El autogobierno local o autonomía local es una forma de administración pública, en la que los habitantes de un cierto territorio forman una comunidad que es reconocida por el gobierno central con un determinado estatus legal, que posee capacidad para gestionar por sí sola determinados servicios públicos y, en muchos casos, para establecer normas y órdenes vinculantes para terceros, sin que el poder central intervenga directamente sobre las decisiones que la comunidad tome.[1]
El autogobierno local es un subtipo de gobierno local. La autonomía local se caracteriza por ser ejercida siempre de forma autónoma mediante descentralización, mientras que el gobierno local en general puede ejercerse tanto de forma descentralizada como mediante órganos de desconcentración administrativa de organismos ajenos al territorio.[1]
Aunque su regulación concreta varía dependiendo de la jurisdicción, la autonomía local se basa en tres principios básicos, que la diferencian de otras formas de administración del territorio:[2]
Desde 1985, en los países que forman el Consejo de Europa, existe un tratado internacional llamado Carta Europea de la Autonomía Local, que obliga a los países firmantes a respetar la existencia de autogobiernos locales en sus territorios, en base a los principios de democracia y subsidiariedad.[1]