El consociativismo o consociacionalismo es una forma de gobierno que toman los sistemas políticos democráticos en las sociedades profundamente divididas, cuando un reparto del poder político logra operarse entre las elites más allá de cualquier lógica de mayoría, a pesar de las divisiones religiosas, lingüísticas o étnicas que puedan existir entre los grupos socioculturales. De esta forma, las elites se aseguran una representación en el gobierno.
Se percibe a veces al consociativismo como sinónimo de compartir el poder, aunque técnicamente solo es una forma de compartirlo.[1] Muchas veces, se encuentran afinidades entre el consociativismo y el corporativismo; algunos lo consideran una forma de corporativismo y otros argumentan que el corporativismo económico está diseñado para regular los conflictos de clase, mientras que el consociativismo se desarrolla sobre la base de la reconciliación de la fragmentación social por motivos étnicos o religiosos.[2]
Ejemplos clásicos de estado consociacional son India, Bélgica, los Países Bajos, Suiza y Bosnia-Herzegovina. Países como Sudán, China, Indonesia, Rusia, España o Estados Unidos, aunque se constituyen como mosaicos pluriculturales, están sometidos por un régimen central de mayoría relativa. Algunos países latinoamericanos, como México, Guatemala, Perú o Bolivia, son consociacionales en la medida que su diversidad cultural es representada democráticamente por sus respectivos sistemas políticos (véase Democracia).
Entre las principales características del estado consociacional, se hallan las siguientes: