En farmacéutica, un excipiente es una sustancia inactiva que se mezcla con el principio activo para dar consistencia a los medicamentos. Además pueden usarse para ayudar al proceso de fabricación de un producto.[1]
Se considera que los excipientes son inertes, por lo general. De hecho, es deseable que no tengan ninguna acción farmacológica propia, aunque algunos pueden tener efecto en determinadas circunstancias.
En general, las sustancias activas por sí mismas no pueden ser absorbidas fácilmente por el cuerpo humano; es necesario administrarlas en la forma apropiada, por lo tanto la sustancia debe ser disuelta o mezclada con una sustancia excipiente, si es sólido o blando, o un vehículo si es líquido. Además pueden usarse para ayudar al proceso de fabricación de un producto.
Dependiendo de la vía de administración es posible usar distintos excipientes. Además, cuando un ingrediente activo ha sido purificado, muchas veces no puede permanecer así por mucho tiempo. Otro uso de los excipientes es como estabilizadores que aseguran la activación del ingrediente activo lo suficiente como para hacer competitivo el producto. El uso más común y recomendado para la toma es el agua pura, disolvente universal.
Esta sustancia permite mejorar la efectividad de los fármacos de diferentes maneras como su absorción, la mejora de la seguridad y la estabilidad de los medicamentos.[2]