Los registros más antiguos de pintura al fresco conocidos en la historia se encuentran en las famosas cuevas de Lascaux en Francia. Con unos 30.000 años de edad, las hermosas y altamente realistas representaciones de animales fueron realizadas en tiza, carbón vegetal y tierra de color sobre las húmedas paredes de piedra caliza de las cuevas. Seguramente este cavernoso museo de arte prueba que la pintura mural es la precursora de todos los demás estilos de pintura.
Se han descubierto frescos que datan de 2000 a. C. realizados por los minoicos durante la Edad de Bronce de Creta. Un ejemplo famoso es el Toreador de Minos (Knossos, Creta - c. 3000-1100 a. C.), que representa una ceremonia sagrada de toros.
A los minoicos se les atribuye la invención del fresco aplicando pigmentos directamente sobre una superficie de cal fresca. Sabemos que los pigmentos que utilizaron fueron pigmentos de tierra porque no se vieron afectados por los álcalis.
Los colores empleados en los frescos minoicos fueron negro (esquisto carbonoso), rojo (hematita), blanco (hidrato de cal), amarillo (ocre), azul (silicato de cobre) y verde (azul y amarillo mezclados).
Los mayas también utilizaron pigmentos naturales para crear los colores brillantes de sus murales. El más famoso es el azul maya, supuestamente creado a partir del índigo y un mineral de arcilla blanca llamado paligorskita. Sin embargo los científicos actuales aún están estudiando sus componentes para descubrir cómo hicieron los mayas para crear un pigmento tan hermoso y duradero.[1]
Un fresco (del italiano affresco)[2] es una pintura realizada sobre una superficie cubierta con dos capas de mortero de cal, la primera (arricio) de mayor espesor, con cal apagada, arena de río y agua, y la segunda (intonaco) más fina formada por polvo de mármol, cal apagada y agua, sobre la que se van aplicando los pigmentos, cuando todavía esta última capa está húmeda, y por jornadas (giornate, al plural; giornata al singular), de ahí su nombre. Destacan las decoraciones de la Capilla Sixtina hechas por Michelangelo Buonarroti.
El fresco se ejecuta en jornadas de trabajo de 8 horas, ya que la cal en un periodo de 24 horas comienza su proceso de secado y no admite más pigmentos. Por ello algunos acabados se realizaban en seco, con temple, es decir, aglutinados con cola. A esa técnica se le conoce como fresco seco.
La realización de un fresco se desarrolla en tres fases: arriccio (soporte), intonaco, aplicación de pigmento (color).
El soporte, de piedra o ladrillo, debe estar seco y nivelado. Antes de la fase de intonaco, se prepara con una capa llamada arriccio ejecutada con mortero de cal apagada y arena, de un centímetro de espesor aproximadamente, con el fin de dejar la superficie lo más lisa posible. En algunos casos se puede encontrar entre el soporte y el arriccio, una primera capa trullisatio cuyo fin es el de regularizar la superficie de soporte, aportando más humedad para evitar que se sequen con demasiada rapidez las capas sucesivas.
Sobre el arriccio se pinta la sinopia, que es el dibujo lineal transferido desde los cartones de diseño, que han sido perforados en sus líneas, y estarcidos con tierras sobre la superficie del arriccio, de forma que se puedan ir marcando y tendiendo las distintas giornate de intonaco.
El intonaco es una capa de unos milímetros de espesor, que se ejecuta con un mortero fino compuesto de polvo de mármol, cal apagada y agua. El color se aplica mediante los pigmentos diluidos, sobre el intonaco, mientras este se encuentra aún húmedo. La gama de colores se reduce a los de origen mineral. Al secarse la cal, los pigmentos quedan integrados químicamente en la propia pared, por lo que su durabilidad se vuelve muy alta.
La principal dificultad de esta técnica es el hecho de que no se puede corregir lo hecho. Una vez que el color ha sido aplicado es inmediatamente absorbido por la base. Las únicas correcciones posteriores se pueden hacer sólo cuando el fresco ha secado, mediante aplicaciones de temple. Sin embargo, estas correcciones carecen de la permanencia del buon fresco.
Otra dificultad consiste en la diferencia de tono del color entre el momento de aplicación y el resultado final una vez seco. El pintor debe anticipar y adivinar el resultado final.
Probablemente el ejemplo más significativo de pintura al fresco sea el conjunto de pinturas realizadas en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel, que sumadas a las obras realizadas en la misma capilla por los artistas de la generación anterior, Domenico Ghirlandaio, Botticelli y Perugino, más el muro del testero con el Juicio Final del propio Miguel Ángel, hacen de ese recinto el sanctasanctórum de la pintura al fresco.
La famosa obra La última cena de Leonardo da Vinci en esta obra el autor probó con distintas técnicas de fresco, para el cual empleó una base de arcilla y un aglutinante —elaborado de óleo y barniz— que le permitió corregir la pintura y lograr una riqueza de color y una precisión en el detalle similar a la de un cuadro al óleo. Sin embargo, el desgaste de la pintura es bastante mayor que en el caso de un fresco; en La última cena el deterioro comenzó a los pocos meses de terminada la obra.[3] Otro ejemplo de falso fresco realizado por Leonardo y con los mismos resultados catastróficos es el de La batalla de Anghiari, realizado en el Palazzo Vecchio de Florencia y que resultó igualmente dañado a causa de los afanes experimentadores de su creador.