Altamar es el nombre del segundo libro de poemas publicado por el autor ecuatoriano José Rumazo González Moya en 1932. Se caracteriza por continuar con el estilo de Proa pero desarrollar más sus temas principales. Es un libro experimental donde el autor busca la creación de una teoría de la metáfora y la composición de versos que aplica esta teoría con el objetivo de cumplir con los criterios que el verdadero arte vanguardista, a juicio del autor, debería tener.
Altamar | |||||
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de José Rumazo González | |||||
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Género | Poesía | ||||
Edición original en español | |||||
Editorial | Editorial Bolívar | ||||
Ciudad | Quito | ||||
País | Ecuador | ||||
Fecha de publicación | 1932 | ||||
Serie | |||||
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Este libro fue publicado después de que Rumazo González escriba "El nuevo clasicismo en la poesía", donde presentaría su interpretación acerca del arte clásico y su relación con la vanguardia literaria que en ese momento estaba ocurriendo. Ahi distinguiría entre la vanguardia auténtica que se basa en un conocimiento profundo de la tradición y en la búsqueda de nuevas formas de expresión que sean coherentes con el espíritu de la época, y la vanguardia falsa que se reduce a la imitación de modas extranjeras, la provocación gratuita y el rechazo de la tradición sin una alternativa sólida.[1]Con este contexto publicaría su propuesta titulada Altamar, en consonacia con la idea de la poesía como "río interior" y continuando con la temática de su anterior libro Proa.[2]
Dentro de Altamar, Rumazo González desarrolla una "teoría sobre la emoción" que forma parte del "método" de su obra. A juicio del autor la emoción sirve para la comprensión indirecta de la poesía para lo cual es necesario la "resonancia" es decir la recepción de la poesía por segunda vez, no cuando se capta al inicio sino cuando se lo recuerda. A su juicio, la resonancia se logra pocas veces en estado de pureza en el primer intento ya que normalmente es un reflujo del sentido principal de la información.
En palabras del autor la resonancia se describe de la siguiente manera:[3]
Es disyunción del tema, disgregación para una nueva creación, aludiendo explicativamente a la estrofa principal y fugándose de ella. Por ese artificio se logra trasplantar el sentido de la imagen, desvelándolo solo en principio y haciéndole también motivo de símbolo. La resonancia es asimismo un comentario, decentra y corea, explica la síntesis con una nueva síntesis, como dos sistemas celulares que se estuvieran codeando.José Rumazo González
En esta segunda sección desarrolla el conjunto de modos de expresión para el arte de vanguardia donde establece la jerarquía que a su juicio debería tener la obra. En concreto son cinco modos de expresión:[3]
El autor traza las siguientes implicaciones de esto: el método nace de la obra misma, el método artístico no puede basarse en lo que no existe, sino debe imitar.[3]
Su obra cierra con una "teoría final" sobre la anfimetáfora, o también conocido como metáfora desdoblada. Esta describe como a través de la gestación de metáforas se puede presentar una doble imagen en la poesía:[3]
Esto sucede cuando dentro de un verso, el predicado juega con los dos o más sentidos que por analogía tiene el sustantivo, pasando de una significación, la verdadera a la otra significación, la ilusoria. Sin embargo en el verso ambas son reales. Por ejemplo los "Bajos de escala y bajos donde encallan veleros".[3]
Altamar además de tener una teoría de las emociones inicial y una teoría final con la que cierra su obra, consta de dos elementos importantes:[3]
El libro tiene 206 páginas y está subdividido en nueve secciones que a su vez están compuestas por distintos poemas. A través de cada sección se desarrolla una variedad de temas desde el mundo interior hasta la descripción del mundo.[5][3]
Al ser su libro recibido por la crítica, se destacó generalmente la parte teórica del mismo donde el autor sugiere para la lectura leer dos páginas a la vez con la voz mental particular prescrita en cada caso. Se considera que este libro tiene metáforas facetadas que atraen la imaginación. El curso de estas va en muchas direcciones y sus versos tienen tonos ricos que sirven para lograr la resonancia y armonía en todo el texto.[6]Jorge Carrera Andrade destaca de esta obra la teoría final: «Ha adoptado la imagen múltiple en su libro "Altamar" (1932), creando la anfimetáfora, o metáfora desdoblada, luz y reflejo, voz y eco. La ''resonancia" es al poema como la sombra al cuerpo». A su juicio, Rumazo González es con esta obra el mayor representante del gusto por la técnica y de la modalidad neo-culterana.[7] Además sobre la diversidad de temas que van desde un "episodio floral" hasta el "organo semanal" se ven unificadas por un tono espectral que dan testimonio de la afilada vista del poeta.[7]