Un corro de brujas es un anillo o sector anular formado por el crecimiento radial del micelio de un hongo. Suele manifestarse por bandas de distinto color en la hierba, especialmente cuando crecen en praderas. En bosques, su presencia se detecta cuando el hongo fructifica.
Su tamaño suele ser reducido, de unos decímetros a unos pocos metros.[1]
Cuando los hongos que forman corros de brujas crecen en praderas, su crecimiento crea unas bandas concéntricas de hierba amarilleada en la periferia y mucho más verde en el interior inmediato. Esto se debe a que el micelio vivo compite con la hierba por los nutrientes, causando que la hierba se agoste. Cuando el micelio muere y se descompone, la hierba aprovecha el exceso de nutrientes liberados. Esto se repite año tras año mientras el corro se ensancha.[1]
Estos anillos ocupaban un lugar importante en las mitologías europeas, como la celta o la germánica, en las que se sostenía que eran puertas a reinos feéricos, o lugares donde habían bailado hadas, duendes o brujas.
Los corros de brujas han aparecido en el arte europeo desde al menos, el siglo XVIII. Por ejemplo, William Blake pintó Oberón, Titania y Puck con las Hadas Bailando, representando una escena de la obra de Shakespeare Sueño de una noche de verano, de 1785,[2] y Daniel Maclise pintó El Fauno y las Hadas cerca de 1834. Imágenes de hadas bailando en círculos se volvieron de las representaciones favoritas de los pintores de la época victoriana. Por una parte, los artistas estaban interesados en la imaginería cultural de éstas y, por otra parte, las hadas podían ser representadas como desnudos titilantes y semidesnudos sin ofender la moral victoriana, lo cual popularizó este tipo de representaciones como tema de colección para los coleccionistas de arte. Ejemplos de pinturas victorianas de corros de brujas incluyen: Ven a Estas Arenas Amarillas (1842) por Richard Dadd y La Reconciliación de Oberón y Titania (1847) de Joseph Noel Paton.[3]