Honorio I (Capua, c. 585-Roma, 12 de octubre de 638) fue el papa 70.º de la Iglesia católica. Su pontificado se prolongó de 625 hasta su muerte, en 638.
Honorio I | ||
---|---|---|
![]() Mosaico de Honorio I en la basílica de Santa Inés Extramuros, Roma | ||
| ||
![]() Papa de la Iglesia católica | ||
27 de octubre de 625-12 de octubre de 638 | ||
Predecesor | Bonifacio V | |
Sucesor | Severino | |
Información personal | ||
Nacimiento |
c. 585 Capua, Imperio bizantino | |
Fallecimiento |
12 de octubre de 638jul. Roma, Reino lombardo | |
Hijo de un cónsul honorario llamado Petronio, durante su pontificado tuvo que hacer frente al problema religioso planteado por el monotelismo, que surge cuando el emperador Heraclio reconquista, en 627, las provincias bizantinas de Siria, Palestina y Egipto, que habían caído en manos de los persas entre el 611 y el 618.
Estas provincias eran de mayoría monofisita, por lo que el emperador, que se encontraba debilitado militarmente por la victoriosa campaña contra los persas y con el peligro que representaban los árabes en las fronteras del imperio, intentó que el retorno de estos territorios no supusiera una nueva fuente de conflictos por motivos doctrinales.
Los patriarcas monofisitas de Antioquia y Alejandría, junto con Sergio I, patriarca de Constantinopla acuerdan una solución intermedia por la que en Jesucristo existen dos naturalezas (con lo que se apartan del monofisismo que defiende una única naturaleza divina), pero una sola voluntad (con lo que también discrepan de la ortodoxia que mantiene la existencia de dos voluntades).
Surge así el monotelismo, doctrina que es expuesta por el Patriarca de Constantinopla al papa Honorio, el cual en el 634 declaró que la doctrina de la voluntad única no podía calificarse como herética.
Con todos los actores, salvo Sofronio, patriarca de Jerusalén, puestos de acuerdo, el emperador Heraclio publica en 638 la Ecthesis o “Exposición de fe” en la que se recogía oficialmente y se sancionaba la nueva doctrina monotelista. Esto explica por qué sería condenado años después de su muerte, que tuvo lugar el 12 de octubre de 638.
En efecto, el Sexto Concilio Ecuménico, celebrado entre los años 680 y 681 en Constantinopla, condenó el monotelismo, y en la condena se incluyó el nombre de Honorio I.[1] La condena fue confirmada en los dos siguientes concilios ecuménicos celebrados en Nicea y Constantinopla.[2]
En tiempos contemporáneos, se ha querido revaluar el caso de Honorio I, tanto por la controversia historiográfica que genero durante el Concilio Vaticano I por los debates sobre la definición de la Infalibilidad papal (puesto que muchos opositores argüían que la existencia de un Papa hereje contradeciría tal Dogma católico), como también por la posibilidad de lograrse la Rehabilitación de su persona (quedando liberado de su Anatema de probarse que no creyó en la herejía Monotelita y fuese un malentendido histórico).[3][4]
…No niego la condena; al contrario, la admito según lo que he dicho hace un momento; pero distingo la palabra hereje, que es bastante imprecisa y lo era aún más en la época de los concilios en cuestión. Se designaba no sólo a los que profesaban la herejía a sabiendas y obstinadamente, sino también a los que la beneficiaban de cualquier manera, ya sea por su silencio y negligencia cuando sus responsabilidades les obligaban a actuar, ya sea por defender a personas o escritos de herejes, ya sea incluso por su comunicación con estos herejes, o por haber admitido involuntariamente sus doctrinas.…De esto concluyo que Honorio pudo haber sido condenado como hereje por estos tres concilios, y que de hecho lo fue, no por haber enseñado el error, sino únicamente por no haber ejercido el vigor necesario en sus deberes como Jefe de la Iglesia, por no haber usado vigorosamente su autoridad para reprimir la herejía, por haber prescrito el silencio sobre la manera de expresar una verdad, y haber contribuido así a la difusión del error.
Es la misma conclusión a la que llegaron casi todos los que se ocuparon de esta cuestión durante el Concilio Vaticano. Dom Guéranger, abad de los benedictinos de Solesmes, dijo al respecto: «El verdadero Sexto Concilio, aquel al que el Romano Pontífice dio la forma necesaria y canónica, aquel que requiere el respeto de los fieles, condenó a Honorio sólo como guardián infiel del depósito de la fe, pero no como si él mismo hubiera sido un adepto de la herejía. La justicia y la verdad nos prohíben ir más allá.Padre Louis Nazaire Bégin, La Primauté et l’Infaillibilité des Souverains Pontifes (1873)