Bancocracia (del español banco y del griego antiguo κράτος - kratos, "poder, gobierno") es un término polémico que se refiere al poder o influencia excesivos de los bancos en la formulación de políticas públicas.[1]También puede referirse a una forma de gobierno en la que las instituciones financieras dirigen la sociedad.
Uno de los primeros usos del término fue por el miembro del Parlamento británico William Fullarton (1754–1808), quien en un debate parlamentario el 10 de abril de 1797 caracterizó el monopolio del Banco de Inglaterra como un asunto más importante de resolver que los intentos de paz para poner fin a la guerra contra Francia:[2]
Es la bancocracia la que amenaza con la destrucción del orden social... la que cambia y trastoca todas las cuestiones relativas a la guerra, las negociaciones y la paz.
El senador estadounidense Robert J. Walker (1801–1869), un firme opositor del Banco de los Estados Unidos, pronunció un discurso en el Senado el 21 de enero de 1840, en el que advirtió que la aceptación del papel moneda como curso legal “derrocaría la Constitución, subvertiría las libertades del país y los derechos del pueblo, y establecería el reinado de una bancocracia, más sórdida, ruinosa y despótica que el de cualquier monarca, por absoluto que fuera”.[3] Pierre-Joseph Proudhon utilizó el término en su obra Les Confessions d’un révolutionnaire (1849), en referencia a la Monarquía de Julio:[4]
El principio del gobierno de Julio, fundado por y para la clase media, era por lo tanto la propiedad, el capital. Bajo una forma monárquica, la esencia de ese gobierno era la bancocracia.
Mijaíl Bakunin, anarquista al igual que Pierre-Joseph Proudhon, utilizó el término en su obra Estatismo y anarquía al hablar de la reacción del Estado alemán encabezado por Otto von Bismarck.[5]En el texto original emplea el término ruso para Yid, un vocablo despectivo para referirse a los judíos, lo que evidencia su antisemitismo históricamente señalado:
Esta reacción no es otra cosa que la realización última de la idea antipopular del Estado moderno, cuyo único objetivo es organizar la explotación más intensiva del trabajo del pueblo en beneficio del capital concentrado en un número muy reducido de manos. Significa el reinado triunfante de los judíos, de una bancocracia bajo la poderosa protección de un régimen fiscal, burocrático y policial que se apoya principalmente en la fuerza militar y que, por lo tanto, es en esencia despótico, pero se reviste con el juego parlamentario de un seudoconstitucionalismo.
El término también fue utilizado por Karl Marx en su obra El Capital, Crítica de la Economía Política (1867). Él teoriza que el nacimiento de la deuda pública fue el catalizador de la acumulación primitiva de capital:[6]
La deuda pública se convierte en una de las palancas más poderosas de la acumulación primitiva. ... La deuda pública ha dado lugar a sociedades por acciones, a transacciones con efectos negociables de todo tipo y al agio, en una palabra, al juego de la bolsa y a la bancocracia moderna.
En la economía marxista, el término se asocia con el capitalismo financiero en general.[7]
Numerosos observadores políticos y periodistas han utilizado el término al describir o comentar la crisis financiera de 2008.[8][9]