Cecilia Camps Gonzalvo (Zaragoza, 13 de junio de 1877 – Valencia, 1941) fue una escritora, periodista y dramaturga española, defensora de la educación de la mujer y una de las primeras mujeres en formar parte de la Asociación de la Prensa de Madrid y la Sociedad de Autores.[1]
Cecilia Camps Gonzalvo | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
13 de junio de 1877 Zaragoza (España) | |
Fallecimiento |
1941 Valencia (España) | |
Nacionalidad | española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritora | |
Cecilia Camps Gonzalvo, conocida por Cecilia Camps, vivió la mayor parte de su niñez y juventud en Filipinas, adonde su padre, el músico Óscar Camps y Soler, y su madre, Vicenta Gonzalvo, se trasladaron en 1879 junto a toda la familia, formada por cinco chicas y un chico, después de que ella naciera. Se casó a los 20 años con el abogado y funcionario de Intendencia de Hacienda, Benito Perdiguero Iriarte, 20 años mayor que ella, con él tuvo un hijo y una hija, Fernando y Esperanza.
Dejando atrás el conflicto bélico entre España y Filipinas llegó a Madrid el 12 de abril de 1899. La muerte de su marido en febrero de 1905, solo ocho años después de las nupcias,[2] la dejó en una situación económica débil, por lo que tuvo que ponerse a trabajar. Su primer empleo fue de secretaria en el Centro de Hijos de Madrid, que era una entidad de beneficencia.[3]
Mujer con una cultura más refinada que la de la mayoría de las mujeres de la época y con una clara vocación literaria empezó pronto a publicar artículos y poemas en periódicos y revistas. Asimismo, escribió narrativa y una obra de teatro. Fue una de las primeras mujeres en pertenecer a la Asociación de la Prensa y a la Sociedad de Autores. Según Rafael Cansinos Assens, con quien mantuvo relación epistolar y sentimental. Cecilia Camps deseaba abrir un salón literario como el organizado por Carmen de Burgos Colombine, pero no llegó a hacerlo.[4]
Su primer artículo, ¡1º de Mayo!, fue publicado en 1909 por el Heraldo de Alicante y se trataba de un encargo realizado por el Centro obrero de esa ciudad para leerse en los actos de celebración de ese día.[3]A este le seguirían otros en periódicos como El liberal, El Motín o Nueva España; y en medios de provincias, como el semanario Era Nueva, de tendencia republicana.[5] Casi siempre trataba temas de los llamados femeninos, aunque iría evolucionando desde posiciones conservadoras a otras más críticas.
Abogó siempre por una mayor instrucción de las mujeres pensando que ello elevaría el nivel de los hogares y la sociedad, al tiempo que defendía la enseñanza laica, lo que le granjeó la antipatía de la iglesia. Si bien creía que lugar de la mujer era el hogar y que solo debía abandonar este para trabajar cuando las condiciones económicas lo exigieran para mantener a su familia.
Debutó en el campo de la narrativa sobre 1910 con la obra Alma desnuda, volumen de catorce cuentos, que tuvo una buena acogida y recibió elogios de literatos y críticos de la época por su prosa y técnica. Fue prologado por Eduardo Zamacois e incluye el comentario de Emiliano Ramírez Ángel. También fue muy alabada su primera y única novela, Lo que ellos quieren, publicada en 1911, y que aborda la necesidad de educar a la mujer para elevar su espíritu y evitar el aburrimiento dentro del matrimonio y la infidelidad.[3]
Tras el éxito literario de sus obras, apenas escribió nada durante cinco años, posiblemente por problemas de salud. Publicó en la prensa algún cuento o artículo, pero de forma aislada. Sin embargo, reapareció en 1916 con una comedia en tres actos, El Gran Guignol,[6] con la obtuvo buenas críticas por su trama y belleza de texto. Fue estrenada el 14 de enero en el Teatro de la Zarzuela, siete años después de que sufriera un terrible incendio, y protagonizada por la actriz Nieves Suárez.[7]
De nuevo, a partir de ese año, Cecilia Camps Gonzalvo vuelve a desaparecer del ámbito literario, salvo para dirigir la revista Ideal Fémina, con carácter quincenal.
En los años veinte apareció en colaboraciones con revistas infantiles, como Chiquilín, y en revistas de moda. Más tarde, en 1931, tradujo del francés La casa sombría, de la escritora Philine Burnet, y La gran serpiente del mar, de la misma autora junto a P. Conteaud.
Estas traducciones fueron sus últimos trabajos conocidos. A partir de entonces su nombre se fue olvidando. La guerra la llevó a Valencia y más tarde a Almansa, donde falleció en 1941.[1] Su memoria ha sido rescatada por el catedrático de Literatura Española e historiador Javier Barreiro.[8]