1 Timoteo 4 es el cuarto capítulo de la Primera epístola a Timoteo,[1] y se suele abreviar como «1 Tim. 4».[2] que es uno de los veintisiete libros que conforman el Nuevo Testamento cristiano que forma un grupo homogéneo con la Segunda epístola a Timoteo y la epístola a Tito. Así mismo, es una de las trece epístolas atribuidas, por la tradición, a Pablo de Tarso.
Su estilo y vocabulario son diferentes de los demás escritos paulinos por lo que la mayoría de los teólogos consideran que no fueron escritas por el apóstol Pablo o que no fue él mismo quien les dio su forma literaria, sino alguno de sus discípulos.[3] Es probable que se encuentre entre las primeras de las cartas de Pablo, escritas probablemente a finales del año 52 d. C.[4] Las catorce epístolas de Pablo de Tarso se dividen tradicionalmente en siete mayores y siete menores, en razón de su longitud e importancia.
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El manuscrito original en griego koiné se ha perdido, y las texto de las copias supervivientes varían.
El primer escrito conocido de 1 Timoteo se ha encontrado en el Papiros de Oxirrinco 5259, designado P133, en 2017. Procede de una hoja de un códice datado en el siglo III (330-360).[5][6][7] Otros manuscritos antiguos que contienen parte o la totalidad del texto de este libro son:
El tema general tratado es el de Instrucciones pastorales.
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La carta adopta un tono más cercano y aborda temas concretos como falsos maestros, ancianos, viudas, presbíteros, esclavos y personas acaudaladas. Aunque no sigue un esquema rígido, se organiza en torno a cuestiones clave: el comportamiento de Timoteo (cap. 4), sus relaciones con los fieles (cap. 5) y su trato con falsos maestros (cap. 6). Esto subraya que el cuidado pastoral debe atender todos los aspectos de la vida comunitaria.[10]
En el capítulo 1 se instaba a Timoteo a preservar la sana doctrina de la fe. Posteriormente, se corrigen errores prácticos derivados de desviaciones doctrinales, como la prohibición del matrimonio y el rechazo de ciertos alimentos por considerarlos impuros, ideas propias de los gnósticos del siglo II que despreciaban la materia. En contraste, la doctrina cristiana, basada en Jesús y los Apóstoles, afirma la dignidad del matrimonio y la legitimidad de todos los alimentos saludables. Timoteo es exhortado a rechazar estas desviaciones y a ejercitarse en una piedad auténtica.[11] Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (p. 10307). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
La piedad, es decir, el verdadero servicio al Dios verdadero —dice San Agustín—, para todo aprovecha. Porque evita o mitiga las molestias de esta vida o conduce a aquella vida o salud, en que ya no padeceremos mal alguno y gozaremos del sumo y sempiterno bien. Te exhorto, tanto como me exhorto a mí mismo, a conseguirla más perfectamente y a retenerla con perseveranci.[12]
Para alcanzarla es necesario poner los medios:
La vida interior se robustece por la lucha en las prácticas diarias de piedad, que has de cumplir —más: ¡que has de vivir!— amorosamente, porque nuestro camino de hijos de Dios es de Amor.[13]
En las reuniones litúrgicas de los primeros cristianos, se practicaban tres actividades fundamentales: «la lectura, la exhortación y la enseñanza» (v. 13). La ordenación sacerdotal se realizaba a través de la oración litúrgica, conocida como "profecía", y la imposición de manos. Los consejos del Apóstol resaltan que, además de proclamar la Palabra, es esencial predicar con el ejemplo mediante las obras.[14]
Hablemos a través de ellas, al mostrarlas a los demás en nuestra vida. Es vivo el lenguaje, cuando son las obras las que hablan[15]
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