La Historia de Brasilia, la capital de Brasil, ubicada en el Distrito Federal, comenzó con las primeras ideas de establecer una capital brasileña en el centro del territorio nacional. La necesidad de trasladar la capital al interior del país parece haber sido sugerida por primera vez a mediados del siglo XVIII, ya sea por el Marqués de Pombal o por el cartógrafo italiano a su servicio Francesco Tosi Colombina. La idea fue retomada por los inconfidentes, y se reforzó poco después de la llegada de la corte portuguesa a Río de Janeiro en 1808, cuando esta ciudad era la capital del Brasil.
La primera mención al nombre de Brasilia para la futura ciudad apareció en un folleto anónimo publicado en 1822, y desde entonces surgieron sucesivos proyectos que proponían la interiorización. La primera Constitución de la República, de 1891, fijó legalmente la región donde debería instalarse la futura capital, pero fue solo en 1956, con la elección de Juscelino Kubitschek, cuando comenzó la construcción efectiva de la ciudad, inaugurada aún incompleta el 21 de abril de 1960 tras un apretado cronograma de trabajo, siguiendo un plan urbanístico de Lúcio Costa y una orientación arquitectónica de Oscar Niemeyer. Los edificios más complejos, como los palacios y la catedral, siguieron los proyectos estructurales elaborados por el ingeniero Joaquim Cardozo.
A partir de esa fecha se inició la transferencia de los principales órganos de la administración federal a la nueva capital, y a comienzos de la década de 1970 ya se encontraba en pleno funcionamiento. En el transcurso de su corta historia, Brasilia, como capital nacional, ha sido escenario de una serie de acontecimientos importantes y de grandes manifestaciones populares. Planeada para recibir 500 mil habitantes en el año 2000, según datos del IBGE en esa fecha contaba con 2,05 millones, de los cuales 1,96 millones vivían en el área urbana y unos 90 mil en la zona rural. Este es solo uno de los muchos contrastes que marcan la historia de Brasilia. Concebida como un ejemplo de orden y eficiencia urbana, como una propuesta de vida moderna y optimista, que debería ser modelo de convivencia armoniosa e integrada entre todas las clases, Brasilia sufrió en la práctica importantes distorsiones y adaptaciones respecto de su proyecto idealista original, lo que permitió un crecimiento desordenado y explosivo, segregando a las clases bajas hacia la periferia y reservando el Plano Piloto para el uso y residencia de las élites. Además, su organización urbana no se mostró tan favorable para una convivencia social espontánea y familiar como imaginaron sus idealizadores, al menos para los primeros habitantes, acostumbrados a tradiciones distintas.
Controvertida desde el inicio, costó a las arcas públicas una fortuna, nunca calculada con exactitud, lo que estuvo probablemente entre las causas de las crisis financieras nacionales en los años posteriores a su construcción. El proyecto fue criticado como una insensatez por muchos, mientras que otros lo aplaudieron como una respuesta visionaria y grandiosa al desafío de la modernización brasileña. La construcción de Brasilia tuvo un impacto importante en la integración del Centro-Oeste a la vida económica y social del país, pero enfrentó —y, como todas las grandes ciudades, aún enfrenta— graves problemas de vivienda, empleo, saneamiento, seguridad y otros más. Por otro lado, pese a las polémicas que la rodearon, consolidó definitivamente su función como capital y se convirtió en el verdadero centro de la vida nacional. Asimismo, se transformó en un ícono internacional tras su consagración como Patrimonio de la Humanidad en 1987, siendo reconocida por muchos autores como uno de los proyectos urbanístico-arquitectónicos más importantes de la historia.
A partir de un relato verbal de Capistrano de Abreu sobre escritos y mapas adquiridos por la Biblioteca Nacional de Brasil y por el Archivo Público Mineiro en el remate de la biblioteca del Conde de Linhares, parece que la originalidad de la idea de interiorizar la capital se debe a Francesco Tosi Colombina, cartógrafo italiano al servicio de la Corona portuguesa, quien visitó Goiás en 1749 y elaboró un mapa de Brasil en el contexto de las negociaciones del Tratado de Madrid de 1750.[1] Sin embargo, hay indicios de que el Marqués de Pombal fue el verdadero mentor de la idea, habiendo Colombina realizado la expedición por encargo suyo.[2] El marqués también fue responsable en 1763 de la transferencia de la primera capital de Brasil, hasta entonces Salvador, a Río de Janeiro.[3]
Documentadamente, la primera propuesta de trasladar la capital al interior provino de los inconfidentes de Minas Gerais, que pretendían instalarla en São João del-Rei, «por estar mejor situada y ser abundante en víveres», vinculando la mudanza con la implantación de un régimen republicano.[4]
Años después, tras el establecimiento de la corte portuguesa en Brasil en 1808, el almirante británico Sidney Smith recomendó al príncipe regente Dom João trasladar la sede del gobierno al interior, alegando motivos estratégicos. En la misma época, su compatriota, el diplomático Strangford, sugirió mover la capital hacia el sur, buscando un clima más ameno y saludable. En 1809 la Imprenta Real difundió un documento atribuido a William Pitt, primer ministro del Reino Unido, donde se proponía la construcción de una “Nueva Lisboa” en el Brasil central. Sin embargo, muchos investigadores lo consideran apócrifo. Al año siguiente, el desembargador Antônio Rodrigues Veloso de Oliveira presentó un memorial al príncipe aconsejando la mudanza, y desde 1813 Hipólito José da Costa, en repetidos artículos de su Correio Braziliense, defendió la interiorización de la capital en el Planalalto Central.[5]
En 1821 José Bonifácio de Andrada e Silva incluyó en una minuta de reivindicaciones de la bancada brasileña ante la Corte Constituyente en Lisboa la necesidad de construir una capital en el centro del país. Sus propuestas fueron incorporadas en el Parecer de la Comisión Encargada de la Redacción de los Artículos Adicionales a la Constitución Portuguesa Referentes a Brasil de 1822. Ese mismo año, un diputado publicó anónimamente un folleto donde sugería el nombre «Brasilia, o cualquier otro» para la futura capital. En el Manifiesto del Fico, atribuido a José Clemente Pereira, se percibe implícito el compromiso con la interiorización. Tras la Independencia de Brasil, José Bonifácio presentó en la sesión de 7 de junio de 1823 un memorando proponiendo la instalación de la capital en la comarca de Paracatu, con el nombre de «Brasilia o Petrópolis».[6]
En torno a 1839 el tema fue retomado en tono de campaña por el historiador Francisco Adolfo de Varnhagen, quien inicialmente consideraba a São João del-Rei como la ubicación ideal, pero luego se inclinó por el Planalto Central. En 1877 viajó a Goiás para inspeccionar el área y eligió la actual Formosa como futura sede de la capital.[7] Aun con apoyos, el proyecto no prosperó, aunque recibió el impulso de un sueño profético de Dom Bosco en 1883, la más célebre de las varias profecías sobre Brasilia, que hablaba de una futura Tierra Prometida en el Planalto Central donde correrían ríos de leche y miel. Según Holston y Magnoli, este folclore expresaba la idea de fundar primero una capital que irradiara su soberanía civilizadora sobre todo el territorio. La distancia de los centros coloniales era vista como ventaja, al permitir un lugar “sin pasado”, libre de la herencia portuguesa, capaz de simbolizar una nueva identidad nacional.[8]
Con la proclamación de la República la cuestión volvió a cobrar fuerza, y estaba tan arraigada en el espíritu nacional que la Constitución de 1891, en su artículo 3º, estableció de forma casi consensual: «Pertenece a la Unión, en el Planalto Central de la República, una zona de 14 400 km², que será oportunamente demarcada para instalar en ella la futura capital federal».[9][10]
El presidente Floriano Peixoto dio pasos concretos en 1892 creando la Comisión Exploradora del Planalto Central, dirigida por Luís Cruls, entonces director del Observatorio Astronómico de Río de Janeiro. Sus informes definieron una zona de 90 × 160 km, llamada Rectángulo Cruls, con detalladas descripciones geográficas, morfológicas, climáticas y topográficas. Desde entonces figuró en todos los mapas publicados en la República Vieja.[11]
La propuesta se justificaba en términos de defensa estratégica, cohesión territorial y creación de una identidad nacional auténtica. Según Jens Andermann, delimitar un espacio concreto significaba “visualizar” el interior, antes visto como sertón inhóspito, y convertirlo en símbolo de modernidad y emancipación republicana.[12] No obstante, la oposición parlamentaria y las reformas urbanas en Río de Janeiro enfriaron el debate, y las mociones presentadas entre 1903 y 1919 no prosperaron.[13]
El interés resurgió bajo Epitácio Pessoa, quien ordenó colocar una piedra fundamental en el Rectángulo Cruls. Más tarde, Artur Bernardes apoyó la iniciativa, considerando a Río demasiado agitado e influyente. En 1933, la Gran Comisión Nacional de Redivisión Territorial ratificó la disposición de la Constitución de 1891, lo que llevó a que la Constitución brasileña de 1934 volviera a determinar oficialmente la transferencia. Sin embargo, Getúlio Vargas no avanzó en la implementación y la Constitución brasileña de 1937 omitió el tema.[14]
Al finalizar el Estado Novo, el clima de huelgas y tensiones sociales en Río reforzó la percepción de que ya no servía como capital. En la Constitución brasileña de 1946, el artículo 4º de las Disposiciones Transitorias dispuso: «La capital de la Unión será transferida al Planalto Central del país», imponiendo al presidente Gaspar Dutra la creación de una comisión técnica.[15] Tras varios informes, en 1953 una nueva comisión, con apoyo de la empresa estadounidense Donald Belcher & Associates Inc., identificó cinco sitios dentro del Rectángulo Cruls. En 1954, durante el gobierno de Café Filho, se seleccionó el Sítio Castanho, delimitando un área de 5.850 km² entre los ríos Preto y Descoberto. El mariscal José Pessoa, jefe de la comisión, sugirió como nombre Vera Cruz.[16] A finales de 1955 comenzaron las expropiaciones necesarias para ocupar la zona.[17]
La implementación del proyecto de cambio ocurrió durante la presidencia de Juscelino Kubitschek, quien asumió el gobierno en 1956, pero desde la campaña electoral del año anterior ya había manifestado su disposición de cumplir lo que determinaba la ley constitucional, en el célebre mitin en la ciudad goiana de Jataí, el 5 de abril de 1955, siendo este el punto de partida. El 15 de marzo de 1956 el presidente creó la Compañía Urbanizadora de la Nueva Capital (Novacap). El ingeniero Israel Pinheiro fue designado presidente de la compañía, el arquitecto Oscar Niemeyer como director técnico, y de inmediato Niemeyer comenzó a elaborar proyectos para los primeros edificios, como el Catetinho, el Palacio de la Alvorada y el Brasília Palace Hotel.[16][18] También organizó un concurso para la creación del proyecto urbanístico del núcleo de la ciudad, el llamado Plano Piloto.[18] La Novacap fue reglamentada por la ley del 19 de septiembre, donde también se definió el nombre de la ciudad como Brasilia. El 2 de octubre Juscelino visitó la región,[16] cuando hizo la siguiente proclamación: "Desde este altiplano central, desde esta soledad que en breve se transformará en cerebro de las altas decisiones nacionales, lanzo la mirada una vez más sobre el mañana de mi país y preveo esta alborada con fe inquebrantable y una confianza sin límites en su gran destino".[19] Poco después ya se iniciaban las obras de terraplenado.[16]
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Buena parte de la fuerza y atención del país giraban en torno a Brasilia, que rápidamente ganaba sus contornos. La cantidad de obreros que afluía a las obras hizo nacer varios poblados alrededor del Plano Piloto, pero la concentración principal estaba en la Cidade Livre, luego llamada Núcleo Bandeirante. Consistiendo en un gran conjunto de casas muy simples de madera, levantadas por las constructoras para acoger a los trabajadores migrantes, debería ser desmantelada al final de la construcción de la capital, lo que no llegó a suceder. Llegó a tener cinco mil viviendas y cerca de treinta mil habitantes, con un comercio más activo que Goiânia en la misma época. No eran necesarios proyectos para las casas y la aglomeración era favorecida con la exención de impuestos, pero no se otorgaban títulos de propiedad. Pronto el Núcleo Bandeirante quedó marcado como un centro de marginales, con peleas callejeras frecuentes. Para el abastecimiento de esa población fueron creados especialmente una cooperativa agrícola, un matadero, un mercado libre y una granja. El Plano Piloto preveía la creación de ciudades satélites para la acomodación de la población excedente,[20] considerando que Brasilia propiamente dicha fue planificada para recibir solamente 500 mil personas hasta el año 2000,[21] pero varios campamentos irregulares en el entorno se convirtieron en ciudades permanentes, como Brazlândia, Candangolândia, Paranoá y Planaltina.[20]
La población total en el área del Distrito Federal en julio de 1957 era de 12.283 personas, pasando a 64.314 en julio de 1959. En ese año el promedio de edad era de 22,2 años, y más de 19 mil estaban directamente ligadas a la industria de la construcción, con la gran mayoría de las demás involucradas indirectamente. Apenas un 37% de los domicilios tenían luz eléctrica, 22% con agua encanada y apenas uno de cada dieciséis domicilios poseía refrigerador. Las condiciones generales eran muy precarias, las constructoras muchas veces proveían raciones de mala calidad, y se registró un alto índice de accidentes de trabajo. Los salarios eran bajos, el pago de horas extras era irregular y la inflación acelerada corroía los pequeños ahorros, además de existir el problema de frecuentes abusos de la policía sobre los trabajadores en nombre del mantenimiento del orden y para la represión de protestas. En el carnaval de 1959 decenas de obreros fueron ametrallados, y la administración de justicia era ineficaz.[22][23] Por tantos problemas y violencia, crónicas en periódicos la comparaban con una ciudad del Viejo Oeste norteamericano,[20] pero el discurso oficial era muy diferente, hablando de los candangos como "auténticos héroes, pronto conquistados por ese espíritu de lucha y de solidaridad... El entusiasmo a todos animaba, sentían que colaboraban en una obra grandiosa y podían, así, enfrentar las dificultades materiales y humanas y la campaña desatinada de los inconformes. De esa devoción al trabajo y de ese entusiasmo resultaría un clima de unión y amistad rápidamente establecido... Al amanecer los pajaritos llenaban el aire con sus cantos, llamando al trabajo...". Un periodista describió la disparidad de trato entre los candangos y los otros funcionarios diciendo que en la Navidad de 1958, "pocos (fueron) los que se quedaron en Brasilia, además de los candangos, miles, sin condiciones de viaje, como el pájaro implume, sin condiciones de vuelo. A los funcionarios más categorizados las firmas constructoras y la Novacap facilitaron todo: ómnibus, camiones y aviones especiales..."[24][25]
A lo largo de todo el gobierno de Juscelino varias críticas fueron levantadas contra el proyecto, algunas muy duras, especialmente las de Carlos Lacerda, Eugênio Gudin, Gilberto Freire y Gustavo Corção, atacando desde la planificación e ideología hasta la estética, y los trabajos sólo pudieron continuar gracias a la inquebrantable firmeza y optimismo del presidente.[26] El costo de la obra monumental nunca fue determinado, y de acuerdo con Couto la empresa fue un gran improviso. No había licitaciones sistematizadas, ni bancos para pago de los obreros, que recibían en efectivo directamente de la Novacap; no hubo planificación financiera ni siquiera en estudios preliminares, ni cualquier evaluación de viabilidad, que, dentro del cronograma exigido, difícilmente serían aprobados en una estructura administrativa convencional. Tampoco se hizo un control de costos eficiente. Mucho material fue transportado por vía aérea, cargamentos por carretera eran pagados dos, tres veces, bloques enteros de edificios no salían del papel pero eran pagados, y se verificaron varios otros tipos de distorsiones. La construcción ni siquiera estaba originalmente integrada al Plan de Metas de Juscelino, y sólo fue incluida a última hora. Según algunos análisis, el esfuerzo costó al país la desestructuración económica, creando un vacío en las cuentas públicas, volviendo crónica la inflación y dificultando la gobernabilidad, siendo una de las causas de las crisis económicas nacionales de las décadas siguientes. Según Roberto Campos, Juscelino tenía un enorme carisma personal, pero su desarrollismo resultó en la bancarrota de Brasil, dejándolo insolvente a su salida del gobierno. Celso Furtado, que acompañó la construcción, dijo que fueron desviados muchos recursos de otras obras necesarias en otras partes del país, sin que jamás haya habido cualquier debate o rendición de cuentas.[27]
A pesar de toda la polémica, hoy el proyecto brasiliense es reconocido como una de las grandes obras de arquitectura y urbanismo del siglo XX,[28] el más completo ejemplo de las doctrinas del Modernismo arquitectónico y un avance en relación con las teorías de Le Corbusier respecto a la ciudad ideal,[29] habiendo sido declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1987.[30] André Malraux, visitándola en 1959, dijo que "esta Brasilia sobre su gigantesco altiplano, es de cierto modo la Acrópolis sobre su peñasco".[31]
En el principio era el yermo...
Eran antiguas soledades sin pena,
El altiplano, el infinito descampado...
En el principio era el agreste:
El cielo azul, la tierra rojo-punzante
Y el verde triste del cerrado.
Sinfonía del Amanecer, Vinícius de Morais[32]
La efectivación del proyecto de cambio ocurrió durante la presidencia de Juscelino Kubitschek, quien asumió el gobierno en 1956, pero ya desde la campaña electoral del año anterior había manifestado su disposición de cumplir lo que determinaba la ley constitucional, en el célebre mitin en la ciudad goiana de Jataí, el 5 de abril de 1955, considerado el punto de partida.
El 15 de marzo de 1956 el presidente creó la Compañía Urbanizadora de la Nueva Capital (Novacap). El ingeniero Israel Pinheiro fue designado presidente de la compañía, el arquitecto Oscar Niemeyer como director técnico, y de inmediato Niemeyer comenzó a elaborar proyectos para los primeros edificios, como el Catetinho, el Palácio da Alvorada y el Brasília Palace Hotel.[16][18] También fue el organizador de un concurso para la creación del proyecto urbanístico del núcleo de la ciudad, el llamado Plano Piloto.[18]
La Novacap fue reglamentada por ley del 19 de septiembre, donde también se definió el nombre de la ciudad como Brasilia. El 2 de octubre Juscelino visitó la región,[16] cuando proclamó: "Desde este altiplano central, desde esta soledad que pronto se transformará en cerebro de las altas decisiones nacionales, lanzo la mirada una vez más sobre el mañana de mi país y vislumbro esta alborada con fe inquebrantable y una confianza sin límites en su gran destino".[19]
El 12 de marzo de 1957 se inició la selección de los proyectos en el Ministerio de Educación, en Río de Janeiro. El día 16 fue presentado oficialmente como vencedor el plan de Lúcio Costa, por votación unánime. El jurado del concurso estuvo compuesto por Israel Pinheiro, presidente, sin derecho a voto; Oscar Niemeyer, por la Novacap; Luiz Hildebrando Horta Barbosa, por el Clube de Engenharia; Paulo Antunes Ribeiro, por el Instituto de Arquitectos de Brasil; William Holford, de la Universidad de Londres; André Sive, profesor de urbanismo en París y consejero del Ministerio de Reconstrucción de Francia; y Stamo Papadaki, de la Universidad de Nueva York. No obstante, desde el inicio el concurso fue criticado. El presidente del IAB, Paulo Ribeiro, alegando haber sido excluido de la decisión, no firmó el informe final y presentó un voto en separado.[33] Marcos Konder, invitado por Niemeyer, se rehusó a participar, considerando que los plazos eran demasiado cortos y el pliego presentaba irregularidades.[34] Algunos participantes también manifestaron su desagrado.[35]
El plan urbanístico de Brasilia, a diferencia de otros creados para ciudades ya existentes, fue concebido como un todo integralmente planeado desde el inicio. El Informe del Plano Piloto de Brasília de Costa ya explicitaba las intenciones al afirmar que:
Estructurando el diseño urbano en torno a dos ejes monumentales dispuestos en cruz, en palabras de Lúcio Costa su proyecto fue "un acto deliberado de posesión, un gesto de carácter pionero". Definió áreas específicas para cada tipo de uso: residencial, administrativo, comercial, industrial, recreativo, cultural, y otros. Para minimizar problemas de circulación, eliminó intersecciones mediante pasos a desnivel. En el extremo del eje longitudinal se destacaba la Plaza de los Tres Poderes. Las primeras ideas de Costa dibujaban el Plano Piloto en forma de cruz ortogonal, pero la topografía del terreno y las necesidades de circulación impusieron una adaptación, de modo que el eje transversal fue curvado, resultando en una forma semejante a la de un avión.[37]
La arquitectura de la nueva capital fue confiada a Niemeyer. Uno de los más originales y brillantes discípulos de la estética modernista de Le Corbusier, Niemeyer buscó crear formas claras, ligeras, simples, libres, nobles y bellas, sin considerar únicamente su aspecto funcional.[38] Como dijo al referirse a los palacios y edificios oficiales:
Se construyeron miles de kilómetros de carreteras y ferrocarriles para garantizar el transporte de personas y materiales, y se utilizaron los más modernos recursos técnicos de construcción,[37] pero la exigüidad de los plazos, que imponían la conclusión de las obras para el 21 de abril de 1960, volvió febril el ritmo de construcción de la ciudad. Multitudes de obreros de varias partes de Brasil, los candangos, especialmente del nordeste, fueron atraídos al lugar, trabajando en un cronograma continuo, sin interrupción. No existían materiales en el sitio salvo piedra, ladrillos y arena. Todo lo demás debía traerse de lejos, incluidas las máquinas pesadas, y buena parte del transporte era aéreo, lo que elevaba enormemente los costos. Pese a la apertura de vías de transporte, el principal punto de transbordo de carga era Anápolis, a 139 km de la capital, y el asfalto solo llegó a Brasilia en 1960, en la fase final de la construcción.[39]
El discurso de Juscelino durante todo el proceso constructivo fue enfáticamente progresista y entusiasta, incluso visionario. Veía la construcción como un paso decisivo de la nación hacia su independencia y unidad política, y su plena afirmación como pueblo, atribuyendo a este la misión grandiosa de civilizar y poblar las tierras conquistadas y representar, en la comunidad internacional, uno de los territorios más ricos del mundo.[38][40]
El ritmo acelerado de las obras revelaba un nuevo patrón de acción social, basado en la creencia de que era posible cambiar la historia mediante una intervención premeditada, abreviando el curso de la evolución social al saltarse etapas intermedias.[41]
Juscelino inició su gobierno en un momento de verdadera explosión económica, con tasas impresionantes de crecimiento: 80% anual en la producción industrial, con casos de 600% en sectores como el eléctrico y equipos de transporte, 7% anual en el PNB, masiva entrada de capital extranjero, expansión generalizada del consumo, fuerte tendencia a la formación de monopolios y énfasis en los valores del capitalismo. Sin embargo, se verificó paralelamente el crecimiento de la inflación por la gran emisión de moneda y una mayor concentración de la renta, lo que repercutía en el atraso salarial y la explotación de la fuerza de trabajo. Juscelino buscó consolidar ese ritmo en un Plan de Metas, con el objetivo de hacer en cinco años lo que debería haberse hecho en cincuenta, en la llamada política desarrollista, consagrando una idea de progreso y "orden pública" dentro de una estructura de poder centralizada e intervencionista, y viendo en la industrialización la panacea contra todos los males brasileños.
Los resultados económicos fueron tan significativos que el discurso desarrollista logró atraer en una especie de consenso nacional a la mayoría de los segmentos influyentes de la sociedad brasileña, incluyendo facciones diametralmente opuestas como los militares y los comunistas.[42][43] La construcción de Brasilia se integró en ese Plan de Metas, como parte importante del proceso de integración nacional y de ocupación del territorio, con una nueva distribución de funciones para cada región.[44][45][46][47][48]
Buena parte de la fuerza y atención del país giraban en torno a Brasília, que rápidamente ganaba sus contornos. La cantidad de obreros que afluía a las obras hizo nacer varios poblados alrededor del Plano Piloto, pero la concentración principal estaba en la llamada Cidade Livre, posteriormente renombrada Núcleo Bandeirante. Consistía en un gran conjunto de casas muy simples de madera, levantadas por las constructoras para acoger a los trabajadores migrantes. Aunque estaba previsto que fuese desmantelada al final de la construcción de la capital, eso nunca ocurrió. Llegó a contar con unas cinco mil viviendas y alrededor de treinta mil habitantes, con un comercio más activo que el de Goiânia en la misma época. No se requerían proyectos para las casas, y la aglomeración se veía favorecida por la exención de impuestos, aunque no se otorgaban títulos de propiedad. Muy pronto el Núcleo Bandeirante se ganó la fama de centro de marginalidad, con frecuentes peleas callejeras.
Para abastecer a esta población se crearon especialmente una cooperativa agrícola, un matadero, un mercado libre y una granja. El Plano Piloto preveía la creación de ciudades satélites para alojar a la población excedente,[20] considerando que Brasília propiamente dicha estaba proyectada para recibir únicamente 500 mil habitantes hasta el año 2000.[49] Sin embargo, varios campamentos irregulares en los alrededores se transformaron en ciudades permanentes, como Brazlândia, Candangolândia, Paranoá y Planaltina.[20]
La población total en el área del Distrito Federal pasó de 12.283 personas en julio de 1957 a 64.314 en julio de 1959. Ese año la edad promedio era de 22,2 años, y más de 19 mil estaban directamente vinculados a la industria de la construcción, con la gran mayoría del resto trabajando indirectamente en ella. Apenas un 37% de los hogares tenían luz eléctrica, un 22% agua corriente y solo uno de cada dieciséis poseía una nevera. Las condiciones eran muy precarias: las constructoras a menudo suministraban raciones de baja calidad, se registró un alto índice de accidentes laborales, los salarios eran bajos, el pago de horas extras irregular y la inflación reducía los pequeños ahorros. Además, la policía ejercía frecuentes abusos contra los trabajadores en nombre del mantenimiento del orden y la represión de protestas. Durante el carnaval de 1959, decenas de obreros fueron acribillados, y la administración de justicia resultaba ineficaz.[50][51] Por tantos problemas y episodios de violencia, crónicas periodísticas comparaban a Brasília con una ciudad del Viejo Oeste norteamericano.[20] No obstante, el discurso oficial presentaba a los candangos como “auténticos héroes, conquistados por ese espíritu de lucha y solidaridad…”.
A lo largo de todo el gobierno de Juscelino Kubitschek surgieron duras críticas contra el proyecto, especialmente de figuras como Carlos Lacerda, Eugênio Gudin, Gilberto Freyre y Gustavo Corção, que atacaban desde la planificación e ideología hasta la estética. Sin embargo, las obras solo continuaron gracias a la inquebrantable firmeza y optimismo del presidente.[52] El costo de la construcción nunca fue determinado. Según Couto, la empresa fue un gran improviso: no hubo licitaciones sistematizadas, los obreros recibían pagos en efectivo directamente de la Novacap, y no existió un planeamiento financiero formal ni evaluaciones de viabilidad. Tampoco se realizó un control de gastos eficiente: muchos materiales se transportaban por vía aérea, los cargamentos terrestres se pagaban varias veces, y bloques enteros de edificios quedaron en planos aunque habían sido financiados. La construcción ni siquiera estaba incluida originalmente en el Plano de Metas de Kubitschek, siendo incorporada a última hora.
Algunos analistas sostienen que el esfuerzo costó al país una desestructuración económica, generando un déficit en las cuentas públicas, agravando la inflación y dificultando la gobernabilidad, lo que contribuyó a las crisis de las décadas siguientes. Roberto Campos señaló que, aunque Juscelino poseía un enorme carisma personal, su desarrollismo llevó a la bancarrota al país. Celso Furtado, quien siguió de cerca la construcción, afirmó que se desviaron recursos de otras obras urgentes en distintas regiones, sin que jamás hubiera debate público o rendición de cuentas.[53]
Pese a toda la polémica, hoy el proyecto brasiliense es reconocido como una de las grandes obras de arquitectura y urbanismo del siglo XX,[54] el ejemplo más completo de los principios del modernismo arquitectónico y un avance en relación con las teorías de Le Corbusier sobre la ciudad ideal.[55] En 1987, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.[56] En 1959, André Malraux, al visitarla, afirmó: “Esta Brasília sobre su gigantesco altiplano es, en cierto modo, la Acrópolis sobre su peñasco”.[57]
Hoy pasamos una página de la historia de Brasil... Hemos cumplido con nuestro deber más osado, el más dramático deber. En este día... consagrado al alférez Joaquim José da Silva Xavier, Tiradentes, en el 138º año de la Independencia y 71º de la República, declaro, bajo la protección de Dios, inaugurada la Ciudad de Brasilia, Capital de los Estados Unidos de Brasil.
Juscelino Kubitschek[58]
En la tarde del 20 de abril de 1960 comenzaron las ceremonias de inauguración con la entrega de la llave de la ciudad al presidente. A la medianoche del 21 de abril de 1960, durante una misa solemne, Brasilia fue declarada inaugurada en un clima de emoción y euforia, y el presidente y varios entre el público derramaron lágrimas. Por las calles, los candangos expresaban su alegría. A las 8 de la mañana se dio el Toque de Alborada por la banda de los Cuerpo de Fusileros Navales de Brasil, y minutos después Juscelino izó la bandera nacional frente al Palacio del Planalto. A continuación, Brasilia inició sus actividades como capital, cuando el presidente recibió los saludos de las delegaciones diplomáticas. A las 9h30 fueron instalados los Tres Poderes, a las 10h15, en la Catedral de Brasilia aún inconclusa, el Nuncio Apostólico instaló la Arquidiócesis de Brasilia, y a las 11h30 se realizó la primera sesión solemne del Congreso Nacional de Brasil. Al finalizar la sesión Juscelino fue cargado en hombros por los parlamentarios como un héroe. Por la tarde la población se reunió en el Eje Vial Sur para presenciar un gran desfile militar, con el paso del Fuego Simbólico de la Unidad Nacional.[59] Las celebraciones se repitieron y solo concluyeron oficialmente en la noche del 23 de abril, con la representación de una alegoría escrita por Josué Montello, que fue escenificada con la participación de militares en parada, jóvenes de la sociedad carioca, tractores y un helicóptero descendiendo del cielo, además de innumerables figurantes portando herramientas de trabajo, personificando a los candangos. El eje de la obra, que narraba la fundación de las tres capitales brasileñas, fue el contraste entre el abandono de lo viejo y la adhesión decidida a lo nuevo, rescatando figuras históricas y señalando hacia un futuro brillante, contra un escenario colorido por fuegos artificiales y ante el aplauso frenético de la población.[60][61]
A pesar de haber sido inaugurada, Brasilia no estaba terminada, no todas las tierras habían sido expropiadas y la regularización fundiaria no había concluido.[17] Gran número de edificios importantes aún eran esqueletos vacíos, otros ni siquiera habían salido del proyecto, y la escasez de viviendas finalizadas obligó a muchos órganos administrativos instalados en Río a retrasar su traslado, debido a la imposibilidad de alojar a sus funcionarios. Las embajadas tampoco pudieron funcionar de inmediato, aunque algunas enviaron representantes provisionales, dado que el propio Itamaraty todavía estaba en Río, solo mudándose a Brasilia en 1970. En la práctica, durante algún tiempo Brasil tuvo dos capitales.[62] Las obras continuaron al menos hasta la década de 1970, cuando se ultimaron sus principales estructuras, pero la ciudad nunca dejó de crecer y desde el inicio ya se hizo evidente la necesidad de medidas para preservar el plan original, sancionándose en 1960 la Ley Santiago Dantas, la primera ley orgánica del Distrito Federal, que obligaba a que cualquier modificación en la ciudad fuera previamente autorizada por el Senado, fijando un modelo urbano que resultó socialmente excluyente.[63]
Las mismas dificultades que enfrentaban los candangos en el ambiente de trabajo se reflejaron en la distribución de lotes y apartamentos. La región del Distrito Federal había sido comprada por la República a dos centavos el metro cuadrado, pero se revendió a quinientos cruceiros el metro cuadrado. En 1960 todos los lotes de la Asa Norte ya estaban vendidos o reservados, y los interesados solo podían adquirirlos de terceros, con un agio de doscientos a trescientos mil cruceiros. Si el interesado era diputado, senador o periodista, la Novacap proporcionaba lotes libres a un precio razonable y sin agio. Para el área de las mansiones cerca del Lago Paranoá, la zona noble de la ciudad, el costo era de treinta cruceiros el metro, pero únicamente para clientes seleccionados de la élite, en especial favorecidos por la Presidencia de la República, mientras que en la zona residencial común el precio subía a quinientos cruceiros.[64] Otras discriminaciones se relacionaban con el grado de cercanía con el gobierno federal que mantenían funcionarios de idéntica categoría. Esta realidad contradecía los ideales izquierdistas de Niemeyer y Costa, para quienes, en la interpretación de Holston, Brasilia debía ser un ejemplo de integración y nivelación social, una ciudad que transformaría la sociedad brasileña a través de un movimiento social pacífico. Según el plan original, todos los futuros habitantes de Brasilia vivirían en viviendas del mismo tipo en zonas comunitarias más o menos autosuficientes, las superquadras. Las gradaciones de la jerarquía social, innegables, serían expresadas en variaciones discretas en el tamaño de las viviendas y en la calidad de materiales y acabados. La propia organización del trazado urbano estaba concebida para favorecer al máximo la integración de todos y permitir un disfrute igualitario del espacio social,[65] redefiniendo, según los principios del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), las que eran consideradas funciones clave de la vida urbana: trabajo, vivienda, ocio y tráfico, asegurando la primacía de lo colectivo sobre lo individual y evitando los problemas del desarrollo urbano capitalista.[66]
Toda esta ideología no se concretó: la élite se adueñó de los mejores lugares y expulsó a la clase baja hacia las periferias, y la integración, como dijo Couto, no pasó de una utopía.[67] Cerca del 90% de los pioneros pertenecían al estrato social más bajo y, en la práctica, “brasilienses” eran solo los que vivían en el Plano Piloto. Mientras Juscelino llamaba a los candangos héroes, en poco tiempo su condición pasó a ser de pura y simple marginalidad. La segregación se veía aún más reforzada por la existencia de un cinturón verde alrededor del Plano Piloto, que aislaba la zona de las periferias, y por la casi imposibilidad de que las ciudades satélites se desarrollaran independientemente de la aprobación federal. Su crecimiento estaba trabado por una pesada burocracia, por legislación que pretendía preservar las características del Plano Piloto y alrededores, por inconsistencias en la demarcación de lotes, rápida saturación de las áreas autorizadas por la Novacap, especulación inmobiliaria, fraudes en el sistema y varias restricciones ligadas a la efectivación de la posesión de la tierra. En muchos casos la presión habitacional sobre los obreros los llevó a apropiarse de lotes ilegalmente, y su situación permaneció irregular por largo tiempo, como en el caso de la formación de Vila Matias y Vila Sara Kubitschek.[68]
Después de la salida de Juscelino del gobierno el plan desarrollista comenzó a mostrar señales de rápido agotamiento y la deuda pública creció enormemente, junto con una elevada inflación. Las denuncias contra los gastos gubernamentales se multiplicaban, la cuestión de la reforma agraria y la lucha por los derechos laborales ganaban espacio, se cuestionaba la legitimidad de las instituciones, los sindicatos se movilizaban en repetidas huelgas. La sociedad se inquietaba y se dividía entre conservadores y radicales, y la solución armada para la crisis era vislumbrada por ambos lados. En pocos años el clima político pasó de la plena democracia a la confusión y la inestabilidad. En Brasilia la crisis económica y el desempleo se sentían especialmente, y se temieron depredaciones y tumultos populares. Para aliviar la presión el gobierno inició un programa de transferencia poblacional. Aviones de la Fuerza Aérea llevaron a numerosos candangos desempleados al sur del país para trabajar en la agricultura, y a otros tantos, junto con sus familias, se les entregaron pasajes de regreso a sus regiones de origen. Al mismo tiempo, crecían los rumores sobre el regreso de la capital a Río. En 1964 el presidente João Goulart abandonó la capital y pronto fue depuesto durante el Golpe de 1964, cuando los militares asumieron el poder bajo los argumentos de proteger la soberanía nacional, combatir la corrupción y evitar el "peligro comunista", instaurando un régimen autoritario y represivo.[69][70]
Mientras tanto, la ciudad comenzaba a desarrollar una economía propia. En 1960 se registraban 2.160 establecimientos comerciales, 684 de prestación de servicios y 349 industrias. A mediados de la década, cuando el Plano Piloto contaba con casi noventa mil habitantes y unas 130 mil personas más en las ciudades satélites, ya se producían pequeñas cantidades de piña, maní, arroz, plátano, batata, papa, maíz, tomate, naranja y otros productos, destacándose la mandioca con 13,5 mil toneladas. El ganado sumaba unas 26 mil cabezas, incluyendo bovinos, porcinos, equinos y ovinos.
La ciudad contaba con casi cincuenta agencias bancarias, con un saldo en caja de más de diez millones de cruzeiros y un giro comercial de 75 millones. Las redes ferroviaria y de carreteras estaban bien establecidas gracias a las obras de construcción, aunque aproximadamente la mitad de las carreteras no estaban pavimentadas. El aeropuerto registraba cinco mil aterrizajes. Además de los periódicos oficiales del gobierno, existía uno independiente, el Correio Braziliense. Varias emisoras de radio estaban en funcionamiento, tres de televisión, quince oficinas postales y casi quince mil teléfonos instalados. La ciudad contaba con ocho hospitales, sumando 527 camas, atendidos por 303 médicos, 146 enfermeras y 115 auxiliares de salud. El agua corriente estaba ampliamente disponible en el Plano Piloto, con una red de alcantarillado de más de 380 km de extensión.[71]
A lo largo de los años 1960, la existencia de Brasília estimuló la ocupación del Centro-Oeste: se construyeron más carreteras, se desarrolló la agricultura y surgieron otras ciudades en la región, un proceso que continúa hasta hoy. Si bien esto contribuyó a la integración regional, requirió el desmonte de vastas áreas, con un impacto significativo en el medio ambiente. La cobertura de cerrado en el Distrito Federal se redujo, entre 1954 y 1973, en aproximadamente un 7%, y los bosques perdieron un 4% de su superficie. Varias represas construidas para el abastecimiento de agua y la ocupación agrícola fueron parte importante de esta transformación del paisaje. Las ciudades satélites también crecieron y se densificaron, especialmente Gama, Taguatinga y Sobradinho.[72]
El ritmo de crecimiento poblacional durante la primera década fue del 14,4% anual, con un incremento total del 285%. En la década de 1970, el crecimiento medio anual fue del 8,1%, con un aumento acumulado del 115,52%. La población total de Brasília, que originalmente no debía superar los 500 mil habitantes en el año 2000, alcanzó esa cifra a principios de la década de 1970, y entre 1980 y 1991 creció un 36,06% adicional. El Plano Piloto, que al momento de la inauguración concentraba el 48% de la población del Distrito Federal, perdió importancia relativa, llegando al 13,26% en 1991, mientras el predominio pasó a las ciudades satélites.[73] En 2000, el IBGE registró 2.051.146 habitantes.[74]
En 1970 el PIB per cápita estaba alrededor de 10 mil cruzeiros y el Coeficiente de Gini en 0,51; en 1990, 25 mil y 0,58, respectivamente.[75] El PIB de Brasília en 1996 se estimó en 22,3 mil millones de reales.[76] Entre 1981 y 1992, la tasa de crecimiento de la población económicamente activa (PEA) fue de 3,9% anual, descendiendo a 2% entre 1991 y 1997. La población rural económicamente activa pasó de 13 mil a 37 mil personas, alcanzando 61 mil en 1997.[77]
A partir de los años 1990, el Estado dejó de ser el principal motor de la economía, y la construcción civil perdió fuerza. El centro de la economía pasó a ser el sector de servicios, que en 1995 ocupaba el 75% de la PEA del Distrito Federal, de los cuales la mitad estaba vinculada a los servicios públicos. El desempleo alcanzaba entonces niveles elevados, con 17% de la PEA. El poder adquisitivo del funcionariado disminuía por las crisis en las finanzas públicas, se reducían las condiciones para la generación de nuevos empleos, y comenzaron a agravarse los problemas de los habitantes de la calle y de las favelas.[78][79]
En esa época, el Plano Piloto acogía el 84,28% de las familias del Distrito Federal con ingresos superiores a 25 salarios mínimos. Según datos de la Fundación Getúlio Vargas, en 2005 el Plano Piloto, convertido en un área socialmente homogénea dominada por funcionarios públicos de alto nivel educativo, ocupaba la primera posición nacional en términos de calidad de vida, con un Índice de Condiciones de Vida (ICV) de 108,27 puntos, superando ampliamente a los demás grandes centros regionales de Brasil.[80]
El comercio también ocupa actualmente una posición importante, mientras que la industria mantiene poca relevancia y diversidad.[81] La investigación tecnológica ha crecido, destacando la instalación de dos polos tecnológicos y la labor del Centro de Apoyo al Desarrollo Tecnológico, creado en 1986 vinculado a la Universidad de Brasília, siendo una de las iniciativas pioneras en Brasil de incubadoras tecnológicas, fomentando la cooperación entre empresas e instituciones privadas y gubernamentales.[82][83]
Otro sector en constante expansión desde la inauguración de la ciudad es el turismo,[71] que desde la década de 1980 ha experimentado un renovado interés, con la instalación de varios hoteles de cadenas internacionales, ligado tanto a la actividad gubernamental como al crecimiento del sector de servicios, información y organización de eventos.[84] En 2001, Brasília contaba con 430 agencias de viajes, 60 hoteles con 12 mil camas, 90 empresas de alquiler de automóviles y 18 empresas organizadoras de eventos, explotando sectores de turismo cultural, ecológico, deportivo, de negocios, religioso, rural y de ocio.[85]
El esquema de evolución de la ocupación y estructuración del territorio del Distrito Federal puede resumirse así:
1956-1976: Período de construcción y traslado de funcionarios y organismos administrativos, inicio de un modelo polinuclear con ciudades satélites. Se inicia la Campaña de Erradicación de Invasiones, removiendo poblaciones de asentamientos primitivos y primeras favelas alrededor del Plano Piloto.[86]
1974-1990: Período de consolidación y organización urbana. Se crea el Plan Estructural de Organización Territorial en 1977, se intensifica la vida social, se instalan embajadas, crece la actividad inmobiliaria, construyéndose mansiones junto al lago, condominios, oficinas, hoteles y otras mejoras. Configuración del Área Metropolitana de Brasília con segregación socioespacial, incremento de favelización, ocupaciones ilegales y aumento de la violencia urbana. La Constitución de 1988 otorgó autonomía administrativa al Distrito Federal, estableciendo una cámara legislativa y un gobernador.[86]
1990-presente: En 1992 se define el Plan Director de Ordenamiento Territorial, incorporando legislación previa y propuestas de Lúcio Costa en el proyecto Brasília Revisitada. En 1993 se promulga la Ley Orgánica del Distrito Federal. Este periodo se caracteriza por reformas administrativas e institucionales, consolidación de una metrópoli terciaria y cuaternaria con servicios de alto nivel, Congreso Nacional, universidades, centros tecnológicos, etc. Continúa la erradicación de favelas y transferencias poblacionales, acentuándose la segregación. Algunas favelas se consolidan bajo presión de legisladores y ciudadanos. La expansión en áreas de especulación inmobiliaria refuerza la ocupación polinuclear pero genera problemas infraestructurales, sociales y ambientales.[86]
Cuando la ciudad aún era un enorme sitio de obras, se estableció la norma de mantener a los trabajadores dentro del Plano Piloto, para ubicarlos cerca de las obras, pensando después en remover los campamentos. Sin embargo, surgieron asentamientos periféricos espontáneos, especialmente cuando el centro se saturó, formando núcleos primitivos de ciudades satélites, integradas también por funcionarios estatales de niveles bajos y personas sin vínculo directo con la construcción. Antes de la inauguración de Brasília ya se registraban invasiones ilegales y protestas callejeras.[87]
En 1969, con solo nueve años de fundación, Brasília contaba con más de 70 mil habitantes de favelas.[88] En los primeros diez años tras la fundación llegaron casi 100 mil migrantes nuevos, la mayoría en condiciones precarias. Para aliviar la presión habitacional, en 1971 el gobierno trasladó en masa a más de 80 mil personas de zonas irregulares a la nueva ciudad satélite de Ceilândia. Traslados menores ocurrieron en años previos y posteriores.[68][89]
El problema de la legalización de expropiaciones persistió hasta los años 80. Aprovechando vacíos legales y la necesidad de vivienda para la clase media, con ayuda de abogados inescrupulosos, se desarrolló un mercado de especulación inmobiliaria que actuaba de manera poco ética, explotando el cambio de uso de áreas rurales y protegidas (principalmente tierras públicas) a urbanas, vendidas ilegalmente a particulares. Los lotes se vendían en planos, dejando la urbanización e infraestructura a cargo de los compradores, creando áreas ocupadas sin estudios de impacto ambiental, destruyendo áreas protegidas y de valor escénico, impermeabilizando el suelo y contaminando fuentes de agua.[90]
A mediados de los años 80, el gobierno autorizó un plan de expansión para el Plano Piloto, llamado Brasília Revisitada, de Lúcio Costa, previniendo seis nuevas áreas para la iniciativa privada, de las cuales solo se implementó el Setor Sudoeste. Otros programas buscaron regularizar favelas e invasiones ya consolidadas, con resultados limitados para resolver la presión habitacional.[91]
El crecimiento desordenado y la expansión también se verificaron en la región del Entorno, que depende casi íntegramente de Brasília y de la dinámica del Distrito Federal, atrayendo a gran parte de los migrantes que no logran establecerse en el Distrito. Como ejemplo, Luziânia, en Goiás, creció un 159 % entre 1980 y 1991. Incluso se implementó en los años 80 el programa "Entorno con Dignidad", pero en la práctica significó el mismo sistema de erradicación sumaria de favelas y su sustitución por instalaciones inadecuadas.[73][92] Cuando Brasília obtuvo su autonomía administrativa, el problema de la tenencia y vivienda adquirió matices electorales. En palabras de Peluso, "en 1989, un año antes de la primera elección directa para gobernador y asamblea distrital, la población carente significaba votos y la tierra pública en manos del gobierno se había convertido en una importante moneda electoral". En menos de dos meses se identificaron 40 mil familias invasoras y 140 mil familias de inquilinos de fondos-de-lotes, que fueron asentadas en nuevas ciudades-satélite. De esta manera se imitaba, en el entorno urbano, el antiguo coronelismo agrario.[73][93]
Hasta el presente, los loteamientos irregulares continúan surgiendo y están en debate, pero la actuación del gobierno ha sido poco efectiva para impedir su continuidad. Actualmente existen en el Distrito Federal más de quinientos condominios irregulares, con una población de 400 mil personas, varios de ellos muy cerca del Plano Piloto. Con este sistema de ocupación caótica, el medio ambiente ha sufrido pérdidas graves. En la década de 1990, varias especies nativas solo se encontraban a 200 kilómetros de Brasília, y en el entorno de la capital, el 50 % de los campos, el 50 % de los bosques y el 80 % del cerrado habían desaparecido. Entre 1954 y 1998, el área urbana aumentó 329 veces, la agrícola 2.316 veces y el suelo expuesto 230 veces.[90] La degradación ambiental es acelerada y los intentos de revertir el proceso se expresaron con la creación de nuevas áreas protegidas, representando en 1997 cerca del 50 % del área total del Distrito Federal, pero la existencia de tantas áreas de vacío demográfico con fiscalización deficiente, en una región caracterizada por la presión habitacional, incentiva las ocupaciones irregulares y la formación de nuevas favelas,[94] algunas alcanzando grandes dimensiones en pocos años, como Estrutural con treinta mil habitantes, e Itapuã, con cincuenta mil en 2005.[79]
A pesar de las diversas medidas saneadoras tomadas por los gobiernos para mejorar la infraestructura, rara vez satisfacían todas las necesidades de esta población. Algunos de los centros habitacionales creados se encuentran a decenas de kilómetros del lugar de trabajo de las personas, algunos fueron instalados incluso fuera del Distrito Federal, a 60 o 70 km del Plano Piloto. Otras veces las remociones fueron violentas, y al menos en un caso, durante la remoción de la Vila 110 Norte, las chabolas fueron quemadas frente a sus moradores.[92] Actualmente existen en el Distrito Federal treinta ciudades-satélite o, como se llaman oficialmente, regiones administrativas. Debido a la prohibición constitucional de dividir el Distrito Federal en municipios, todo este conjunto se considera único.[95] Son: I Plano Piloto, II Gama, III Taguatinga, IV Brazlândia, V Sobradinho, VI Planaltina, VII Paranoá, VIII Núcleo Bandeirante, IX Ceilândia, X Guará, XI Cruzeiro, XII Samambaia, XIII Santa Maria, XIV São Sebastião, XV Recanto das Emas, XVI Lago Sul, XVII Riacho Fundo, XVIII Lago Norte, XIX Candangolândia, XX Águas Claras, XXI Riacho Fundo II, XXII Sudoeste/Octogonal, XXIII Varjão, XXIV Park Way, XXV SCIA, RA XXVI Sobradinho II, XXVII Jardim Botânico, XXVIII Itapoã, XXIX SIA, XXX Vicente Pires y XXXI Fercal.[96]
Las ciudades-satélite fueron construidas a partir de iniciativas centralizadas, descartando la participación popular en las decisiones. Según Kohlsdorf, su planificación fue mediocre, incapaz de formular estrategias globales de organización territorial y, mucho menos, de promover ocupaciones ecológicamente sostenibles. Incluso los casos más recientes, como Samambaia, Santa Maria y Recanto das Emas, no fueron más que soluciones emergenciales con el objetivo de proteger el Plano Piloto de las favelas que amenazaban la integridad de la capital, y su resultado fue consolidar la segregación social.[97] Un investigador de la Universidad de Brasília, el geógrafo Aldo Paviani, declaró en 2004 que al ritmo actual del crecimiento desordenado, en pocos años el Distrito Federal será inadministrable.[98] Durante la gestión de Cristovam Buarque (1995-99) se implementó la experiencia del orçamento participativo, con seiscientas nuevas obras elegidas por la población, entre carreteras, hospitales, escuelas, redes eléctricas, de agua y alcantarillado, comisarías y plazas deportivas.[99] Hoy el gobierno del Distrito Federal cuenta con una estructura completa para la administración pública, incluyendo las secretarías de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento; Ciencia y Tecnología; Cultura; Desarrollo Económico y Turismo; Desarrollo Social y Transferencia de Renta; Desarrollo Urbano y Medio Ambiente; Educación; Deporte; Relaciones Institucionales; Educación Integral; Hacienda; Vivienda; Justicia, Derechos Humanos y Ciudadanía; Obras; Orden Pública y Social; Salud; Gobierno; Trabajo y Transportes.[100]
Para Peluso, la distancia entre la utopía y la realidad aumentó particularmente después de las elecciones directas, ya que lo que emergió fue una gran contradicción entre las necesidades del nuevo y las imposiciones del modelo antiguo, dificultando aún más la llegada a soluciones universales:
La salud pública también sufrió con la expansión descontrolada, y actualmente la capacidad hospitalaria del Distrito Federal está saturada. El secretario de salud del Distrito, Augusto Carvalho, señaló que de los 2,3 millones de atenciones hospitalarias realizadas en 2009, el 70 % podrían haberse tratado en ambulatorios, que muchos pacientes provenían del Entorno, cuyas ciudades no tienen buena infraestructura sanitaria y deben recurrir a la red distrital, y que la burocracia impuesta por la legislación para la compra de medicamentos y equipos también perjudica los servicios. Para él, incluso con la percepción del crecimiento poblacional, los gobiernos no se preocuparon por ampliar la red pública de salud. La infraestructura física de la mayoría de las unidades hospitalarias no se modificó con los años, y en esa fecha solo existían once hospitales públicos en el Distrito: tres en el Plano Piloto y los restantes en Gama, Taguatinga, Brazlândia, Sobradinho, Planaltina, Paranoá, Ceilândia y Samambaia. No obstante, se preveían grandes inversiones en el sector a corto plazo.[102] Un listado ofrecido por el Hospital Universitario de la Universidade de Brasília indica un total de 31 hospitales, públicos y privados, en el Distrito Federal.[103]
De igual manera, la seguridad pública enfrenta desafíos graves, derivados principalmente de la mala distribución de la renta en el Distrito Federal, con gran parte de la población enfrentando problemas de subsistencia diaria, las invasiones de tierras, la formación de grandes favelas y los conflictos policiales relacionados con su remoción. La relación entre espacio y seguridad aparece en varias investigaciones sobre la capital federal, y Ribeiro considera que las clases medias altas, mientras permanecen en el centro de la política urbana, se aíslan progresivamente en "islas de seguridad", acentuando la diferenciación de clases mediante separaciones físicas y simbólicas que dificultan la sociabilidad, intensifican la fragmentación de identidades colectivas e inferiorizan ciertos segmentos sociales. A mediados de la década de 1990 se inició un movimiento para cerrar las manzanas del Plano Piloto de Brasília, bajo el argumento de solucionar problemas de tránsito y estacionamiento, pero también de seguridad.[104] Como parte de una tendencia a privatizar espacios públicos, la fragmentación de la estructura urbana resultante, junto con el aislamiento deseado por los estratos de renta más alta, abrió espacio, según Zackseski,
Alessandro Baratta criticó las distancias entre riqueza y pobreza, que determinan la formación de estereotipos de diferencia y peligro y de una política de seguridad dirigida exclusivamente a quienes están al margen del proceso productivo. En sus palabras, "la espiral de exclusión se eleva con la paradoja de que el control del riesgo aumenta el riesgo, y la seguridad de los asegurados se vuelve precaria. En lugar de aumentar la seguridad de pocos, crece la inseguridad de todos".[104]
El problema de la seguridad tuvo un pico entre las décadas de 1980 y 1990, pero persiste en la actualidad.[104] La tasa de homicidios en el Distrito Federal entre 1980 y 2006 aumentó un 187 %. En 2007, el Gobierno del Distrito Federal gastó más de cien millones de reales en seguridad pública, que, sumados a los recursos de la Unión, totalizaron 2,9 mil millones de reales. El sentimiento general de inseguridad de la población se reflejó en el gran aumento de la inversión en seguridad privada, cuyo ingreso en el Distrito entre 2002 y 2005 pasó de 407 millones a 777 millones, con 282 millones destinados a seguros de vehículos. Una estadística de 2004 indicó que el 51,1 % de los habitantes del Distrito Federal fueron víctimas de algún hurto y otro 22,6 % de robo, con un 24 % de los casos ocurridos en la propia residencia de los entrevistados. El costo total de la criminalidad en 2007 alcanzó los 4 mil millones de reales, aproximadamente el 9 % del PIB del Distrito.[105] También se señaló en 2002 la diferencia de concentración policial por área. En el Plano Piloto, se registró un policía por cada 96 habitantes, mientras que en Ceilândia solo uno por cada 537 habitantes, con tendencia a reducir el contingente total de policías disponibles.[106]
Las pandillas de jóvenes de las supermanzanas que se formaron a partir de la década de 1980 crearon otra forma de definir el espacio público, delimitando territorios bajo vigilancia y vinculados al crimen organizado. Estos grupos participan frecuentemente en el tráfico de drogas, uso de violencia y otros delitos, por lo que son temidos por los vecinos, pero constituyen un medio de socialización y afirmación de identidad para esta parte de la población que valora la transgresión. Están organizados en una jerarquía exclusivamente masculina, son agresivos y altamente territorialistas, y sus líderes suelen tener gran prestigio entre las chicas. Más o menos vinculadas a estas pandillas de carácter claramente delictivo están las de pichadores, que surgieron en la misma época como grupos de transgresión lúdica y más o menos inocente del espacio, las estructuras y el orden público, aunque algunas pronto se convirtieron en delincuentes más graves. La fluidez de estos grupos dificulta su tipificación, y pueden incorporar miembros relacionados con la música y deportes urbanos. En 1999 se realizó una estadística y se señaló la existencia de 1.127 pandillas de varios tipos, incluyendo 51 de asesinos a sueldo, en el Plano Piloto y alrededores. Una muestra domiciliaria indicó que el 10,7 % de los jóvenes entre 15 y 24 años pertenece o perteneció a una pandilla, con un total aproximado de 42 mil jóvenes involucrados en la transgresión y violencia.[107]
Además del creciente número de personas sin hogar, pandillas de delincuentes y mendigos en las calles de Brasília, una presencia impensable para los idealizadores de la ciudad,[107][108] el espacio urbano comenzó a transformarse por los propios primeros habitantes del Plano Piloto, en un proceso que Holston denominó familiarización o abrasileirización del Plano Piloto. De cierta forma traumatizada y desorientada por la ausencia de referentes urbanos vernáculos, la población inicial adaptó gradualmente el espacio —proceso que continúa hasta hoy— de manera que contradice muchas de sus premisas iniciales, confirmando e incluso exacerbando lo que el proyecto original pretendía evitar.[109]
Considerando que el plan urbano y en parte la propia arquitectura de Brasília, tan innovadores, no tenían raíces en la tradición brasileña, se volvió difícil para muchos de los primeros brasilienses aceptar la anulación de patrones tradicionales en la organización urbana propuesta por Costa y Niemeyer. La uniformidad de las residencias se percibió como un emblema de anonimato, frialdad afectiva e impersonalidad, y las fachadas abiertas con grandes ventanales generaban una sensación de falta de privacidad, rápidamente cubiertas por cortinas pesadas, paneles y cierres, recreando la impresión de paredes sólidas.
Además, la distribución de los ambientes en los apartamentos impedía la estratificación habitual del espacio doméstico, tensionando la convivencia de propietarios y empleados, con mayor perjuicio para estos últimos. Las áreas verdes en las supermanzanas, diseñadas para propiciar la confraternización igualitaria entre clases sociales, resultaron poco atractivas para los residentes en relación con sus fines ideales, y los bloques comerciales parecían poco amigables para los hábitos de comercio familiar en mercados callejeros.
Las grandes distancias en Brasília, con amplios espacios abiertos y largas avenidas destinadas principalmente al tráfico vehicular y no a la circulación peatonal, y la compartimentación de las viviendas en las supermanzanas, también dificultaron una integración espontánea entre los habitantes, que pasaron a depender del automóvil para prácticamente todos los desplazamientos. Entre muchos de los miembros de la élite económica y política, que disponían de recursos, el concepto de supermanzana fue rechazado in totum, abandonando el Plano Piloto para formar barrios independientes en las cercanías, especialmente en la zona fronteriza al Lago Paranoá, con urbanización y esquemas constructivos más tradicionales y acceso restringido solo a sus miembros. De esta manera, varias convenciones sociales y prácticas familiares tradicionales encontraron medios de reafirmación, subvirtiendo parte de las propuestas del Plano Piloto.[110]
Los problemas derivados del distanciamiento entre el proyecto idealista y las necesidades del uso cotidiano repercuten hasta hoy. Como relató Corbioli, las capillas entre las supermanzanas son pequeñas y necesitan utilizar sillas adicionales durante las celebraciones. La capilla Nuestra Señora de Fátima, en la Entrequadra Sur 307/308, vio sus murales de Alfredo Volpi cubiertos con pintura blanca, y se abrieron nichos para la colocación de velas, de acuerdo con el deseo popular. El Cine Brasília, en la Entrequadra 106/107, por otro lado, es demasiado grande, y solo durante el Festival de Brasília do Cinema Brasileiro logra llenar la sala.
Corbioli continúa diciendo:
Sinoti hizo referencia a un estudio que sugiere que los problemas de adaptación se limitaron solo a parte de la población recién llegada, y que las generaciones nacidas en Brasília están adaptadas a su geografía urbana y modos característicos de convivencia, considerando sus peculiaridades incluso estimulantes, creando un sentido de identidad propio. La existencia de mini-municipalidades en cada supermanzana se citó como un factor de integración social, permitiendo una participación comunitaria efectiva y también como instrumento de aprendizaje político y de concienciación patrimonial.[112] Una encuesta realizada en 1983 indicó que el 60 % de los entrevistados gustaba de Brasília, pero en el Plano Piloto solo el 31 % de ellos asociaba esto con la convivencia en su vecindario.[113]
Hasta el golpe militar de 1964, Brasilia fue el símbolo más visible de las esperanzas y también de las contradicciones que caracterizaban el ideario progresista brasileño. Durante la vigencia del régimen militar, la ciudad, con su organización urbana idealista e impersonal, fue un escenario perfecto para la reafirmación del concepto de "orden público", preservando la estratificación social y segregando definitivamente a los pobres, potencialmente perturbadores de dicho orden, hacia las periferias, dificultándoles desafiarlo mediante su presencia física cerca del centro de decisiones.[114] Como dijo Basualdo, la ilusión de transparencia propia de la modernidad se había vuelto súbitamente opaca, transformando la capital en un centro de comando de una opresiva dictadura militar,[115] y en una cárcel de presos políticos.[116][117] La libertad de expresión desapareció bajo el manto de la censura y de la violencia, y la manifestación popular fue reprimida con rigor, especialmente en Brasilia, que, en palabras de Jorge da Cunha Lima, se convirtió en una ciudad sin opinión pública.[118][119] En su lugar se instaló una máquina de propaganda oficial destinada a crear una nueva autoimagen de Brasil, especialmente durante el período del Milagre Brasileiro, dando gran importancia a la televisión como instrumento de adoctrinamiento y alienación, en una fase en que se vendían más televisores que refrigeradores en el país,[120] y se formó una jerarquía de tecnócratas y militares entregados a la corrupción y al abuso del dinero público, infiltrándose en toda la esfera administrativa brasileña. Según el relato de Ricardo Kotscho:
En la década de 1980, durante la apertura política y especialmente en la campaña de las Diretas Já, Brasilia comenzó a dejar de ser el escenario de representación de la dictadura para recibir nuevamente al pueblo en sus calles, en manifestaciones emblemáticas en la historia política de la ciudad, que se multiplicaron por plazas y calles de todo Brasil. El 12 de abril de 1984, poco antes de enviarse al Congreso la enmienda constitucional que permitiría elecciones directas, tuvo lugar un mitin en la terminal de autobuses de la ciudad. Mientras tanto, el gobierno del general João Figueiredo, alarmado ante la posibilidad de una invasión del Congreso por parte del pueblo, organizaba el sitio militar de Brasilia, reforzando la censura a la prensa y programando la acción de tropas para impedir aglomeraciones, lo que incluía bombas de gas lacrimógeno, perros adiestrados, bastones eléctricos y otros aparatos de represión violenta. Se colocaron barreras en todas las entradas de la ciudad para impedir la llegada de manifestantes; en el aeropuerto, todos los pasajeros debían identificarse, incluidos los parlamentarios, y las aerolíneas tenían que enviar listas con los nombres de quienes se dirigían a la capital. El 23 de abril, el aniversario del Comando Militar del Planalto, que usualmente se celebraba con un desfile simple, se convirtió en una demostración de fuerza. Al frente del desfile se mostró el general Newton Cruz, jefe del Servicio Nacional de Información (SNI), montado en un caballo blanco, seguido por más de seis mil soldados y 116 vehículos de combate, en el mayor desfile militar de la historia de la ciudad. En contraste, el público se redujo a menos de quinientas personas. Tras el cierre de la ceremonia, el general ordenó cercar la Universidad de Brasilia para impedir una manifestación estudiantil, dispersada con bombas de gas. A pesar de todo, la población no se intimidó y llenó las galerías del Congreso durante la discusión de la Enmienda Dante de Oliveira.[122]
El día siguiente, continuando el debate en el pleno, el gobierno cortó los teléfonos de los parlamentarios durante varias horas, cercó el edificio del Congreso, aislando la zona, y decretó medidas de emergencia. Alrededor de las 20:00, cuando el presidente descendía la rampa del Palacio del Planalto, los conductores de Brasilia iniciaron un "bocinazo", mientras que la población a pie golpeaba latas y cacerolas, lanzaba cohetes y agitaba banderas, ignorando los esfuerzos de la policía para contener la manifestación; sin embargo, las comisarías se llenaron de autos incautados. Pronto el bocinazo se extendió a toda la ciudad, y el gobierno consideró declarar estado de emergencia en todo el país, lo cual no ocurrió. El día de la votación de la enmienda, el 25, el bocinazo se repitió a las 8:00, y los manifestantes a pie, gritando consignas y cantando, se concentraban en los alrededores del Congreso, que ya no estaba aislado, aunque las tropas se dispersaban por todo el lugar. Cuando comenzó la votación, la atención de todo Brasil se centró en el Congreso, con la sesión televisada en vivo. Todo este movimiento se vio frustrado cuando la enmienda fue rechazada por insuficiencia de votos.[123]
No obstante, la movilización popular, política y sindical continuó siendo fuerte y la transición hacia la democracia se mostraba irreversible, comenzando a concretarse ya en el año 1985, cuando el candidato oficialista a la Presidencia, Paulo Maluf, fue derrotado por Tancredo Neves, encabezando la Alianza Democrática, aún vigente el sistema de elección indirecta. Una vez más, las calles se llenaron de población, pero Tancredo no llegó a asumir el cargo, víctima de una enfermedad fulminante, y la presidencia pasó a José Sarney, su vicepresidente. Dos meses después, el Congreso aprobó las elecciones directas y legalizó los partidos comunistas, mientras que el PT, liderado por Luiz Inácio Lula da Silva, iniciaba su ascenso, incorporando a la mayoría de los activistas de las izquierdas disidentes, sectores de la Iglesia Católica, el movimiento sindical y estudiantil.[124][125]
Desde entonces, la voz popular encontró en la marcha, en el mitin y en otros movimientos de calle en Brasilia un foro privilegiado de expresión, ocurriendo íntimamente cerca de la fuente del poder nacional y ejerciendo, por ello, una presión política significativa. Otros momentos destacados, además de los mencionados, en los que el pueblo expresó en multitudes sus derechos de reivindicar, protestar o celebrar fueron: la conquista del campeonato mundial de fútbol en 1970, con más de cien mil personas en las calles,[126] la visita del papa Juan Pablo II en 1980, cuando celebró una misa en la Esplanada dos Ministérios para ochocientas mil personas,[127] en el caso del impeachment del presidente Fernando Collor de Mello, acusado de corrupción, cuando grandes procesiones de autos bloquearon el tráfico y el presidente fue abucheado públicamente durante ocho minutos consecutivos, el 9 de noviembre de 1992,[128] y en la elección de Lula, el primer obrero en alcanzar la dignidad presidencial, visto por las masas del pueblo como una esperanza de días mejores. La ceremonia de su toma de posesión tuvo un público de 150 a 250 mil personas, según la fuente, celebrando el evento en una gran fiesta al aire libre. Varias portadas de periódicos en Brasil resonaron: "El pueblo toma las calles y la solemnidad se convierte en celebración" (O Estado de S. Paulo), "Ni la lluvia empaña el calor de la fiesta" (Jornal de Brasília), "La verdadera fiesta popular de Brasil" (Tribuna do Brasil), "El pueblo lo abraza, Presidente Lula" (Tribuna da Imprensa), y otras con el mismo tono.[129]
Una de las manifestaciones colectivas de carácter político más dramáticas de su historia ocurrió el 8 de enero de 2023, cuando una multitud de seguidores radicales de Jair Bolsonaro, derrotado en las elecciones presidenciales de 2022, tomó la Plaza de los Tres Poderes y, inconforme con la derrota de su candidato, gritando consignas pidiendo una intervención militar, el cierre del Congreso, la prisión de Luiz Inácio Lula da Silva (el candidato electo) y la recuperación del poder por Bolsonaro, invadió el Palacio del Planalto, el Palacio del Supremo Tribunal Federal y el Palacio del Congreso Nacional. El evento se había preparado desde antes mediante convocatorias en redes sociales y grupos de WhatsApp, llegando muchos autobuses llenos de otras ciudades y estados. Las fuerzas policiales tardaron en movilizarse y el tumulto tomó horas para ser controlado.[130][131] Los invasores causaron extensa depredación en los edificios y su patrimonio. Muchas obras de arte y objetos de valor histórico, como pinturas, esculturas, sillas y mesas antiguas fueron dañadas, destruidas o robadas.[132][133][134] Las detenciones comenzaron el mismo día.[135] A medida que los arrestados en flagrante eran interrogados por la policía, se encontraron entre ellos petardos, cuchillos, navajas, resorteras con canicas, bombas, granadas y materiales para la confección de cócteles molotov.[136] Bloqueos de carreteras y manifestaciones paralelas a la invasión fueron organizados en diversos estados.[137] Hasta el 11 de enero más de 1.400 personas habían sido detenidas.[138] Los actos violentos y antidemocráticos fueron condenados por la amplia mayoría de la población[139][140] y desencadenaron una amplia respuesta nacional e internacional.[141]
Esta mayor participación popular también se explica por otro elemento catalizador: la autonomización del Distrito Federal. Concebido para cumplir funciones políticas predefinidas y con un estatuto de área de seguridad nacional, el Distrito Federal no poseía originalmente la misma autonomía administrativa que los estados. Un gobierno propio solo fue creado diez años después de la inauguración de la capital, y la verdadera autonomía distrital se conquistó con la Constitución de 1988. Su gobernador fue designado directamente por la Presidencia de la República hasta 1990, cuando se creó también una Cámara Legislativa, cuyas funciones eran desempeñadas por una comisión especial dentro del Senado Federal, la Comisión del Distrito Federal. Paradójicamente, de esta manera, aun siendo desde el inicio el centro de la vida política de la nación, durante casi dos décadas internamente estuvo privada de casi toda autonomía. A partir de esa autonomización, se organizó una nueva conciencia política, que acompañó el proceso de rápida expansión urbana de la región, acelerada desde los años 70 con la llegada continua de migrantes, generando una serie de reivindicaciones de carácter político-social ligadas a la vivienda y la posesión de la tierra, y con la gran transferencia de personal administrativo desde Río de Janeiro, con experiencia en la dinámica de los asuntos públicos.[142]
Como el principal escenario de las representaciones simbólicas nacionales, Brasília está llena de ambigüedades. Concebida oficialmente como imagen de la unidad de un pueblo y de una cultura, de la conversión de Brasil hacia sí mismo en una nueva idea de brasilidad, de la apertura de una nueva era de progreso y bienestar social, de la integración de un país dividido en el espacio y ajeno a sí mismo, el agente civilizador por excelencia, también fue a lo largo de los años la capital del aislamiento de los gobernantes en nombre de la seguridad nacional, alejándolos de la concentración de las inquietas y preocupantes masas populares en el litoral, dentro de la geopolítica de un Estado autoritario que privilegiaba los intereses de la burguesía y los imponía sobre todo el pueblo como una necesidad colectiva, enfatizando la urgencia de la conversión de la opinión pública contra los "escépticos" y los "pesimistas".[143][144][145] Uno de los grandes íconos de la arquitectura y urbanismo modernos, que proyectó a Brasil internacionalmente, que como pocas ciudades sintetiza el concepto de "capital" e ilustra el triunfo del racionalismo sobre el empirismo, alabada por numerosos especialistas e idealizada como un escenario privilegiado para la formación de una forma revolucionaria de convivencia social homogénea e igualitaria, también fue vista como un campo de abuso y discriminación de la fuerza laboral, un símbolo de las inequidades sociales y un reflejo de una concepción tecnocrática y autoritaria de urbanismo, distante de la realidad nacional. Tampoco fue capaz de preservar la integridad de su proyecto, debido a las discrepancias entre el idealismo abstracto de la propuesta y las dificultades que impuso al gregario natural humano y a la construcción de la ciudadanía, por lo que recibió críticas igualmente numerosas.[110][111][145][146][147] Para Rocha "la emergencia de una dimensión política regional es inseparable del proceso singular de consolidación del espacio urbano de la capital",[142] siendo que la fragilidad de esta dimensión y de la organización de este espacio se reveló en violencia urbana, en exacerbación del individualismo y en prácticas poco éticas del emprendimiento capitalista brasiliense, efectos muchas veces respaldados por las instituciones oficiales, que a pesar de divulgar un discurso en que se presentan como agentes de promoción de la vida y mejora de las condiciones de convivencia, históricamente han actuado en detrimento de los reales intereses colectivos, perpetuando la segregación socioespacial y apropiándose del espacio público de manera desenfrenada.[148]
Brasília también se convirtió en un símbolo de las distorsiones de la política y la sociedad brasileñas, siendo llamada muchas veces una "isla de fantasía", donde los escándalos políticos son frecuentes, el lobby y la intriga son parte de la vida cotidiana y las denuncias de corrupción se convirtieron en un lugar común desde su fundación.[149][150][151] Cristina Zackseski afirmó que....
Por ser un lugar de trabajo y no de residencia para muchos parlamentarios y parte del funcionariado, también adquirió una fama, como dijo Saïd Farhat, de ciudad fantasma los fines de semana. Por otro lado, para sus residentes permanentes, su asentamiento como centro de poder le da hoy un carácter de estabilidad y seguridad, aunque sean habituales las referencias a cierta frialdad en la convivencia social, a lo "inusitado" que la caracteriza como ciudad en el contexto brasileño, y a las castas y prejuicios que se formaron debido a la existencia de un gran y altamente jerarquizado cuerpo administrativo y diplomático.[151] Sin embargo, para Lessa la imagen de Brasília ha sido disminuida con la difusión de la ideología neoliberal, donde se pretende reducir al Estado al mínimo, depredando el sector público y descalificando al servidor, perdiendo la ciudad parte de su poder evocativo como símbolo del Estado y de la nación.[147] Pero también es escenario de solemnes y festivas ceremonias cívicas, que incluyen visitas de Jefes de Estado extranjeros, lo que le otorga un colorido único a su cotidianidad como capital nacional.[151]
El plan educativo de Brasilia fue elaborado a finales de la década de 1950 por Anísio Teixeira, reproduciendo la experiencia exitosa del Centro Educacional Carneiro Ribeiro, conocido como Escuela-Parque, implantado en Salvador. El plan buscaba adecuar el sistema educativo al Estado democrático moderno, llevando la educación de las clases populares a un nuevo nivel y ofreciendo a la nación "un conjunto de escuelas que pudieran constituir ejemplo y demostración para el sistema educativo del país", a partir de la idea de Juscelino de que Brasilia sería "un amplio campo de experimentación de nuevas técnicas".
En 1959 fue inaugurada la primera escuela-clase, en la supercuadra 308 sur, previéndose que, para la inauguración de Brasilia, estarían concluidas las obras de otras tres ubicadas en las supercuadras 108, 206 y 106 sur; la de la Escuela-Parque, construida entre las supercuadras 307 y 308 sur; y la del Centro de Educación Media, situada en la llamada Zona de las Grandes Áreas.[152]
En 1965, 36 mil alumnos estudiaban en 130 escuelas primarias, con 1.315 profesores. La educación secundaria estaba atendida por treinta colegios, con 16.881 alumnos matriculados y 887 profesores. La Universidad de Brasilia ya funcionaba, con un cuerpo estudiantil de 764 individuos distribuidos en cursos de Matemáticas, Física, Química, Biología, Geociencias, Ciencias Humanas, Letras y Artes, Administración, Ingeniería, Bibliotecología, Derecho, Periodismo y Medicina, con varios otros previstos para breve.[71]
Si bien la educación primaria y secundaria se estructuraron desde sus orígenes, la educación superior y la producción cultural y artística independientes enfrentaron problemas para estabilizarse. Uno de los factores para ello fue la instalación del régimen militar justo después de su inauguración, en 1964. La Universidad de Brasília, entonces un símbolo de la modernización de la enseñanza nacional, fue ocupada por tropas el 9 de abril de 1964, lo que se repitió en 1968, y más tarde continuó sufriendo patrullaje ideológico y un gran expurgo en su cuerpo docente, perdiendo cerca de doscientos profesores, lo que llevó al descrédito de la institución como instancia calificada de generación de conocimiento y cultura. El mismo tratamiento recibió el movimiento estudiantil, que en la época había conquistado gran influencia y estaba muy bien articulado, representado localmente por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Brasília (FEUB), desestructurándolo y persiguiendo, encarcelando y torturando alumnos.[153][154][155]
Según Marcelo Ridenti, la ruptura de expectativas con el golpe de 1964 fue devastadora en los medios artísticos e intelectuales. Muchos intentaron resistir, pero terminaron cayendo en la clandestinidad o tuvieron sus obras censuradas por el nuevo régimen. Prosigue diciendo que:
Actualmente, Brasília cuenta con casi treinta instituciones de educación superior, entre institutos, facultades y universidades, públicas y privadas, incluyendo centros de educación a distancia,[157] y aun en medio de los problemas políticos del período dictatorial hubo avances en varios sectores de la cultura. A mediados de la década de 1960, el Museo de Brasília y la Pinacoteca de la Residencia Presidencial abrieron sus espacios al público, así como el Teatro Nacional y otra gran sala de espectáculos, además de nueve cine-teatros y trece bibliotecas distribuidas por el Distrito Federal, con un acervo de 232 mil volúmenes.[71]
En la literatura, varias crónicas fueron publicadas durante la fase de construcción, relatando impresiones sobre el momento fundacional, y en 1962 ya aparecía el primer libro editado en la capital, una antología poética organizada por Joanyr de Oliveira. En 1963 se creó la Associação Nacional de Escritores, en 1965 apareció la primera antología de cuentos, organizada por Almeida Fischer, al año siguiente el Correio Braziliense comenzó a publicar su Caderno Cultural con gran énfasis en la literatura, y en 1968 fue fundada la Academia Brasiliense de Letras.
En los años 1970 se destaca la llegada a la ciudad del movimiento de la poesía marginal, originario de Río de Janeiro, con su inicio en Brasília en la publicación de la antología Águas Emendadas, organizada por Francisco Alvim y Carlos Saldanha, movimiento que reunió a un gran número de escritores y extendió su influencia a la música, teatro y artes plásticas. En 1973 se creó el Clube da Poesia, sucedido por el Clube de Poesia e Crítica, y en 1979 fue creada el Sindicato de Escritores del Distrito Federal.[158]
En los años 1980 la actividad se consolidó con la publicación de numerosos libros y el lanzamiento de concursos literarios, y comenzaron los estudios sobre el folclore local, a partir de la constatación de que los candangos habían traído consigo, de diversas partes de Brasil, un rico acervo de leyendas y cuentos preservados a través de la memoria oral. Parte del foco de las investigaciones fue analizar cómo el folclore original de los candangos fue transformado y reelaborado por las circunstancias y experiencias vividas en la capital de la República.[158][159]
También tuvo gran significado la presencia de artistas, educadores de arte e intelectuales de renombre nacional, provenientes de otras regiones, que eligieron Brasília como domicilio o permanecieron allí por temporadas, con un efecto multiplicador, entre ellos Cláudio Santoro, Ana Mae Barbosa, Glenio Bianchetti, Hugo Rodas, Darcy Ribeiro, Nelson Pereira dos Santos, Ferreira Gullar y varios otros, incluyendo Athos Bulcão, Bruno Giorgi, Alfredo Volpi y Alfredo Ceschiatti, quienes dejaron obras públicas en varios edificios de la ciudad.[160][161][162][163]
Cabe señalar también la realización en 1959 del encuentro de la Associação Internacional de Críticos de Arte,[164] y la creación del Salón de Arte Moderno de Brasília en 1964, que se realizó durante cuatro años, atrayendo nombres importantes y generando polémicas, con obras censuradas.[165][166]
En la música popular, entre los años 80 y 90, bandas brasilienses como Raimundos, Capital Inicial, Plebe Rude y Legião Urbana alcanzaron éxito en Brasil y en el extranjero, algunas de ellas aún en actividad.[167][168][169][170]
A pesar de la actuación en la ciudad, desde los primeros tiempos, de un núcleo significativo de productores culturales y artistas de todo tipo, la bibliografía que los estudia es muy escasa. João Gabriel Teixeira identificó en 2008 la existencia de solo un pequeño número de obras específicamente sobre las artes y la cultura brasiliense, y la escasa información disponible se encuentra dispersa en otras publicaciones. De cualquier manera, la existencia de una actividad cultural continua de alto nivel en Brasília, especialmente en años recientes, es un hecho, y entre los factores señalados para ello se encuentran la presencia de un gran cuerpo de empleados de embajadas extranjeras, que circulan información actualizada sobre la cultura internacional; el acceso a la educación, a la información y a la posibilidad de viajar; el carácter multicultural de su sociedad, y la tolerancia que esto propicia; así como el fortalecimiento de las instituciones de educación superior, con producción académica consistente.[160]
Las instituciones oficiales también han desarrollado una actividad cultural significativa. Cabe señalar la creación en 1961 de la Fundação Cultural de Brasília, dirigida por Ferreira Gullar,[166] y al final del período de la dictadura fue importante el trabajo de Wladimir Murtinho al frente de la Secretaría de Educación y Cultura del Distrito Federal, consolidando el Festival de Cinema de Brasília y la Escuela de Música, reactivando el Teatro Nacional, la Sala Martins Pena y creando la Sala Alberto Nepomuceno, espacios que posibilitaron el funcionamiento de la Orquesta Sinfónica del Teatro Nacional y estimularon la danza y el teatro, cultivados también en la Fundação Brasileira de Teatro. Se creó en esta época el Centro de Creatividad y se realizaron varias exposiciones de arte.[171]
La Universidad de Brasília, plenamente recuperada desde las limitaciones que conoció en la época militar, también ha desempeñado un papel importante en los últimos veinte años en la producción, debate, crítica y difusión artística, especialmente en el campo de las nuevas mídias.[172]
La Secretaría de Cultura mantiene hoy varios programas, como los Concertos Didáticos, Cultura nas Cidades, Mala do Livro, Cinema Para Cegos, Arte Para Todos y varios otros, ofreciendo una programación variada y cualificada, además de financiar el Fondo de Apoyo a la Cultura, creado en 1991 con el objetivo de proveer recursos a personas físicas y jurídicas domiciliadas en el Distrito Federal para la difusión e incremento de actividades artísticas y culturales. La Secretaría supervisa el trabajo de varios órganos, espacios e instituciones vinculados a las artes y la cultura, entre ellos: el Archivo Público, la Biblioteca Nacional, la Casa do Cantador, el Catetinho, el Centro Cultural Três Poderes, el Centro de Dança, el Cine Brasília, la Concha Acústica, el Complexo Cultural da República, el Espaço Cultural Renato Russo, el Espaço Lúcio Costa, el Memorial dos Povos Indígenas, el Museo de la Ciudad, el Museu de Arte de Brasília, el Museu Nacional Honestino Guimarães, el Museu Vivo da Memória Candanga, el Panteão da Pátria, el Teatro Nacional, la Dirección de Cultura Inclusiva, la Dirección de Patrimonio Histórico y Artístico (DePHA), la Gerencia de Bibliotecas, la Orquesta Sinfónica, el Polo de Cine y Video y la Radio Cultura FM.[173]
El Centro Cultural Banco do Brasil y el Conjunto Cultural de la Caixa Econômica Federal también desarrollan actividades importantes.[174] En 2008 la ciudad fue elegida Capital Americana da Cultura.[175]
Sin embargo, según un observador extranjero, Marshall Eakin, Brasília es casi un vacío cultural, permaneciendo más como una ciudad burocrática y no habiendo podido acompañar su ascenso político con una actividad cultural correspondiente, con pocas cosas interesantes en música, teatro o danza. Reforzó su impresión afirmando que incluso el cuerpo diplomático tiene pocas opciones en este campo y que los políticos y la élite con recursos prefieren pasar sus fines de semana en otras ciudades. Para él, los centros de la cultura brasileña siguen siendo Río de Janeiro y São Paulo.[176]
Esta opinión se ve reforzada por lo que afirmó Karla Osório, administradora del Espacio ECCO, refiriéndose a la existencia en la ciudad de un mercado de arte limitado e inestable. En los años 80 hubo una expansión en el sector, con la actividad de varias galerías de arte comerciales cualificadas, como Espaço Capital, Performance Galeria de Arte y Galeria Oscar Seraphico, pero al final de la década el mercado se redujo enormemente y varios espacios cerraron. Grace de Freitas, de la Universidad de Brasília, señaló que en aquel tiempo había un gran interés del público por el arte y un diálogo activo con los artistas, y lamentó el declive de este proceso, que tenía un carácter educativo para la población y era valioso para la educación artística universitaria. Fue aplaudida la existencia actual de varios espacios oficiales de arte y cultura que sobrevivieron a la crisis o surgieron en medio de ella, aunque su dinámica institucional es diferente del ámbito privado, y no parecen tener una relación directa con la dinamización del mercado de arte. En 2001 la ciudad fue excluida del Proyecto Rumos Visuais del Itaú Cultural, que hace un mapeo de la producción artística reciente brasileña, y la Itaú Galería cerró sus puertas. Dos otras grandes instituciones privadas cerraron sus actividades en años recientes, Arte Futura e Companhia y el Espacio Cultural Contemporáneo (ECCO), que mantenía tres galerías de gran tamaño.[174]
Respecto al imaginario creado por Brasília, Teixeira dice que:
El deporte también forma parte de la historia de Brasília, habiéndose creado en 1966 el Departamento de Educación Física, Deportes y Recreación, y hoy tiene una presencia diversificada en la vida local,[178] aunque según Ribeiro & Silva las políticas oficiales dejan que desear en cuanto al apoyo a esta área,[179] un problema que, según Cantarino Filho, también afecta desde hace algún tiempo la Educación Física impartida en las escuelas, cuando durante la dictadura había un gran interés oficial en la práctica deportiva escolar.[180]
El voleibol, que según el IBOPE en 2007 se había convertido en el segundo deporte más popular en Brasil, no acompañó ese desarrollo en la capital, a pesar de existir desde principios de los años 70 una federación local y de que la ciudad ya hubiera producido campeones mundiales y medallistas olímpicos como Leila Barros, Ricarda Negrão y Paula Pequeno, entre otros, quienes tuvieron que marcharse en busca de mejores condiciones.[179]
El golf fue promovido por Lúcio Costa con el planeamiento de un área especial, que dio origen al Club de Golf en los años 60.[181]
El fútbol, en cambio, se practicó de manera amateur incluso antes de la fundación de la ciudad. El primer campeonato de equipos tuvo lugar en 1959, ganando el Grêmio Brasiliense. Su estadio más antiguo de gran capacidad es el Estádio Mané Garrincha, inaugurado en 1974. La profesionalización ocurrió en 1976, con la fundación del Brasília Futebol Clube, que se convirtió en el mayor campeón del Distrito Federal hasta 1999. En años recientes, el Gama ha conquistado la mayoría de los títulos.[182]
Los deportes acuáticos también se desarrollaron, facilitados por la existencia del gran Lago Paranoá, destacándose el jet ski, actualmente una de las modalidades más identificadas con Brasília.[183][184]
A lo largo de las décadas precedentes, el principal centro de atención del turismo fue la arquitectura modernista de Brasília, pero el ecoturismo y el turismo rural en años recientes se consideran áreas prometedoras, con un crecimiento acelerado, buscando captar parte de los novecientos mil turistas que actualmente visitan la capital anualmente y dirigirlos hacia las regiones de preservación ambiental, hoteles-rancho y sitios paisajísticos y arqueológicos aún conservados en el interior del Distrito Federal y en la zona del Entorno. Un fomento más activo de este turismo puede contribuir a formar una nueva conciencia ecológica, promover la sostenibilidad de regiones naturales amenazadas, prevenir delitos ambientales e incrementar la economía de comunidades rurales necesitadas, que han sido problemas serios, aunque el sector aún necesita mejor infraestructura física y logística, una regulación legal más precisa y mayor apoyo oficial.
Otras áreas de gran potencial, exploradas recientemente, son el turismo histórico, religioso y folclórico, considerando la existencia de una comunidad histórica en Sobradinho, antiguas haciendas en Gama, una comunidad mística en el Vale do Amanhecer y la realización de una concurrida escenificación folclórica de la Via Crucis en Planaltina, durante la Semana Santa. En el Entorno, Pirenópolis es conocida por sus ricas tradiciones sagradas y sus cabalgatas folclóricas.[185]
El aura mística de Brasília, parte de un folclore urbano cristalizado desde el sueño de Don Bosco en el siglo XIX, se considera una característica importante de la cultura local, ejerciendo cierta influencia en la inspiración artística. Proliferan agencias que ofrecen excursiones de turismo místico. La propia Universidad de Brasília ha ofrecido recientemente cursos de formación en esta área a través de su Centro de Entrenamiento en Turismo. Cildo Meireles, Ney Matogrosso y otros referentes de la escena artística mencionan a Brasília como un lugar con una atmósfera especialmente sugestiva, tanto por su paisaje urbano y natural como por sus "energías". Siqueira destacó la realización de la 1ª Feria Mística de Brasília, en 1997, como manifestación del sincretismo y pluralismo religioso en Brasil, indicando la construcción y vivencia de un nuevo estilo de vida que implica mejor calidad de vida.
La existencia del Vale do Amanhecer, fundado en 1969 por la médium Tia Neiva en Planaltina, tras iniciar sus actividades en el Núcleo Bandeirante, convierte al misticismo en un componente importante de la religiosidad popular de la región.[186][187][188]
Este elemento coincide con la reducción progresiva —especialmente después de los años 90— de la influencia del Catolicismo, predominante en el momento de la fundación, con la penetración de credos evangélicos, protestantes y espíritas. En 2000, los católicos componían el 66,6 % de la población, los evangélicos 18,5 %, otras religiones 6,2 % y el resto se declaraba sin religión. El ecuménico Templo de la Buena Voluntad, de José de Paiva Netto, construido en 1989, a inicios del siglo XXI ya era visitado anualmente por un millón de personas.[189][190]
La preocupación por la preservación del patrimonio histórico de Brasília surgió desde el origen de la ciudad. En 1960 se sancionó la Ley Santiago Dantas, prohibiendo la alteración del Plano Piloto sin la aprobación del Senado; en 1967 surgió el Código de Obras; y en 1977 el Plan de Estructuración Territorial del Distrito Federal, con la intención de preservar el carácter político-administrativo y cultural de la ciudad.
En la década de 1970, un grupo de técnicos de la hoy extinta Fundación Nacional Pró-Memoria, junto con profesores de la Universidad de Brasília, inició un debate más profundo sobre temas de memoria y patrimonio que consideraban poco estudiados. Este debate llevó a la formación del Grupo de Trabajo para la Preservación del Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de Brasília (GT-Brasília), cuyo objetivo era definir parámetros de preservación del patrimonio del Distrito Federal, entendiendo que Brasília no se limitaba al Plano Piloto y abarcaba, en realidad, todo el Distrito Federal.
Los objetos de preservación, como los artefactos de los candangos, las evidencias de la evolución de la ocupación del espacio, los restos de campamentos, etc., no eran reconocidos como dignos de preservación, y el grupo tuvo que formular criterios sin el apoyo de referencias anteriores. Surgió la idea de utilizar el tombamento como instrumento preferencial de preservación, pero se abandonó en favor de establecer reglas de planificación urbana, lo que se consideró una actitud innovadora, intentando integrar al esfuerzo oficial a la propia población.
En las investigaciones de campo se hicieron descubrimientos sorprendentes, que apuntaban a una historia de ocupación humana mucho más antigua en la región de Brasília, como la identificación de antiguas haciendas con arquitectura vernácula datadas a mediados del siglo XIX, que gracias a la actividad del grupo fueron restauradas y hoy son puntos turísticos.[191]
En 1975 se creó la División de Patrimonio Histórico y Artístico, subordinada al Departamento de Cultura de la Secretaría de Educación y Cultura, con el fin de preservar y administrar el patrimonio histórico de la ciudad.[192]
En 1983, el GT-Brasília inició el análisis del Plano Piloto con una encuesta sobre la percepción popular del mismo y cuáles de sus características merecerían preservación. Las respuestas indicaron aceptación de cambios destinados a corregir problemas, pero resistencia a aceptar reducción en áreas libres de uso público. También se registró la demanda de mayor participación de la población en decisiones oficiales; sin embargo, en cuanto al patrimonio, la actuación efectiva de la sociedad resultó escasa, desorganizada y circunstancial. Los testimonios reflejaban desinformación sobre toda la cuestión patrimonial, aunque valoraban a Brasília como un símbolo positivo para la nación y su arquitectura única como ejemplo de brasilidad.[193]
El 7 de diciembre de 1987, el Plano Piloto fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, en decisión unánime del comité de evaluación, e inscrito oficialmente el 11 de diciembre, por ser un hito de la arquitectura y urbanismo modernos, siendo el único bien contemporáneo de su categoría con tal distinción, con la mayor área protegida del mundo, 112,25 km².[194][195]
También fue protegido mediante legislación local en 1987 y en 1990 por el Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN).[196] Actualmente, Brasília posee más de veinte bienes protegidos individualmente, además del conjunto del Plano Piloto.[196]
La antigua División de Patrimonio Histórico y Artístico se denomina actualmente Dirección de Patrimonio Histórico y Artístico del Distrito Federal (DePHA) y coordina varios órganos, programas e instituciones subordinadas, relacionados con la gestión patrimonial,[192] incluyendo el Archivo Público del Distrito Federal, que desempeña un papel importante en la preservación y difusión de la memoria documental de Brasília, con un amplio acervo de documentos textuales, películas, fotografías y mapas. De especial interés son los testimonios grabados de personas que participaron en la construcción de Brasília, donde se mezclan visiones hegemónicas sobre el proceso político del período, exaltando a Juscelino, y otras que muestran la ciudad como el vínculo entre un pasado de privaciones, sufridas principalmente en el noreste, y un presente dignificado por la conquista del territorio.[197]
La condición de Brasília como ciudad muy reciente complica el trabajo sobre patrimonio y memoria. La población, en general, no percibe la ciudad como un objeto digno de preservación de la misma manera que ciudades más antiguas como Ouro Preto.[198]
Incluso Niemeyer criticó el tombamento, llamándolo "una tontería", argumentando que las ciudades no pueden ser protegidas de esta manera, pues son entes dinámicos.[199]
Por la falta de parámetros consensuados, para los técnicos el estudio del Plano Piloto constituye un gran desafío conceptual, y la aplicación práctica de medidas conservacionistas es difícil, situación agravada por el casi desmantelamiento del IPHAN en los años 1990, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, y por la escasa impresión que el tombamento suscitó en la opinión pública local.
Las investigaciones del GT-Brasília produjeron un vasto y detallado cuerpo de información y documentación histórica, visual, arqueológica, antropológica y sociológica sobre la capital, pero sus resultados no fueron suficientemente debatidos ni divulgados. Todo se complica aún más debido a la discrepancia entre los conceptos patrimoniales del IPHAN y el GT-Brasília, lo que dificulta establecer una colaboración eficaz entre las instancias conservacionistas locales y nacionales.[200]
La legislación reciente tampoco ha favorecido la preservación del Plano Piloto, permitiendo la ocupación de espacios originalmente destinados a permanecer libres, la transformación de áreas residenciales en comerciales y de rurales en urbanas, alterando índices constructivos y contrariando recomendaciones de la UNESCO, del IPHAN y del propio consejo técnico de patrimonio histórico de la ciudad. En 2004 había setenta mil inmuebles construidos en áreas no previstas para ellos, y ya se habían aprobado 247 leyes que violaban los principios de protección de la ciudad, reconfigurando el espacio con pérdida de atributos morfológicos responsables de su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. Según el cartógrafo Adalberto Lassanse, ya existe un movimiento que busca devolver la administración de Brasília a la Unión y desvincular las ciudades-satélite, que pasarían a ser municipios autónomos bajo jurisdicción de Goiás, lo que, en su opinión, evitaría muchos de los abusos que sufre la capital.[201][202]
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