La incontinencia fecal (IF) es la pérdida del control en la expulsión de las heces por el ano.
Incontinencia fecal | ||
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Especialidad | gastroenterología | |
Entre las causas más comunes son lesiones inmediatas o diferidas del parto, las complicaciones de la cirugía por patología anorrectal previa (especialmente relacionadas con los esfínteres anales o a los paquetes vasculares hemorroidales) y los hábitos intestinales alterados (por ejemplo, causada por el síndrome del intestino irritable, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, la intolerancia a los alimentos, o el estreñimiento con incontinencia por derramamiento). Se estima que el 2,2 % de las personas adultas se ven afectadas.[1][2][3][4]
La incontinencia fecal tiene tres consecuencias principales: reacciones locales de la piel perianal y del tracto urinario, incluyendo la maceración (ablandamiento y emblanquimento de la piel debido a la humedad continua), infecciones del tracto urinario, o úlceras de decúbit (llagas de presión); un gasto financiero por el paciente (debido a coste de los medicamentos y productos para la incontinencia, y la pérdida de productividad), por los empleadores (días libres), y por las aseguradoras médicas y por la sociedad en general (los costes de atención de salud, paro); y una disminución asociada a la calidad de vida.[5][6] Se reduce a menudo la autoestima, con sentimientos de vergüenza, humillación, depresión, requiriendo el paciente de organizarse la vida alrededor de un fácil acceso al cuarto de baño y teniendo que evitar actividades agradables. La IF es un ejemplo de una condición médica estigmatizada, que crea barreras para un tratamiento adecuado.[7] El paciente puede sentirse demasiado avergonzado como para buscar ayuda médica, y trata de autogestionar el síntoma en secreto de los otros.
La IF es uno de los trastornos más debilitantes psicológicamente y socialmente por el individuo sano, pero en general es tratable. Por el tratamiento a menudo hace falta una combinación individualizada de medidas dietéticas, farmacológicas y/o quirúrgicas.[8] Los profesionales de la salud están a menudo mal informados sobre las opciones de tratamiento, y pueden dejar de reconocer el impacto de la IF.[9]