Jenaro Abasolo Navarrete (Santiago de Chile,1833 — 1884) fue un filósofo, político, sociólogo e ingeniero chileno, reconocido como uno de los más originales filósofos chilenos.[1]
Jenaro Abasolo | ||
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | José Francisco Jenaro Abasolo Navarrete | |
Nacimiento |
10 de septiembre de 1833![]() | |
Fallecimiento |
3 de octubre de 1884![]() | |
Nacionalidad | Chilena | |
Religión | Deísta | |
Educación | ||
Educado en |
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Información profesional | ||
Ocupación | Filósofo y agrimensor | |
Movimiento | Idealista | |
Obras notables | La personalidad política: los pobres y los ricos o lo consumado y lo posible | |
Jenaro Abasolo, en ocasiones también referido Abásolo, nació en la ciudad de Santiago, el 10 de septiembre de 1833, hijo de José Ramón Abásolo Olivares y doña Rosa Navarrete Borras.[2]
Estudió en el Instituto Nacional, obtuvo el título de agrimensor el 31 de mayo de 1856 por la Universidad de Chile, y se desempeñó como profesor de matemáticas en el Colegio de Minas de Copiapó. Viaja a Perú y Argentina. Reside cierto tiempo en París. Es influenciado por la escuela idealista alemana, particularmente por Kant y Hegel. Amigo y discípulo de Francisco Bilbao. Deísta, crítico del positivismo de Auguste Comte; se distingue por su pensamiento americanista, idealista y social.[3]
Falleció en la ciudad de Santiago, el 3 de octubre de 1884 con 51 años.[2]
El pensamiento de Abasolo está reflejado en una de sus principales obras: "La personalidad política y la América del porvenir", publicado póstumamente en 1907. En él "reflexionó sobre las instituciones, prácticas e ideas que determinan y hacen posible la conformación del Estado-nación chileno. Planteó el ideario político-filosófico del país a través de conceptos éticos, estéticos, económicos, sociales, religiosos y educativos. Tomó como referente las ideas de personalidad política hacia América Latina. Además presentó una aguda crítica, en la relación el continente tenía con el pensamiento europeo, estableciendo la necesidad de constituir formas particulares de comprender la propia realidad".[1]
En el libro, el filósofo retrata a América como “inestable, endeble, frágil; como un esbozo, un nacimiento reciente, una aparición aún borrosa, un boceto sin terminar. El americano es, antes que nada, un pueblo joven y como tal, está atravesado por sombras, así como por errores y faltas”.[1]