En enero del año 863, afligido el Papa Nicolao de los males y de la persecución de Focio, convocó un Conciiio en Roma.
En él se condenó todo lo que se había hecho contra San Ignacio en Constantinopla el año 861. Se depuso y excomulgó un Legado del Papa y se dejó para otro Concilio la sentencia del otro Legado que estaba ausente. En cuanto al asunto de Constantinopla, pronunció el Concilio una sentencia concebida de esta suerte:
Diccionario portátil de los concilios, Pons-Augustin Alletz, 1782