En biología, el apareamiento es el emparejamiento de organismos de sexo opuesto o hermafroditas, usualmente con fines de reproducción sexual. Es el conjunto de todos los comportamientos de cortejo y cría que realizan dos individuos de distinto sexo para procrear, y que culmina con la cópula,[1] en oposición a la posibilidad de engendrar descendencia con uno solo (autofecundación de hermafroditas, partenogénesis).
En animales sociales se hace extensible a la crianza o cuidado de la cría en común; en algunas aves, por ejemplo, incluiría la construcción del nido y la nutrición de los polluelos.
En ganado y otras especies domesticadas o controladas por el hombre, la inseminación artificial y otras técnicas de reproducción asistida suelen reemplazar el apareamiento natural.[1]
Para el apareamiento los animales (incluyendo los humanos) realizan dos procesos el cortejo (la interacción) y la cópula la introducción del esperma a través del aparato genital para lograr la fecundación. En la mayoría de los animales el macho se situará atrás de la hembra aunque otros animales pueden hacerlo de frente o en otras posiciones. La fertilización puede ser interna dentro del cuerpo de la hembra o externa fuera del cuerpo de la hembra.[2]
En algunos artrópodos terrestres, incluidos los insectos que representan los clados filogenéticos basales (primitivos), el macho deposita espermatozoides en el sustrato, a veces almacenados dentro de una estructura especial. El apareamiento implica inducir a la hembra a llevar el paquete de esperma a su abertura genital sin copulación real. En grupos como las libélulas y muchas arañas, los machos extruyen los espermatozoides en estructuras copuladoras secundarias removidas de su abertura genital, que luego se usan para inseminar a la hembra (en las libélulas, es un conjunto de esternitos modificadas en el segundo segmento abdominal; en las arañas, es el pedipalpo masculino).[2]
En los animales, las estrategias de apareamiento incluyen el apareamiento al azar, el apareamiento asociativo o un grupo de parejas. En algunas aves, incluye comportamientos como la construcción de nidos y la alimentación de los hijos. La práctica humana de apareamiento e inseminación artificial de animales domesticados es parte de la cría de animales.
En los protistas con reproducción sexual concretamente los protozoos y algas unicelulares, el apareamiento se da mediante la unión de organismos y la reproducción puede ser por singamia (la unión de gametos en la fertilización), autogamia (autofertilización) o por conjugación (intercambio de información genética). Muchos protistas pueden formar quistes, una etapa de reposo que sirve para preservar la especie cuando las condiciones ambientales son desfavorables.[3]
La reproducción sexual es un rasgo únicamente encontrado en los eucariotas y ausente en los procariotas que se reproducen asexualmente. Dado que los genes para la reproducción sexual están presentes en los eucariotas asexuales se ha asumido que el apareamiento ya estuvo presente en el primer organismo eucariota.[4]
Para el apareamiento los hongos producen un número de esporas móviles que contienen los gametos masculinos y femeninos. En las setas el cuerpo fructífero es la estructura productora de esporas.
Los hongos emplean dos sistemas de apareamiento: las especies heterotálicas que permiten el apareamiento solo entre individuos del tipo de apareamiento opuesto, mientras que las especies homotálicas pueden aparearse con cualquier otro individuo o consigo mismas.[5]
A diferencia de los animales, protistas y algunos hongos, las plantas son inmóviles y no pueden buscar pareja para aparearse.
Las plantas con flores contienen sus órganos reproductores dentro las flores y producen polen donde se aloja el esperma del macho el cual es inmóvil. La antera produce granos de polen que contienen los espermas masculinos. Los granos de polen se adhieren al estigma en la parte superior de un carpelo, en el que se encuentran los óvulos femeninos. Otro método incluye el uso de polinizadores.[6]
Las demás plantas como los helechos o las briofitas tienen espermas móviles que dependen de un ambiente húmedo o con agua para movilizarse y fecundar el óvulo. Los espermas se producen en esporangios presentes en las hojas.[6]
Uno de los resultados del apareamiento en las plantas es la generación de semillas, esporas y frutos que permiten a las plantas trasladarse a nuevas ubicaciones o nuevos hábitats.