Guillermo Ruiz Plaza (La Paz, 1982) es un escritor boliviano, ganador del Premio Nacional de Novela. Ruiz Plaza reside en Albi, Francia, a donde llegó originalmente para cursar estudios superiores.[1] Es autor de poesía, cuento, ensayo, crónica y novela. Ha publicado una decena de libros. Entre sus novelas destacan Días detenidos (Premio Nacional de Novela, 2018, publicada en España por Navona en 2022), El hombre tocado de viento (2022) y Viaje febril al invierno (2024), que conforman, según el crítico Martín Zelaya, “una trilogía de la errancia y la memoria”. También ha cultivado con éxito el relato breve en títulos como La última pieza del puzzle (2013), Cosas que se pierden (2016) y Los claveles de Tolstoi (2021), libros en los que se mueve con soltura entre lo realista y lo fantástico.
Guillermo Ruiz Plaza | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
1982 La Paz | |
Residencia | Francia | |
Nacionalidad | Boliviana | |
Lengua materna | Español | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor | |
Distinciones | Premio Nacional de Novela | |
Su narrativa se distingue por un estilo preciso y poético, y por la exploración de temas como la identidad, el destierro y la extrañeza. Asimismo, sus personajes, de distintos orígenes y horizontes diversos, se mueven en un terreno fronterizo entre la razón y la locura, lo banal y lo extraordinario. Su producción narrativa se articula a partir de una prosa de notable precisión formal y lirismo contenido, que indaga en cuestiones centrales de la subjetividad contemporánea como la identidad, la memoria, el desarraigo y la alteridad. Su obra narrativa construye un universo orgánico, expansivo y autorreferencial, donde los personajes, espacios y tramas configuran una red de recurrencias, desplazamientos y retornos, generando una poética del entrelugar. Este tejido narrativo no solo explora los límites entre lo real y lo fantástico, sino que incorpora mecanismos de hibridación genérica, desestabilización de las fronteras ontológicas y metaliterariedad. En este sentido, su escritura se inscribe en las poéticas del desarraigo, desafiando las categorías tradicionales del relato y proponiendo una estética de la extrañeza. https://www.revistalatrini.com/post/siempre-parece-demasiado-pronto-para-el-invierno[2][3][4]