Antonio Francesco Peruzzini (Ancona, c. 1643/1646-Milán, 1724) fue un pintor barroco italiano especializado en paisajes, en los que se advierte la influencia de Salvator Rosa libremente interpretada con un sentido muy barroco del color y del movimiento.
Hijo y hermano de pintores, hubo de recibir su formación en el taller familiar que no tardó en abandonar para completar sus estudios. En 1663 se encontraba en Roma desde donde envió a Turín algunas pinturas para Carlos Manuel II de Saboya y pintó un par de marinas en borrasca para el músico romano Giulio Cavalletti, que algo después las regaló a la Santa Casa de Loreto donde aún se guardan.[1]
Pasó luego a Bolonia donde es posible que permaneciese de 1682 a 1689. Trabajó aquí para el conde Annibale Ranuzzi y colaboró con Sebastiano Ricci y Giovanni Antonio Burrini, quienes le pintaron las figuras de dos cuadros mitológicos perdidos: Pan y Siringa y Diana con amorcillos.[1] De 1690 a 1695 residió en Milán donde colaboró de nuevo con Sebastiano Ricci en la pintura de una Tentación de san Antonio para el marqués Cesare Pagani.[1]
En los primeros años del siglo XVIII se estableció en la Toscana donde estrechó sus relaciones de amistad y colaboración con Alessandro Magnasco, con quien se trasladó en la década siguiente a Milán. Fruto de esa colaboración, en la que Peruzzini pintaba los fondos boscosos y Magnasco las pequeñas y agitadas figuras, son obras como el Cristo servido por los ángeles del Museo del Prado,[2] o el Paisaje con la tentación de Cristo del LACMA.[3] La asociación entre los dos pintores, aunque fecunda en vida, a la larga perjudicó a la fama póstuma de Peruzzini, quien cayó en el olvido con la llegada del neoclasicismo y la atribución a Magnasco de muchos de sus paisajes.[1]
El museo Cerralbo de Madrid conserva dos paisajes boscosos con cartujos atribuidos a Peruzzini por Gonzalo Redín Michaux en el catálogo De Bronzino a Giaquinto: pintura italiana en el Museo Cerralbo, Madrid, 2009, dejando sin atribución la autoría de las figuras.[4]