Las actinoporinas constituyen una familia multigénica de proteínas tóxicas[1] producidas por diversas especies de anémonas, como por ejemplo Actinia equina, Actinia fragacea y Stichodatyla helianthus .[2] Estas proteínas son toxinas que actúan haciendo poros en la membrana plasmática de las células.[3] Para poder ejercer su acción, estas proteínas permanecen solubles y oligomerizan en presencia de bicapas lipídicas.
Son proteínas monoméricas de bajo peso molecular 20kDa, que corresponde aproximadamente a 175 aminoácidos)
Su estructura tridimensional hidrosoluble consiste en una proteína globular monmérica constituida por un sandwich beta flanqueado por dos hélices alfa,[4][5][6][7][8] una de las cuales, que se encuentra en el amino-terminal de la proteína, es la encargada de penetrar la membrana .
También se caracterizan, en general, por carecer de residuos de cisteína y tener un punto isoeléctrico básico, salvo raras excepciones, como la actinoporina de Sagartia rosea, cuyo punto isoeléctrico es ácido.[9]
Su mecanismo de acción es posiblemente el aspecto que causa más controversia entre aquellos que se dedican a este campo. Sin embargo, si se puede decir que en primer lugar las actinoporinas se unen a la membrana mediante el reconocimiento específico de moléculas de esfingomielina. A continuación, y es aquí donde reside la controversia, insertan la hélice alfa amino-terminal en la bicapa y posteriormente oligomerizan, formando poros cuyo número exacto de subunidades aún está por concretar.
Los poros producidos por las actinoporinas son catión-selectivos, de manera que únicamente dejan pasar a través de sí iones como el sodio (Na+) o el potasio (K+). Esto provoca un choque osmótico en la célula sobre la que estén actuando, produciéndole la muerte.