En Cantabria (España) se conoce como el sol de los muertos al último sol de la tarde que, según la mitología, enviarían los difuntos, y al cual se rezaba una oración mirando hacia el ocaso. Muy reverenciada, esta tradición se ha venido conservando en ciertas zonas de la comunidad hasta principios del siglo XX.[1] En otros lugares de Cantabria era aquel sol que se dejaba entrever en los días de llovizna. Se creía que en tal momento era entonces cuando los muertos regresaban a la vida.[2]
Manuel Llano, estudioso de la mitología cántabra, escribiría su primera obra en 1928 con este título: El Sol de los Muertos.