La caridad (del latín: caritas) (o amor, en español moderno) es, para la Iglesia católica, aquella virtud teologal por la cual se ama a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.[1][2] La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión.[3][2]
La caridad nace del amor de Dios a los humanos, y de la respuesta del hombre a ese amor.[4] De hecho, constituye el mandamiento principal de Jesús a los apóstoles y discípulos: «Amaos los unos a los otros».[5]
Reina Valera
1 Seguid la caridad;
y procurad los dones espirituales,
mas sobre todo que profeticéis.1 Corintios 14:1
La virtud de la caridad toma en cuenta los mandamientos de la ley de Dios, que expresan el núcleo de la moral cristiana.[6][7][8] Sin embargo, Dios mismo se coloca como único y perfecto ejemplo de amor, que salva a los que todavía no creen en él, muriendo por quienes son todavía sus enemigos.[9][10] San Pablo, cuando habla del amor de Dios, describe cómo es la caridad:[11]
Reina Valera
4 La caridad es sufrida, es benigna;
la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha;
5 No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;
6 No se huelga de la injusticia, mas se huelga de la verdad;
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 La caridad nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar,
y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de ser quitada;Textus Receptus
4 η αγαπη μακροθυμει χρηστευεται
η αγαπη ου ζηλοι η αγαπη ου περπερευεται ου φυσιουται
5 ουκ ασχημονει ου ζητει τα εαυτης ου παροξυνεται ου λογιζεται το κακον
6 ου χαιρει επι τη αδικια συγχαιρει δε τη αληθεια
7 παντα στεγει παντα πιστευει παντα ελπιζει παντα υπομενει
8 η αγαπη ουδεποτε εκπιπτει ειτε δε προφητειαι καταργηθησονται
ειτε γλωσσαι παυσονται ειτε γνωσις καταργηθησεται
1 Corintios 13:4-8
La caridad es considerada la virtud teologal[12] más importante, y superior a cualquier otra virtud.[13]
Para san Basilio de Moscú (1468-1557), la condición de hijos del Padre se adquiría cuando entendida como la búsqueda del bien:
O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos.San Basilio, reg. fus. prol. 3
En teología moral, se considera a la caridad para con el prójimo una virtud cristiana opuesta a una serie de pecados: al odio, como deseo del mal del prójimo; a la envidia, como especie de tristeza ante el bien ajeno al que se considera como mal para uno; a la discordia, como disensión de las voluntades ajenas; a la contienda, como altercado o discusión violenta; a la guerra, como lucha de una multitud contra otra entablada con intervención de la autoridad pública; y al escándalo, como aquellos dichos o hechos que proporcionan al otro ocasión de cometer el mal, entre otros.[14] El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española la define además, en su acepción tercera, como «limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados».[1] La Iglesia católica considera la limosna hecha a los pobres como uno de los principales testimonios de la caridad fraterna, pero también una práctica de justicia (Catecismo de la Iglesia católica, 2447).[15] La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia:
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos.San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4
La encíclica Deus caritas est, del papa Benedicto XVI, profundiza más en la virtud de la caridad cristiana.[16]
(...) «agapé», el cual, como hemos visto, se convirtió en la expresión característica para la concepción bíblica del amor. En oposición al amor indeterminado y aún en búsqueda, este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca.
En la francmasonería, se habla de tres virtudes, mencionadas en la marcha del aprendiz: "Tengo fe en mis ideales, esperanza en realizarlos, por amor a la humanidad."[cita requerida]