El afrancesamiento de Bruselas hace referencia a la transformación, a lo largo de los dos últimos siglos,[1][2] de esta ciudad históricamente neerlandófona[1][3][4] en una que tiene como lengua mayoritaria y lengua franca el francés.[5][6] La mayor razón de este fenómeno fue la rápida asimilación forzosa de la población flamenca,[7][1] [8] [9] [4] reforzada por una inmigración procedente de Francia y Valonia.[1] [10]
La predominancia del francés en la vida pública empezó en el siglo XVIII[11][12]y adquirió fuerza después de la independencia de Bélgica, cuando la población de la nueva capital experimentó un crecimiento masivo.[5][13][14][15][16] El neerlandés —aún poco estandarizado en Bélgica[17][18][16]— no podía competir con el francés, que era el idioma exclusivo de la justicia, la administración, el ejército, la enseñanza, la alta cultura y la prensa.[19][20][3][21][2] El prestigio del francés gozaba de un reconocimiento tan amplio[3][22][7][16][23][24] que a partir de 1880,[25][26][17] y más particularmente a finales de siglo,[16] la competencia lingüística en francés de los neerlandófonos se incrementó en forma espectacular.[14]
A pesar de que la mayoría de la población continuó siendo bilingüe hasta la segunda mitad del siglo XX,[14][7] el dialecto brabanzón original[27] dejó de transmitirse de una generación a otra,[28] ocasionando un aumento del monolingüismo francés a partir de 1910.[22] [29] Dicho proceso de asimilación perdió impulso en los años 1960,[14][30] a medida que se estableció la frontera lingüística, se confirmó al neerlandés como lengua oficial[31] y el centro de gravitación económica del país se desplazó hacia Flandes.[17][25]
Sin embargo, debido la permanente llegada de inmigrantes extranjeros y al surgimiento de Bruselas como centro de la política internacional en la posguerra, la posición relativa del neerlandés en la capital continuó su declive.[5][2][32][33][14][28] Al mismo tiempo, en los últimos decenios el constante crecimiento de la aglomeración urbana de Bruselas[34] fue acompañado por la formación de mayorías francófonas en algunos municipios flamencos en la periferia.[31][35] Esta tendencia progresiva al afrancesamiento — apodado "la mancha de aceite" por sus oponentes[7][36][14] — forma, junto con el futuro de Bruselas,[37] uno de los temas más controvertidos en la política belga.[25][20][5]