El intervalo post mortem (IPM) es el tiempo transcurrido desde la muerte de una persona. Cuando se desconoce el momento exacto de la muerte, esto puede estimarse y de dicha manera, establecer una hora aproximada de la muerte. Existen técnicas médicas y científicas habituales que respaldan dicha estimación.
Los cambios ocurridos en un cuerpo después de la muerte o post mortem son:
Además de tener en cuenta el algor mortis, livor mortis, rigor mortis y el contenido gástrico, también es necesario examinar las condiciones ambientales en la escena de la muerte.[1] La constitución física y la indumentaria también influyen en la rapidez de enfriamiento del cuerpo y, por tanto, en la velocidad de su descomposición.[2]
Existen técnicas analíticas que se pueden usar para determinar el intervalo post mortem:
Los métodos más avanzados son la cuantificación del ADN[5] y la espectroscopia de infrarrojos.[6] Para los individuos enterrados también existen diversos cambios registrados en los suelos, como los niveles de metano,[7] fosfatos y nitratos,[8] el nitrógeno reactivo a la ninhidrina,[9] los compuestos orgánicos volátiles[10] y la conductividad del agua.[11]