La ley de segunda oportunidad, formalmente ley 25/2015, de 28 de julio, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de la carga financiera y otras medidas de orden social,[1] es una ley española aprobada por las Cortes Generales en el año 2015 a iniciativa del primer Gobierno de Mariano Rajoy. La ley, que contó con el apoyo del partido gubernamental —el Partido Popular (PP)— y Unión Progreso y Democracia (UPyD), fue publiciada en el Boletín Oficial del Estado el miércoles 29 de julio de 2015, entrando en vigor al día siguiente.[2] Esta ley está dirigida a personas particulares o empresas autónomas que con el tiempo hayan adquirido deudas que sean difíciles de eliminar, por haber llegado a una situación crítica en su estado de finanzas, para poder dar una solución a las mismas.[3]
Ley de segunda oportunidad | ||
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Título largo | Ley 25/2015, de 28 de julio, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de la carga financiera y otras medidas de orden social | |
Extensión territorial |
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Legislado por | Cortes Generales | |
Hecho por | Primer Gobierno de Mariano Rajoy | |
Referencia del diario oficial | BOE-A-2015-8469 | |
Historia | ||
Aprobación |
24 de junio de 2015 (Congreso de los Diputados) 15 de julio de 2015 (Senado) | |
Promulgación | 28 de julio de 2015 (Felipe VI) | |
Entrada en vigor | 30 de julio de 2015 | |
Legislación relacionada | ||
Modificada por |
Real Decreto Legislativo 5/2015, de 30 de octubre Real Decreto Legislativo 1/2020, de 5 de mayo | |
Legislación vigente | ||
La ley de segunda oportunidad no es un mecanismo para evitar pagar las deudas de un particular o autónomo, su único objetivo es propiciar una reestructuración del pago de las mismas, y llegar a un reequlibrio entre acreedores y deudores. En última instancia se puede llegar a producir la exoneración de la deuda si es verificable que la persona es incapaz de saldarla, sin poner en peligro su patrimonio presente y futuro.[4]
La ley de segunda oportunidad está dirigida a personas particulares y profesionales por cuenta propia o autónomos en situación crítica financiera y sobre endeudamiento, ya que antes de esta ley no existía un vehículo legal claro para pedir la exoneración de sus deudas.[2][5][6]
Se puede trabajar con todo tipo de deudas, ya estén clasificadas como créditos privilegiados, subordinados y ordinarios, incluyendo las deudas con la Hacienda y la Seguridad Social.
No obstante, a partir de la reforma de la Ley Concursal 16/2022 del 5 de septiembre, se implementaron restricciones en cuanto a la exoneración de deudas con entidades públicas. En concreto, se establecieron los siguientes límites:
– Hacienda Pública: Un máximo de 10.000€.
– Seguridad Social: Un máximo de 10.000€.
La Ley Concursal 16/2022 introdujo modificaciones que afectan directamente a la Ley de Segunda Oportunidad. Los puntos destacados incluyen:[7]
A pesar de acogerse a Ley de Segunda Oportunidad, hay deudas que no se pueden cancelar puesto que no son exonerables,[8] como por ejemplo las que deriven de una garantía real, como la hipoteca. En efecto, no se puede cancelar la deuda hipotecaria al mismo tiempo que conservar la propiedad. Igualmente los gastos judiciales generados durante este procedimiento, la pensión de alimentos de los hijos y la responsabilidad civil extracontractual; tampoco pueden ser cancelados.
Existen diversos trámites y documentos que deben llevarse a cabo con una duración específica, lo que imposibilita determinar con certeza el tiempo necesario para la resolución.
El período de ejecución del proceso puede extenderse hasta 18 meses como máximo[9] por ley, dependiendo de la complejidad del asunto. Esta cifra representa el límite legal establecido para tales situaciones, aunque los casos más intrincados o aquellos en jurisdicciones con tribunales altamente congestionados podrían recibir una prórroga, alargando el plazo por algunos meses adicionales.
Tras acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad y obtener la exoneración del pasivo insatisfecho, el deudor puede experimentar ciertas limitaciones en su acceso al crédito. Aunque legalmente no existe una prohibición para solicitar nuevos préstamos,[10] las entidades financieras pueden considerar el historial crediticio del solicitante y su participación en un proceso de insolvencia al evaluar nuevas solicitudes de financiación. Con el tiempo y demostrando estabilidad económica, es posible mejorar la calificación crediticia y acceder nuevamente a productos financieros.