia, evitando una masacre. Poco después de la muerte de Nabal, David la toma por esposa, junto con Ahinoam de Jezreel. Mientras tanto, Saúl entrega a Mical, la primera esposa de David, a otro hombre. Más adelante, los zifitas vuelven a delatar a David. Saúl lo persigue nuevamente y acampa en el desierto. Una noche, David entra en su campamento acompañado de Abisai y Ahimélec el hitita. Aunque tiene otra ocasión para acabar con la vida de Saúl, solo toma su lanza y su jarra de agua como prueba. Al día siguiente reprocha a Abner por no haber protegido a su rey y muestra los objetos como testimonio. Saúl, una vez más, reconoce su falta y bendice a David, antes de regresar a su casa.
David se refugia con los filisteos y gana la confianza del rey Aquis fingiendo atacar a Israel, cuando en realidad derrota a amalecitas y otros pueblos. Saúl, desesperado por la guerra, consulta a la adivina de Endor. Samuel le anuncia la derrota y su muerte junto a sus hijos. Los filisteos desconfían de David y lo envían de vuelta a Ziclag, donde encuentra la ciudad saqueada. Persigue a los amalecitas, los vence y rescata a su gente y bienes, repartiendo el botín con justicia.
En el monte Guilboa, los filisteos derrotan a Israel. Saúl y sus hijos mueren; el rey se suicida para evitar la captura. Los filisteos profanan su cuerpo, pero los hombres de Jabés de Galaad lo recuperan y le dan sepultura.
De vuelta en Siclag, tres días después de la muerte de Saúl, David recibe la noticia de que Saúl y sus hijos han muerto. Se descubre que el mensajero es un amalecita que, ante la insistencia de Saúl, lo había matado para acelerar su muerte y le había llevado la corona a David. David ordena su muerte por haber matado al ungido de Dios. En este momento, David pronuncia un majestuoso elogio fúnebre, en el que alaba la valentía y la magnificencia tanto de su amigo Jonatán como del rey Saúl.[9]
David, siguiendo la voluntad de Dios, se establece en Hebrón, donde los ancianos de Judá lo ungen como rey. Reconoce el gesto de los hombres de Jabés de Galaad por honrar a Saúl. Mientras tanto, en el norte, Isboset, apoyado por Abner, gobierna sobre las tribus de Israel. La tensión entre ambos bandos culmina en Gabaón, donde un duelo entre guerreros termina en batalla abierta, con victoria de David. Durante la retirada, Abner mata a Asael, hermano de Joab, generando una enemistad mortal. La guerra se prolonga, pero la casa de Saúl se debilita. Tras una disputa con Isboset, Abner decide pasarse al lado de David, quien lo recibe a condición de que le devuelva a Mical. Abner negocia con los ancianos de Israel para que reconozcan a David, pero Joab, buscando venganza por Asael, lo asesina. David se deslinda del crimen, maldice la casa de Joab y honra a Abner con un funeral. Poco después, Isboset es traicionado y asesinado por dos de sus propios capitanes, quienes llevan su cabeza a David esperando recompensa. En lugar de premiarlos, David los ejecuta por matar a un inocente y manda enterrar la cabeza de Isboset en la tumba de Abner, cerrando así el ciclo de la dinastía de Saúl.
David es ungido rey de todo Israel y conquista Jerusalén, toma la fortaleza de Sión y la convierte en su ciudad. El rey Hiram I de Tiro le envía artesanos para construirle un palacio, mientras su familia crece. Los filisteos intentan derrotarlo, pero con ayuda de Dios, David los vence en Baal Perizim y en el valle de Refaim. Decide trasladar el Arca a Jerusalén. Durante la procesión, Uza muere al tocarla, lo que hace que David detenga el traslado. Tras ver las bendiciones recibidas por Obed-Edom, finalmente lleva el Arca a Jerusalén danzando ante el Señor, lo que provoca el desprecio de Mical, que queda estéril.
David desea construir un templo, pero Dios, a través del profeta Natán, le revela que esa tarea corresponderá a su descendencia. En cambio, promete consolidar su dinastía. David agradece la promesa y continúa sus campañas militares, sometiendo a los pueblos vecinos y organizando su gobierno.
David busca mostrar lealtad a la casa de Saúl y pregunta si queda algún descendiente. Le informan sobre Mefiboset, hijo lisiado de Jonatán. David lo hace venir a Jerusalén, lo recibe con misericordia y le devuelve las tierras de Saúl. Además, ordena que Ziba, antiguo siervo de la casa de Saúl, administre las posesiones en favor de Mefiboset. Desde entonces, Mefiboset vive en Jerusalén y come siempre en la mesa del rey, como un hijo más.
Los amonitas humillan a los enviados de David y, temiendo represalias, forman alianza con arameos. Joab divide al ejército: derrota a los arameos y Abisai hace huir a los amonitas. Más tarde, David vence en Helam y los arameos hacen la paz, dejando solos a los amonitas, que son destruidos. En Jerusalén, David comete adulterio con Betsabé y ordena la muerte de Urías. Natán lo confronta con una parábola y le anuncia castigo: violencia en su casa y la pérdida de su hijo. El niño muere pese al ayuno de David, pero luego nace Salomón. Finalmente, David acude al frente en Rabá, toma la ciudad, obtiene botín, se corona y somete a los amonitas a trabajos forzados.
Amnón, hijo de David, viola a su hermana Tamar. Su hermano Absalón, dos años después, lo mata en venganza y huye a Guesur. Con el tiempo, Joab logra que David permita el regreso de Absalón, primero sin verlo y luego restableciendo la relación. Absalón gana popularidad entre el pueblo, se proclama rey en Hebrón y obliga a David a huir de Jerusalén. Con el consejo de Hushai, espía de David, los planes de Ahitofel se frustran y éste se suicida. Finalmente, la batalla decisiva ocurre en el bosque de Efraín: los hombres de David vencen y Absalón, atrapado en un árbol por su cabello, es muerto por Joab, pese a la orden de perdonarlo. David llora desconsolado, aunque Joab lo reprende para que anime a sus tropas.
De regreso a Jerusalén, David recibe disculpas de Shimei, escucha la defensa de Mefiboset y agradece la lealtad de Barzilai, quien rechaza acompañarlo por su vejez. Sin embargo, surge una nueva división entre Judá e Israel, aprovechada por Seba para levantar una rebelión. David encarga a Amasa reunir las tropas, pero Joab lo asesina y retoma el mando. La rebelión concluye cuando, en Abel Bet-Maacá, una mujer del pueblo entrega la cabeza de Seba, poniendo fin al conflicto.
Al final de 2 Samuel, se narran cuatro capítulos con eventos complementarios a la historia principal de David. Comienza con un hambre de tres años causada por la matanza de los gabaonitas por Saúl. David consulta a los gabaonitas, quienes exigen la muerte de siete descendientes de Saúl; se salvan Mefiboset y otros, pero Armoni, Mefiboset hijo de Rizpa y cinco hijos de Merab son ejecutados. Rizpa protege los cuerpos y David finalmente entierra los restos de Saúl, Jonathan y los ejecutados, lo que pone fin al hambre. Después, David libra varias batallas contra los filisteos, destacando hazañas de sus guerreros como Abisai, Eleazar, Shammah y Benaniah, quienes vencen enemigos formidables y arriesgan su vida por él. David canta un himno de gratitud a Dios por su protección.
En su último discurso, David habla de la bondad de su casa y enumera a sus guerreros más valientes, los treinta y otros héroes. Luego, Dios castiga a Israel y manda a David hacer un censo. Arrepentido, David pide perdón; Gad le ofrece tres castigos y él elige la plaga, que mata a 70 000 personas. Al detenerse el ángel de la muerte en el terreno de Arauna, David construye un altar tras comprar el terreno, ofreciendo sacrificio a Dios, lo que detiene la plaga y asegura la reconciliación divina.
1 y 2 Samuel eran originalmente (y, en la mayoría de las biblias judías, todavía lo son[10]) un solo libro, pero la primera traducción griega, llamada Septuaginta y realizada alrededor del siglo II a. C., lo dividió en dos; esto fue adoptado por las traducciones latinas utilizadas en la iglesia cristiana primitiva de Occidente y finalmente introducido en las biblias judías a principios del siglo XVI.[11]
A imitación de la Septuaginta, lo que hoy se conoce comúnmente como 1 Samuel y 2 Samuel, se denomina en la Vulgata 1 Reyes y 2 Reyes respectivamente.[12] Lo que hoy se conoce comúnmente como 1 Reyes y 2 Reyes sería 3 Reyes y 4 Reyes en las Biblias anteriores a 1516.[13] Fue en 1517 cuando comenzó a utilizarse la división que conocemos hoy en día, utilizada por las Biblias protestantes y adoptada por los católicos. Las Biblias católicas y ortodoxas tradicionales aún conservan el nombre de la Septuaginta; por ejemplo, la Biblia de Douay-Rheims.[14]
El texto hebreo que utilizan hoy en día los judíos, llamado Texto masorético, difiere considerablemente del texto hebreo que sirvió de base para la primera traducción al griego, y los estudiosos siguen trabajando para encontrar las mejores soluciones a los numerosos problemas que esto plantea.[15]
La estéril Ana le promete a Yahweh que si tuviese un hijo, se dedicará a Él. Elí, sacerdote de Silo (donde se encontraba el Arca de la Alianza), la bendice y nace un niño llamado Samuel. Samuel se dedicó al Señor como nazareo, el único junto con Sansón identificados en la Biblia. Los hijos de Elí, Ofni y Fineas, pecaban contra las leyes de Dios, del pueblo y del sacerdocio y mueren durante la batalla de Afek, mientras que el pequeño Samuel crece 'ante la presencia del Señor'.
Los filisteos capturaron el Arca de la Alianza de Silo y se la llevaron al templo de su propio dios Dagón en la ciudad de Asdod. Pero los filisteos empiezan a estar afectados por plagas hasta que devuelven el Arca a los israelitas, incluyendo ofrendas de desagravio al territorio de la tribu de Benjamín en lugar de a Silo. Los filisteos atacan después a los israelitas reunidos en Mispá en Galaad. Cuando Samuel apela a Yahweh, los filisteos son derrotados decisivamente y los israelitas pudieron recuperar su territorio perdido.
En su vejez, Samuel nombra a sus hijos Joel y Abías como jueces, pero debido a su corrupción, el pueblo pide que un rey los gobierne. Dios le dice a Samuel que unja a David de Belén como rey, y David entra en la corte de Saúl como su escudero y arpista. El hijo y heredero de Saúl, Jonatán, se hace amigo de David y lo reconoce como el rey legítimo. Saúl trama la muerte de David, pero David huye al desierto, donde se convierte en defensor de los hebreos. David se une a los filisteos, pero continúa defendiendo en secreto a su propio pueblo, hasta que mueren Saúl y Jonatán en la batalla del Monte Guilboa. En esta ocasión, David profiere una alabanza majestuosa, elogiando la valentía y la magnificencia de su amigo Jonatán y del rey Saúl.[16]
Los ancianos de Judá ungen a David como rey, pero en el norte, el hijo de Saúl, Ish-bosheth (o Ishbaal), gobierna sobre las tribus del norte. Después de una larga guerra, Ishbaal muere a manos de Rechab y Baanah, dos de sus capitanes que esperaban una recompensa de David, pero David los mata por asesinar a un ungido de Dios. David es ungido entonces rey de todo Israel unificado, captura Jerusalén y lleva allí el Arca. David desea construir un templo, pero Natán le profetiza que uno de sus hijos será el que construya el templo. David sigue derrotando a los enemigos de Israel, filisteos, moabitas, edomitas, sirios y arameos.
David comete adulterio con Betsabé, que queda embarazada. Cuando su esposo, el militar Urías el hitita vuelve de la batalla, David lo alienta a ir a casa para que vea a su esposa, pero Urías lo declina pues David lo necesita. Así, David envía deliberadamente a Urías a una misión suicida. Su comportamiento despierta la cólera divina, y Yahweh envía desastres contra su casa. Natán le profetiza a David que la espada nunca se apartará de su casa. Durante el resto de su reinado tiene problemas. Amnón (uno de los hijos de David) viola a su hermanastra Tamar (una de las hijas de David). Absalón (otro hijo de David) mata a Amnón y se rebela contra su padre, y David tiene que irse de Jerusalén. Absalón es asesinado después de la Batalla del Bosque de Efraín y David es restaurado como rey y regresa a su palacio. Finalmente, solo quedan dos contendientes para su sucesión, Adonías, hijo de David y Haggith, y Salomón, hijo de David y Betsabé.
El Segundo Libro de Samuel concluye con cuatro capítulos (capítulos 21 a 24) que se encuentran fuera de la narración cronológica de Saúl y David. La narración se reanuda con el Primer Libro de los Reyes, que relata cómo, mientras David se está muriendo en su lecho, Betsabé y Natán aseguran la elevación de Salomón al trono.
Los cuatro capítulos suplementarios[17] cubren una gran hambruna durante el reinado de David,[18] la ejecución de siete de los descendientes restantes de Saúl de los que solo Mefiboset se salvó,[19] el cántico de liberación de David,[20] que es casi idéntico al Salmo 18, sus últimas palabras,[21] una lista de los 'guerreros poderosos' de David,[22] una ofrenda hecha por David usando agua del pozo de Belén,[23] el censo pecaminoso de David,[24] una plaga sobre Israel que David prefirió a la hambruna o la opresión,[25] y la construcción de un altar en la tierra que compró a Arauna el Jebuseo.[26]
Lo que ahora se conoce comúnmente como 1 Samuel y 2 Samuel son llamados por la Vulgata, imitando a la Septuaginta, 1 Reyes y 2 Reyes respectivamente.[27] Entonces, lo que ahora se conoce comúnmente como 1 Reyes y 2 Reyes serían 3 Reyes y 4 Reyes en Biblias antiguas de antes del año 1516. Fue en 1517 cuando comenzó el uso de la división que hoy conocemos, utilizada por las Biblias protestantes y adoptada más posteriormente por los católicos. Algunas Biblias aún conservan la antigua denominación, por ejemplo, la Biblia Douay–Rheims.[28]
1 y 2 Samuel eran originalmente una sola obra (y en algunas biblias judías todavía lo siguen siendo[29]), pero los traductores de la Septuaginta griega, producida alrededor del siglo II a. C., la dividieron en dos. Esto fue adoptado por las traducciones latinas utilizadas en la iglesia cristiana primitiva de Occidente, y finalmente se introdujo en las biblias judías a principios del siglo XVI.[11] El texto hebreo, que usan los judíos hoy en día, llamado texto masorético, difiere considerablemente del texto hebreo que fue la base de la primera traducción griega, y los eruditos todavía están trabajando para encontrar las mejores soluciones a los muchos problemas que esto provoca.[15]
El libro de Samuel habría sido escrito en dos partes: hasta 1 Samuel 25 por Samuel, y el resto por los profetas Gad y Natán, según el Talmud, aunque los estudios modernos rechazan esta atribución. Comentadores medievales como Abarbanel señalaron indicios de edición posterior, y Martin Noth propuso en 1943 que Samuel forma parte de la historia deuteronómica junto a Josué, Jueces y Reyes,[30] compuesta en etapas entre los siglos VIII y VI a. C., con ediciones adicionales en el periodo persa o helenístico. Los autores y editores se basaron en varias fuentes más antiguas:[31] la «narrativa del arca», el «ciclo de Saúl», la «historia del ascenso de David» y la «narrativa de la sucesión». La «narrativa del arca» podría incluso ser anterior a la era de David.[32][33][34]
Aunque la hipótesis de la compilación tardía es ampliamente aceptada, existen objeciones: las pruebas de la historia deuteronómica son limitadas, algunos principios teológicos de la deuteronomía aparecen en textos anteriores a Josías, y hay diferencias de estilo y estructura entre Deuteronomio y Samuel.[35] Por ello, algunos sostienen que las fuentes podrían ser contemporáneas a los hechos relatados.[36]
Los libros de Samuel enseñan que la historia de Israel refleja el proyecto salvador de Dios, quien elige a un pueblo y dentro de él a personas concretas —reyes y profetas— para guiarlo. Los reyes representan a Dios y los profetas lo interpretan y defienden sus derechos. La narrativa se centra en la Alianza con David, resaltando sus aspectos positivos y promesas más que las obligaciones o castigos. Por ejemplo, los pecados de David, como el adulterio con Betsabé y la muerte de Urías, se atenúan por su lealtad, mientras que Saúl es rechazado por rechazar al Señor. La monarquía dinástica es presentada como institución deseada por Dios; los reyes, con gran dignidad, son considerados «hijos de Dios» en sentido metafórico. Los profetas, como Samuel, Natán y Gad, cumplen la función de ungir a los reyes y corregirlos cuando es necesario. Jerusalén ocupa un papel central, política y teológicamente: es la ciudad santa donde reina el Señor, sede de su morada y de la dinastía davídica. Su grandeza depende de la fidelidad del pueblo; la infidelidad trae castigo y destrucción, como el exilio del siglo VI a.C.[37]
A la luz del Nuevo Testamento, los libros de Samuel muestran que las promesas hechas a David no se limitaban a un reino temporal, sino que se cumplen en Jesús, descendiente de David, quien inaugura el reino de Dios de naturaleza espiritual. Jesús anuncia este reino de manera discreta, aceptando el título de “hijo de David” y mostrando su realeza en la entrada triunfal a Jerusalén. Tras su resurrección, los discípulos destacan su ascendencia davídica como cumplimiento de la profecía de Natán. David es visto como figura de Cristo: su victoria sobre Goliat simboliza el triunfo sobre el mal; sus salmos expresan la voz divina; y su arrepentimiento ante el pecado revela la misericordia de Dios. Además, Jerusalén adquiere un significado espiritual, prefigurando en el Apocalipsis la “nueva Jerusalén”, símbolo del pueblo escatológico destinado a la salvación.[38]
Se cree que las fuentes utilizadas para construir 1 y 2 Samuel incluyen las siguientes:[39]
Texto Masoretico
Tranducciones judías
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