Gustave Courbet (Ornans, Francia, 10 de junio de 1819-La Tour-de-Peilz, Suiza, 31 de diciembre de 1877) fue un pintor francés, fundador y máximo representante del realismo[1], y comprometido activista republicano, cercano al socialismo revolucionario. Estudió en la Academia Suiza la obra de los principales representantes de las escuelas flamenca, veneciana y holandesa de los siglos XVI y XVII.[2]
Gustave Courbet | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
10 de junio de 1819 Ornans (Restauración borbónica en Francia) | |
Fallecimiento |
31 de diciembre de 1877 La Tour-de-Peilz (Suiza) | (58 años)|
Causa de muerte | Infarto agudo de miocardio | |
Sepultura | Cimetière Communal D'ornans | |
Nacionalidad | Francesa | |
Familia | ||
Pareja | Virginie Binete | |
Educación | ||
Educado en | Academia Suiza | |
Alumno de | Charles de Steuben | |
Información profesional | ||
Ocupación | Pintor, escultor, comunero, dibujante y artista visual | |
Área | Pintura | |
Movimiento | Realismo | |
Géneros | Retrato, pintura animalista, escena de género, pintura del paisaje, desnudo y bodegón | |
Obras notables | ||
Distinciones |
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Nació en Ornans, un pueblo próximo a Besançon, en el Doubs (Francia), cuyo paisaje reflejó en sus cuadros. Fue un gran conocedor de las obras de Marsol. Estudió en Besançon y luego en París (1839). Sus padres deseaban que hiciera la carrera de Derecho, pero al llegar a París se volcó al arte. En 1840 realizó en el Museo del Louvre sus primeras copias de grandes maestros de la pintura.
Visitó Bélgica y Holanda en 1847, descubriendo las pinturas de maestros flamencos como Frans Hals y Rembrandt, que lo marcaron profundamente.
En 1846 planteó con Bouchon un manifiesto contra las tendencias romántica y neoclásica. El realismo de Courbet, fuertemente influido por los ambientes revolucionarios del siglo XIX, era una protesta contra la estéril pintura academicista y los motivos exóticos del Romanticismo.
Como él, sus amistades eran contrarias al academicismo artístico y literario; entre ellas figuran Baudelaire, Corot y Daumier. A partir de la revolución de 1848, Courbet fue etiquetado de «revolucionario peligroso».
En el estudio de Courbet, se reunían por esa época notables personalidades, como el crítico Jules Champfleury y los poetas Baudelaire, Bainville y Muerguer, el pintor Bonvin y el filósofo Proudhon, quien dedicó al interés humanitario de las pinturas de Courbet el opúsculo Du principe de l'art et de sa destination sociale. El grupo de Courbet se disgregó tras el golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte en el año 1852, y el pintor retornó a su tierra natal.
En 1855 expuso algunas de sus obras en el Palacio de las Artes de la Exposición Universal de París, pero al ver el rechazo del jurado hacia algunos de sus cuadros, decidió inaugurar una exposición individual ubicada en las proximidades del campo de Marte, a la que bautizó con el nombre de "Pabellón del Realismo". Esta iba a convertirse en una de las primeras muestras de autonomía e independencia artística del siglo, abriendo una vía para las iniciativas de difusión gestionadas por los propios artistas. Entre las obras que exhibió en dicho lugar cabe mencionar El taller del pintor, en el que retrataba a todas las personas que habían ejercido cierta influencia en su vida.[3]
Tuvo fama de arrogante y efectista; afirmaba que «si dejo de escandalizar, dejo de existir». Algunos le achacaban que provocaba escándalos sólo para entretener a las clases biempensantes y que, en realidad, su arte se mantenía fiel a cierta exquisitez formal. Sin embargo, otras voces, como Delacroix, lamentaban que Courbet malgastaba su habilidad al elegir temas sin un contenido «elevado» y sin «cribar» de ellos muchos detalles «innecesarios».
Fue uno de los artistas más influyentes en la Francia del momento, a pesar de las polémicas en las que se vio envuelto. Se le otorgó la medalla de la Legión de Honor, pero la rechazó. Afirmaba que quería morir «como hombre libre, sin depender de ningún poder ni religión», si bien accedió a participar en el breve gobierno de la Comuna de París de 1871. El filósofo Proudhon, «padre» del anarquismo, quiso hacer de él un pintor proletario. Creía que el arte podría subsanar las contradicciones sociales. Admitía su compromiso con el socialismo y con el realismo cuando afirmaba: «Acepto con mucho gusto esta denominación. No solo soy socialista, sino que también soy republicano, y en una palabra partidario de cualquier revolución –y por encima de todo realista... realista significa también sincero con la verdadera verdad».[cita requerida] Courbet se convirtió hacia mediados de siglo en el principal representante de la emergente tendencia realista.
Durante la Comuna se le encargó la administración de los museos de París. Tras caer el gobierno revolucionario, fue acusado de la destrucción de la columna Vendôme dedicada a Napoleón Bonaparte. Un consejo de guerra lo condenó a seis meses de prisión y a pagar 300 000 francos. Al salir de la cárcel, escapó a Suiza (1873) para evitar que el Estado le obligara a pagar la multa; era tan alta que debía ser liquidada a lo largo de 30 años.
Murió en La Tour du Peilz, localidad próxima a Vevey, víctima de una cirrosis producida por el consumo abusivo de alcohol.
En sus inicios se dedicó a la pintura de paisaje, especialmente en los bosques de Fontainebleau, y realizó retratos con algunos rasgos románticos. Pero a partir de 1849 es decididamente realista. Courbet es de hecho el «fundador» del realismo y se le atribuye la invención de dicho término.
Escoge temas y personajes de la realidad cotidiana, sin caer en el «pintoresquismo» o «folclorismo» decorativo. Su técnica es rigurosa con el pincel, con el pincel plano y con la espátula, pero su mayor innovación es la elección de temas costumbristas como motivos dignos de los grandes formatos, que hasta entonces se reservaban a «temas elevados»: religiosos, históricos, mitológicos y retratos de las clases altas. Reivindicaba la honestidad y capacidad de sacrificio del proletariado y afirmaba que el arte debía plasmar la realidad. En 1867 expone nuevamente en la Exposición Universal de París. Influye y aconseja a los primeros impresionistas[4]
Su naturalismo combativo es patente en sus desnudos femeninos, donde evita las texturas nacaradas e irreales tomadas de la escultura neoclásica. Plasma formas más carnales e incluso el vello corporal que habitualmente se omitía en los desnudos académicos. Ejemplo claro de ello es El origen del mundo.
Sus referencias son los maestros del pasado, como Velázquez, Zurbarán o Rembrandt. Su realismo se convierte en modelo de expresión de muchos pintores, contribuyendo a enriquecer la obra de Cézanne.
Debe entenderse a esta época posterior a la caída del Imperio Napoleónico como un período de cambios intensos que ocurrieron durante la primera mitad del siglo XIX y se caracterizó por el surgimiento de manifestaciones nacionalistas y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero, notoriamente influenciado por la revolución industrial provocando cambios profundos en las estructuras sociales. En Inglaterra surgen los primeros movimientos culturales que darían por sostener y promover las bases de los postulados comunistas (Marx y Engels) replicando en Francia por vía de autores franceses instando a magnificar el poder de la clase obrera. Nuestro personaje es un fiel exponente de su época. Afirmaba que quería morir «como hombre libre, sin depender de ningún poder ni religión». De él, el filósofo Proudhon, «padre» del anarquismo, decía que era un pintor proletario. Creía que con el arte podría subsanar las contradicciones sociales. Admitía su compromiso con el socialismo y con el realismo cuando afirmaba: Acepto con mucho gusto esta denominación. No solo soy socialista, sino que también soy republicano, y en una palabra partidario de cualquier revolución –y por encima de todo realista... realista significa también sincero con la verdadera verdad.