El cierzo (del latín cercius, por circius)[1] es el viento de componente noroeste en la parte septentrional española. En Aragón, en la Ribera de Navarra, La Rioja y en Castilla y León. Es un fuerte viento fresco y seco debido a la diferencia de presión entre el mar Cantábrico y el mar Mediterráneo.
Es un viento muy frecuente en el valle del Ebro, y se puede presentar en cualquier mes del año. En el centro del valle pueden darse ráfagas de 100 km/h. La máxima observada, según los datos disponibles, fue de 160 km/h en julio de 1954.[2]
Floristán Samanes (1978) señaló que era un viento de características similares a la tramontana (Ampurdán), al mistral (valle del Ródano) y al bora (Balcanes), puesto que es desapacible, frío en invierno y aporta frescor en verano y se produce debido al contraste atmosférico con bajas presiones del Mediterráneo.[3]
Ya Catón el Censor (s. II a. C.) se refiere en sus crónicas a este viento cercio de la Hispania Citerior, que era capaz de derribar a un hombre armado o carretas cargadas. Aulo Gelio lo denomina circius, que provendría del ibérico cercius.[4]
El cierzo condiciona la vida del valle del Ebro porque es un viento desecante y las plantas deben luchar contra la sequedad que el cierzo produce en el clima. Igualmente, los agricultores deben proteger sus cultivos de huerta con barreras de cañas o plantaciones de árboles, que se denominan pareteras de caña, enramadas, abrigaños o bardos.[5] Sin embargo, también puede tener efectos beneficiosos para la agricultura al dificultar el desarrollo de ciertas plagas.
El viento sopla de forma continuada e intensa en Zaragoza. Las calmas suponen un 13,5% anual. Su velocidad media es de 19 km/h, de dirección dominante NW (cierzo) y SE (bochorno). La velocidad es particularmente alta durante el invierno y la primavera. En un 60% de las ocasiones el viento se observa con una velocidad superior a los 12 km/h., velocidad umbral a partir de la que los efectos comienzan a ser más perjudiciales que beneficiosos. Un 43% de las ocasiones sopla con una velocidad superior a los 20 km/h y en un 16% supera los 30 km/h. Se registran rachas máximas con velocidades de más de 100 km/h. El viento presenta, en Zaragoza, importantes perjuicios fisiológicos y mecánicos para las plantas y los cultivos.[6]
El 1 de julio de 2018 se registró una racha con dirección 190 (suroeste) de 135 km/h en el observatorio del Aeropuerto de Zaragoza, como racha máxima alcanzada en el periodo de recogida de datos desde 1943.[7]
Tal es la fama de este viento en la ciudad que Eugenio d’Ors llamó a Zaragoza la novia del viento.[8]
Incluso en el callejero de Zaragoza este fenómeno meteorológico tiene una avenida dedicada en la ciudad.[9]